Antonio Mancuello, el sacerdote argentino que misionaba en Haití al momento del
sismo que devastó ese país, afirmó que salvó su vida porque se había mudado a 15 kilómetros de la
capital, Puerto Príncipe, y que lo que se vivió allí "fue muy trágico, fuerte y duro".
Mancuello, de quien su familia no sabía su paradero desde
el momento del terremoto, el 12 de este mes, dijo que no había podido comunicarse "porque no hay
electricidad ni teléfonos ni internet. Estábamos aislados". Durante una entrevista telefónica con
el canal C5N, el sacerdote dijo que en el barrio donde habita "se calcula que hubo unos 5.000
muertos" y que por la ruta donde transita "hay cadáveres tapados con sábanas".
El sacerdote pertenece a la orden de
los franciscanos y está en Haití desde hace un año y cuatro meses con el propósito, entre otros, de
fortalecer la formación de religiosos y realizar una tarea social.
"Haití es el país más pobre del
planeta, es una gente que tiene una cultura muy linda y una religión muy profunda, pero la economía
no anda bien. Si antes mucha gente sobrevivía en las calles intercambiando frutas y verduras, ahora
ni eso tienen", lamentó.
Antes del sismo que hace una semana
causó unas 200.000 muertes "la gente sobrevivía como podía, la vida aquí vale muchísimo pero todo
el sistema hace que ésto decaiga", señaló Mancuello.
"Estamos bien, trabajando ya que este
es mi lugar. Nos tocó esto pero es el momento que Dios nos pide para estar con los más pobres y
necesitados", dijo el religioso argentino, que permanece en Haití y recién ayer pudo hablar con su
familia.
El terremoto –de 7,3 grados en la escala Richter– "fue muy
intenso, me pareció que duró una eternidad, la casa se bamboleaba y cuando bajé las escaleras no se
veía nada del patio", describió Mancuello, que desde entonces habita en una carpa junto a otros
tres curas "por las condiciones en que quedó la vivienda".
l
(Télam)