"Cuando Hugo llegó con la moto él no le dio tiempo a nada. Esperó que se sacara el casco y le disparó en la cabeza desde menos de un metro". Ramona Q. rememoró así el momento en el que su yerno, Hugo Luis Batalla, de 44 años, fue asesinado de un escopetazo en la cabeza. Y ya no pudo contener las lágrimas. Es que fue testigo privilegiada de la desgracia que la marcará para siempre. Porque el hombre que mató al marido de su hija no es otro que su ex pareja, un policía retirado de 62 años. Todo ocurrió el jueves a las 19.30 en Caupolicán al 500, en el cruce con la cortada Coni. Allí quedó tirado el cuerpo de Batalla, un camionero residente en el barrio Mortelari de Villa Gobernador Gálvez, padre de una nena de 9 años y con su esposa embarazada.
"No le dio tiempo a nada. Luis tenía las manos en los bolsillos. ¿Si Luis estaba armado? Imposible". Ramona se pregunta y se responde antes de que la angustia le gane. Hoy a la mañana Nicolás Alfredo El flaco J., de 62 años y acusado de matar a Batalla, será llevado a los Tribunales para dar su versión de lo ocurrido ante el juez de Instrucción Luis María Caterina.
Complicado. Nicolás El flaco J. es un policía retirado que hasta el jueves a las 19.30 vivía en Caupoliscán al 500, en el barrio Magnano, el último barrio de Rosario si se circula por Ayacucho hacia el sur, rumbo a Villa Gobernador Gálvez. Caupolicán, nombre de un caudillo mapuche de tiempos de la colonización, es la cuadra que le sigue al sur a Batlle y Ordóñez, a la altura de Ayacucho al 6200. Allí los vecinos los vecinos definen a El flaco como "una persona complicada" pero que "es del barrio, de toda la vida", eufemismo que se utiliza para referirse a los que allí viven desde hace varias décadas.
Nicolás J. tiene tres hijos, uno de ellos policía en actividad, y se gana el sustento diario con un taller de reparación de autos. Su primera esposa, de la que según los vecinos se divorció, vive medianera de por medio de su casa. A simple vista lo primero que llama la atención al llegar a las puertas de esa vivienda es una portentosa antena de telefonía que se adivina en el fondo de la propiedad.
En el barrio Magnano, El flaco J. es conocido como el hombre de las dos mujeres. "Su ex esposa vive al lado y después él tenía esta otra mujer", comentó una vieja doña de la cuadra, con tiempos de comadrona, en referencia a Ramona Q.
Frente a la casa de El flaco, en tanto, un enorme charco de sangre quedó marcado sobre el pavimento. Tras el crimen, algún lugareño le tiró un poco de tierra encima para que absorba. Sin embargo, todavía ayer se adivinaba la ferocidad del ataque del que fue víctima Batalla.
Impensado. Ramona Q. tiene 48 años y ayer no podía cargar con su cruz. Arropada por sus afectos, se había refugiado en la casa de su yerno, en Las Heras y Artigas, en el barrio Mortelari de Villa Gobernador Gálvez. "Hacía ocho años que yo estaba con el matador. Estábamos juntos, pero yo no dormía en su casa. Todas las mañana me levantaba y me iba para allá para atenderlo", comentó la mujer, única testigo del asesinato. "La mamá de Nicolás, una mujer que tiene 96 años, siempre me decía: «El no va a dejar que te vayas. Antes te va a matar». Yo no le creía hasta ayer a la tarde", explicó la mujer. "¿Si yo hice alguna denuncia por violencia doméstica? Yo no. Pero sé que su antigua mujer tuvo problemas con eso y lo denunció varias veces", indicó Ramona.
"Pero lo que mal anda, mal acaba", dice el refrán. Y la relación, si es que aún la había entre Ramona y El flaco, venía para peor. El jueves la mujer comenzó a prepararse para realizar un viaje afuera de Rosario para visitar a su hija. ¿Le dijo que lo iba a dejar?, fue la pregunta que Ramona trató de esquivar. "Le dije que iba a ir a ver a mi hija", dijo la mujer rememorando el último diálogo que tuvo con Nicolás. "Vos no vas a viajar a ningún lado. Porque si lo hacés, algo terrible le va a pasar a tu familia. Alguien se va a morir", recordó Ramona que le respondió El flaco . "Ahí lo llamo a mi yerno y le dijo que viniera porque si no me iba a matar", explicó. Entonces Hugo, según el relato de la mujer, agarró su moto y circuló los 5 kilómetros que separan su casa de Villa G. Gálvez con Caupolicán y cortada Coni.
Sin tiempo a nada. Eran aproximadamente las 19.30 cuando Batalla estacionó frente a la casa de El flaco. "No le dio tiempo a nada. Lo dejó que se sacara el casco y cuando Hugo se acomodó las manos en los bolsillos, le disparó a la cabeza. Fue desde menos de un metro", recordó Ramona. "El arma que utilizó es un viejo pistolón, de los que cargan cartuchos calibre 12.70. El impacto fue de tan cerca que los perdigones no tuvieron espacio para expandirse y se concentraron en un diámetro de unos 8 a 10 centímetros", graficó un allegado a la causa que es investigada por el juez de Instrucción Luis María Caterina, para describir la forma en la que ejecutaron a sangre fría a Hugo Batalla.
La descarga fue letal. Batalla se derrumbo sobre el pavimento y allí quedó. Nadie lo pudo auxiliar y los gritos de Ramona rompieron la calma aparente del barrio a la tardecita. "Y vio como es la gente. Enseguida se hizo un semicírculo de curiosos que miraban la desgracia ajena", comentó un vecino de la cuadra. Los vecinos llamaron al 911 y a los pocos minutos una patrulla del Comando Radioeléctrico llegó al lugar y detuvo a El flaco. ¿Y el arma homicida? "No fue hallada. La buscamos por toda la casa, incluso en el pozo ciego, y no se la pudo hallar", comentó una fuente policial. "¿Cómo que todavía no encontraron el arma? Está ahí. En la casa. Que revisen bien porque esa casa Nicolás la tiene llena de recovecos", dijo Ramona. Así, en otra muestra de lo desvalorizada que está la vida por estos pagos, los sueños de Hugo Luis Batalla, su esposa y su familia se hicieron añicos.