En las últimas décadas se han producido importantes avances en el estudio del lenguaje. Numerosos científicos y pedagogos han analizado su origen, estructura y adquisición, y existen diversas teorías al respecto. Hay quienes sostienen incluso que el lenguaje es lo que nos define como seres humanos y nos distingue de otras especies. Más allá de los saberes científicos, es indudable que el lenguaje es pensamiento, comunicación, identidad y cultura.
Para muchos de nosotros, nacidos y criados en la Argentina, la primera lengua que escuchamos y de la que nos nutrimos en el seno de la familia, es el español. Este idioma, al que podemos llamar materno, nos permitió integrarnos a nuestra comunidad y contribuyó a la construcción de nuestra identidad social e histórica. Pero existen otras lenguas con las que nos encontramos en el transcurso de nuestra vida: la de familiares o vecinos inmigrantes, la de los pueblos originarios y las de artistas, científicos o deportistas extranjeros que llegan a nosotros a través de libros, revistas y los medios de comunicación. Otras voces e idiomas aparecen en escena. Las nuevas tecnologías acercan a los pueblos y hacen cada día más sencillo comunicarse con lugares y personas que antes resultaban lejanos. Nuestro entorno se enriquece cada día más con diversas miradas sobre el mundo.
En este contexto la enseñanza de lenguas extranjeras es más importante que nunca. Estas han dejado de ser necesarias sólo para los especialistas del mundo académico o los profesionales que trabajan en contacto con el exterior: hoy comienzan a ser valiosas para toda la sociedad. El progreso económico, el acceso a la cultura y la realización personal dependen cada vez más de una verdadera democratización del conocimiento de otras lenguas. En este sentido el inglés se destaca por sobre los demás idiomas ya que se ha vuelto una verdadera lengua de comunicación internacional que nos conecta con los otros y sus saberes, y nos ayuda a insertarnos en un mundo laboral de incesante expansión del conocimiento.
Pero, más allá del uso que se les pueda dar a otras lenguas en el campo laboral, educativo o para la comunicación con otros pueblos, hay otro aspecto, tal vez más importante, que no puede dejarse de lado: el aprendizaje de otros idiomas despierta capacidades y habilidades que pueden mejorar significativamente el desarrollo cognitivo de un alumno.
Mayor riqueza. La habilidad de funcionar con otros códigos favorece una estructura mental más diversificada, un pensamiento más flexible. Hablar otra lengua genera una mayor riqueza y una mejor aplicación del propio código lingüístico y esto puede ayudar a los jóvenes a encontrar nuevas estrategias de pensamiento, conceptualización y categorización del mundo. Aunque se debate cuál es el momento ideal para comenzar a aprender otra lengua, se sabe que los beneficios son mayores si se comienza su estudio a temprana edad. En este sentido, el aprendizaje desde el nivel primario o incluso desde el inicial, parece ser el más efectivo. De todas maneras nunca es tarde para comenzar a ejercitar nuestra mente y volverla más activa y alerta.
Esta nueva mirada sobre el mundo que nos da el aprendizaje de una segunda lengua dejará en evidencia una cuestión sumamente importante: la realidad no es una, depende de cómo la veamos a través de las lentes de uno u otro idioma. A partir del estudio de lenguas extranjeras los alumnos podrán emprender el camino hacia la aceptación y comprensión de lo diferente. En un mundo de constantes conflictos, la propuesta de la escuela debe sin duda ayudar a los alumnos a reflexionar sobre su vida y la de los otros. En este sentido los “Núcleos de Aprendizajes Prioritarios de lenguas extranjeras para la educación primaria y secundaria” (NAP-LE) reflejan una nueva mirada sobre el estudio de lenguas. Plantean ahora una perspectiva intercultural y plurilingüe. Esto significa, antes que nada, que se reconoce el papel del español y sus variedades como lenguas de escolarización, y se ponen en valor los otros idiomas y culturas maternas que circulan en la Argentina. La propuesta es hacer visibles las relaciones entre los distintos idiomas y culturas que están o podrían estar en el currículum y sensibilizar a los alumnos hacia la pluralidad.
Responsabilidad. “Los NAP de LE privilegian tanto el saber de y sobre las lenguas y el lenguaje, como la formación de ciudadanos/as respetuosos/as de las diferencias lingüísticas y culturales, favoreciendo actitudes que promueven nuevas formas de ser y estar en el mundo y de situarse frente a la diversidad sociocultural y lingüística.” (Consejo Federal de Educación, 2012).
Para lograr este cambio de paradigma, siento que es responsabilidad de todos los docentes de lenguas extranjeras (especialmente de los que nos desempeñamos en escuelas públicas) dejar de lado el aspecto meramente utilitario del idioma y asumir nuestra responsabilidad como agentes de un cambio social. Como dice Lluch Ba` laguer (2005): “Construir una sociedad intercultural nos puede ayudar a reformular el debate sobre la desigualdad. Hay muchas otras razones para defender un proyecto de escuela pública. Esta sería una más: para educar en una sociedad intercultural (y éste parece ya no sólo un eslogan sino una necesidad urgente) sólo hay un proyecto educativo posible, educar en un contexto plural, sin segregación, sin exclusión, sin guetización; un proyecto de cohesión e integración social. Y visto así, el proyecto de construir una sociedad intercultural no es sino una nueva versión de la lucha por una sociedad igualitaria, justa...”