Quizá mi avanzada edad me impida recordar un acontecimiento tan importante como el que estamos viviendo los rosarinos. Señoras y señores: nuestra bandera argentina, sí, aquella que han logrado hacer de kilómetros de largo, la que lucimos en el Monumento a la Bandera y los edificios públicos, ha sido modificada: las que cuelgan graciosamente de las farolas de la avenida Alberdi lucen un agregado en su parte inferior (o lateral, según como se mire), curiosamente parecido al logo de una heladería de nuestra ciudad. ¿De quién fue la idea? ¿Cómo la aprobó la Asociación de Comerciantes? ¿Qué opinión tuvieron los responsables municipales del distrito que sea? Es como si la propia María Catalina Echavarría de Vidal, bordadora de la original bandera enarbolada por Belgrano, hubiera incluido en el diseño de sus bordados en oro el escudo de armas de los Tuella, donde cálidamente la habían alojado y facilitado los materiales para la ejecución, a modo de propaganda. Puedo soportar —no sin dolor— que "arranque" suplante a "comienza"; que "evento" reemplace a actividades rigurosamente programadas, pero me resulta inadmisible, insoportable, este agravio a nuestra bandera nacional. Quizás me sentiría menos mal, menos humillado, si los responsables fueran debidamente castigados, además de retirarse, de inmediato, los colgajos de propaganda parecidos a la bandera nacional.