Como aficionado a la astronomía y con intención de disfrutar una noche estrellada realicé recientemente una visita al Planetario municipal. Qué mejor, pensé, que despejarse un poco de la rutina aprendiendo sobre el cosmos. Las incomodidades comenzaron en la entrada cuando un empleado me anunció con desgano que es necesario aguardar hasta las ocho y media y no antes para empezar con las observaciones. Recordemos, en esta época del año, ya acercándonos al invierno, oscurece pasadas las seis. Mientras, en el hall de entrada, escasamente se veía personal que atendiera. Finalmente, luego de la obligada espera, subí a la planta alta donde se encuentra el telescopio mayor. Toda la observación que hay para hacer es de la luna llena, al tiempo que la persona a cargo parece recitar de memoria la información técnica que conoce sobre nuestro satélite. La visión, debo admitirlo, me produjo una cierta decepción. ¿No sería más interesante la observación de planetas, estrellas o galaxias para mostrar algo más original? ¿No da lo mismo, para esto, quedarse en casa observando simplemente con un par de prismáticos? Al retirarme, intenté señalar a la persona a cargo de la entrada sobre la necesidad de mejorar la atención al público y sólo atinó, con evidente fastidio, a lamentarse por el bajo presupuesto recibido. La explicación no justifica, sin embargo, la falta de actitud que lamentablemente encontré. Me fui pensando en cuánto se podría aprovechar esto. Debería ser uno de los principales puntos de atracción de los rosarinos, difundiendo el interés por la ciencia y transmitiendo el placer de observar el firmamento, en especial para aquellos que visitan nuestra ciudad.