El acoso oficial al doctor Carlos Fayt ya podría conformar un nuevo capítulo de la la "Historia universal de la infamia", de Jorge Luis Borges. Es inédito que desde el mismo gobierno nacional se ataque sin pudor alguno a un anciano de 97 años. Pero son intentos vanos, porque no le hacen mella a una figura de la talla del ministro decano de la Corte Suprema. Para quienes somos abogados, Fayt no necesita presentación. Es un prócer del derecho argentino. Ha sido profesor titular de Derecho Político en la Universidad de Buenos Aires y en otras universidades; ha escrito decenas de libros; ha presidido la Asociación de Abogados de Buenos Aires; y desde diciembre de 1983, cuando lo nominó Raúl Alfonsín, integra el más alto tribunal de la República. Mantiene, a sus altos años, una envidiable lozanía intelectual. ¿Qué es, entonces, lo que les molesta de él? Sin dudas, su independencia, su probidad, su sapiencia. La pretensión de investigar su estado de salud tiene connotaciones totalitarias que hasta hace algún tiempo habría sido inconcebible. Pero poco nos sorprende ahora. En cualquier caso, no pasarán. El juicio político exige mayorías especiales en ambas cámaras del Congreso, con las que el oficialismo no cuenta. Probablemente, el ataque a Fayt sea el preludio a iniciativas legislativas que tiendan a "embarrar la cancha" de la Corte, acaso ampliando el número de sus miembros para que, si el kirchnerismo no puede designar nuevos jueces, deba apelarse a conjueces para formar mayoría. Fayt habló el sábado pasado en el programa radial que conduce Jorge Rizzo, ex presidente del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal. Pero el jefe de Gabinete sugirió que podía tratarse de un imitador. Creen en el gobierno que todos son de su condición. Luego la diputada Conti quiso que se presentara en la Cámara de Diputados. Se ve que ella quiere evaluar la salud mental del magistrado. Cosas veredes Sancho. Algo de cómico habría en todo esto si no fuera dramático para la salud de nuestras instituciones. Pero, por si hacía falta algo más, Fayt fue al acuerdo de la Corte el miércoles pasado, firmó resoluciones y habló con algunos periodistas. Quienes lo trataron, señalan que mantiene su lucidez de siempre. El "proceso investigativo" que ha iniciado la Comisión de Juicio Político de la Cámara de Diputados es una farsa, que no resiste el menor análisis desde el punto de vista de la Constitución y que no respeta siquiera el reglamento de esa comisión. Para iniciar un juicio político se requieren dos tercios de los diputados. Antes que eso, debe haber un proyecto formal de juicio político, que en este caso no existe. Debería haber, además, algún fundamento fáctico, aunque fuera indiciario. Pero acá no hay otra cosa que la embestida brutal del Poder Ejecutivo y sus sumisos soldados legislativos contra una persona por la sola condición de su edad. Una discriminación manifiesta y, además, absolutamente arbitraria, ya que no se entiende porqué han descubierto ahora la vejez de alguien que cuenta con 97 años y cuya ancianidad tiene, por lo menos, un par de décadas. Esta mascarada encubre en verdad la pretensión de conformar una comisión especial, prohibida por la Constitución, para juzgar a una persona al margen de sus jueces naturales. Con el agravante de que el juzgado es un prócer de la República. Hace muchos años, Fayt solía ir a las plazas los fines de semana a enseñar el valor de la Constitución. Nuestra devastada Argentina necesita muchos Fayts en muchas plazas. Tal vez así algún día dejemos atrás nuestra persistente decadencia.