La actriz y productora Carmen Barbieri admitió que se había colocado un "chip" para recuperar el deseo sexual. Con casi 60 años, la capocómica recurrió a la medicina para apuntalar su libido, y la polémica no tardó en llegar. ¿Es posible que un fármaco o dispositivo ayude a las mujeres a sentirse más libres en la cama? ¿Qué opciones existen para volver a tener ganas de mantener relaciones sexuales cuando la pasión se fue apagando?
Lo primero que aclaran los médicos es que el "extraño aparatito" que le colocaron a Barbieri no es ni tan extraño ni es un aparatito. "Se trata de un implante de testosterona bioidéntica, una hormona masculina que tenemos naturalmente las mujeres pero en dosis menores que los hombres; es la llamada hormona del deseo", explica la médica ginecóloga Mabel Martino quien aclara que no es un "chip" sino un medicamento con forma de mini esfera, que se coloca debajo de la piel.
Martino señala que el fármaco "se va liberando en forma paulatina y ayuda a incrementar la libido, fortalecer la musculatura y puede tener algunos efectos benéficos en la piel y en el humor, de allí que en algunas mujeres de cierta edad las predisponga a tener más deseo en el campo de lo sexual. Pero no es mágico".
"Es importante no salir corriendo detrás de lo que se promociona o publicita; cada mujer con su médico determinará qué necesita para sentirse mejor y cuál es la opción válida para ella", enfatiza la médica.
Otra hormona, más usada en la Argentina que el implante al que recurrió Barbieri es la DHEA. "Es una hormona producida en forma natural por el cuerpo y que se puede fabricar en laboratorio a partir de sustancias químicas. Entre otros usos, se puede indicar a mujeres que tienen bajos niveles de algunas hormonas para ayudarlas a mejorar el bienestar general y su sexualidad", detalla Martino.
En la Argentina, a diferencia de lo que pasa en Estados Unidos donde está aprobada por la FDA, sólo se consigue en preparados en las farmacias.
Pero más allá de los recursos que dan la medicina y la ciencia, el deseo ¿puede reaparecer con una pastilla o un implante? Para la sexóloga Mirta Granero la cosa no pasa por inyectarse testosterona. "Hay terapias y técnicas muy eficaces para recuperar el deseo en la pareja; a veces no se necesita recurrir a la farmacología sino, por ejemplo, tratar al otro como a uno le gustaría que lo traten, dar lo que a uno le gustaría recibir, estar atento a lo que el otro necesita, dialogar, comunicar sentimientos y emociones, escuchar, acariciar. Esa es la mejor testosterona que podemos introducirle a la relación”.
La ginecóloga coincide con esa mirada. “Las herramientas farmacológicas están y se pueden indicar a quien las necesita, pero lo cierto es que los ginecólogos tenemos que estar atentos no sólo al aspecto biológico de la paciente sino a detectar qué puede estar sucediéndole a otros niveles a esa mujer. Muchas veces hay cuestiones encubiertas en la consulta y los profesionales tenemos que tomarnos el tiempo necesario para orientarla y si es preciso hacer una derivación, a un psicólogo, a un sexólogo”.
Por su parte, el médico sexólogo Carlos Soto Payva opina que justamente salir de lo estrictamente biológico es clave para ayudar a una mujer a gozar de su vida íntima con más libertad y entusiasmo. “Los seres humanos no somos sólo biología, somos bio psico sociales; tenemos un cuerpo que duele, que sangra, que siente; una estructura psíquica y también estamos inmersos en una sociedad que nos condiciona, que impone mitos y tabúes”.
“El sexo —agrega— está atravesado por muchas cuestiones que deforman la sexualidad privilegiando lo reproductivo y olvidando lo placentero; al mismo tiempo vivimos en un contexto que prioriza y enaltece la juventud, la belleza, la perfección de la imagen, como si no fuéramos sexuales desde que nacemos hasta que morimos”.
Los sexólogos coinciden en que las consultas por falta de deseo han aumentado en las últimas décadas y que se presentan mujeres cada vez más jóvenes preocupadas porque no logran vivir a pleno su sexualidad. A partir de los 40 o 50 años empiezan a aparecer estos problemas con mayor frecuencia, aunque desde ya hay quienes los padecen desde mucho antes, y generalmente en silencio.
“Lo más común es que mujeres y hombres a partir de los 50 años consulten por falta de deseo. La mujer es la que más se acerca y puntualmente lo hace porque ha perdido el deseo con su pareja. El varón generalmente encuentra una pareja paralela”, comenta Granero.
“El varón pierde el deseo con su pareja habitual y lo tiene con otra persona, por eso, aunque la infidelidad se da en ambos sexos, el hombre tiene más claro que no perdió el deseo totalmente sino que ya no lo siente igual con su pareja de años. Pero la mujer, en muchas ocasiones, cree que perdió ella el deseo para siempre”, destaca.
Lo importante, señala la sexóloga, es que “si quieren conservar la pareja, si les interesa, la terapia sexual puede aportar mucho a esta problemática y llevarlos a redescubrir lo que han olvidado”.
Granero dice que el deseo no debería perderse con el paso del tiempo. “Lo que ocurre habitualmente es que la pareja entra en la rutina y en ese camino pierde muchas cosas que hacía antes; con esa pérdida también se pierde el deseo”.
El ejemplo de la planta es útil: si no se riega, se muere. “Con la pareja ocurre lo mismo: si no la regamos diariamente se seca. Cuando la gente comienza a salir, cuando se dan los primeros encuentros, el tiempo de novios, el deseo sexual suele ser grande. En esa época hay conversaciones interesantes de por medio, se van conociendo. Siempre tienen temas agradables. Suelen salir solos, se llevan del brazo, del hombro, caminan de la mano. Tienen tiempo para ellos. Se arreglan el uno para el otro. Se perfuman, se visten. Se dicen cosas lindas, se alaban, se demuestran y expresan cariño. De no ser así, no se hubieran enamorado nunca. Pero con el tiempo comienzan las preocupaciones y ya no se alimenta la pareja. No se alaban, no se arreglan o producen para el otro u otra; salen siempre acompañados de los chicos, no programan encuentros románticos ni se miman. Sólo hablan de obligaciones, olvidan hablar de ellos, de lo que sienten, de lo que les pasa, de lo que les gusta ... y el deseo sexual va cayendo. Y no cae porque sean más grande o porque pase el tiempo sino porque ya no son los mismos ni su relación es la misma. Cae porque hacen muy poca cosas agradables juntos, porque comparten poco tiempo solos, porque no salen solos, porque se enojan y discuten más por los problemas cotidianos y se preocupan más por todo eso que por expresar sus sentimientos amorosos”, dice Granero.
Soto Payva asegura que cuando una mujer llega al consultorio sexológico buscando ayuda porque “ya no siente” la causa rara vez es su biología sino “su vínculo”. El varón, señala el médico, “se maneja desde el machismo y suele creer que si está estimulado desde el punto de vista estético tiene un sexo adecuado, y no es así”.
Para el sexólogo el desconocimiento que tiene particularmente el hombre acerca del placer que puede otorgarle a su pareja femenina es parte importante del problema. “Suelen creer que con una erección y el coito alcanza, pero el placer es otra cosa. El varón suele dedicarle poco tiempo a la estimulación de la mujer, no hacen previas largas, van al punto directamente, y eso impacta negativamente en la mujer”.
Cuando una señora recurre a un terapeuta porque su deseo está en baja o ha desaparecido, “una vez que descartamos lo orgánico a través de análisis de laboratorios, del diagnóstico por imágenes nos centramos en lo vincular y ahí descubrimos que hay mucho que demitificar”, añade el médico quien agrega que, sin dudas, el cerebro es el órgano sexual más importante.
“En la etapa de la menopausia —comenta la ginecóloga Mabel Martino— es quizá donde queda más expuesto que la sexualidad no es sólo genitalidad; que no se trata sólo del acto sexual puro sino que la mujer necesita una serie de condimentos y que es, además, más compleja que el hombre. El varón con un sólo botón se enciende, pero la mujer es una complejidad de botones”, ejemplifica la especialista.
Más allá de las hormonas, que juegan su papel en la vida sexual, tocarse, mirarse, escucharse, coquetear, suelen ser recursos bastante más efectivos.