La prueba de ADN que demostró que el cráneo que guardaban los rusos no era el
del dictador nazi Adolf Hitler ratificó la teoría esbozada entre otros por el investigador porteño
Abel Basti, autor de los libros "Bariloche Nazi" y "Hitler en Argentina": el jefe del Tercer Reich
no murió en su búnker de Berlín el 30 de abril de 1945, en el epílogo de la Segunda Guerra
Mundial.
"Yo había hecho un pedido formal a los rusos para hacer un estudio del cráneo el
año pasado. Estuvimos reunidos con el embajador ruso y a través de él le hice el pedido al director
de los archivos federales que tienen estos supuestos restos. Y ahora la máquina de Moscú le dio al
científico estadounidense una autorización de una hora", advirtió Basti, quien trabaja en otro
libro sobre la pasión que lo desvela: la vida y muerte de Hitler en la Argentina.
—¿Por qué los rusos sólo autorizaron a examinar los restos apenas una hora para
intentar develar un misterio de 64 años?
—Quienes seguimos el tema sabemos que estos no son los restos de Hitler.
Ahora tenemos la prueba de lo que supimos siempre. La respuesta está en la alta política. Stalin,
hasta su muerte en 1953, sostuvo ante los aliados y su servicio de inteligencia que Hitler se
escapó a España y a la Argentina. Ahora busco que Defensa me deje ver los documentos secretos de
los submarinos nazis que llegaron a la Patagonia en 1945.
—¿Stalin quería juzgar a Hitler?
—Antes de Nuremberg, en septiembre de 1945, Stalin insiste en que Hitler
debe ser juzgado: "Hay que juzgarlo, y yo no lo tengo". El mayor inglés Roger en apenas un mes
dictaminó la muerte de Hi-tler. Muy rápido y sin ningún elemento de prueba dijo que "Hitler se
suicidó". No hay pericia ni cuerpo ni autopsia ni trazas. Elaboran la teoría de que Hitler se
suicidó el 30 de abril de 1945 y con ese dictamen lo sacan del medio.
—¿Cómo resolvió Alemania legalmente la supuesta muerte de Hitler si no tenían el
cuerpo?
—Hitler no tuvo certificado de defunción. Alemania no lo declaró muerto
hasta diez años después, cuando lo hizo por "presunción de fallecimiento". Es decir que durante
diez años Hitler estuvo vivo para Alemania.
—¿Si Stalin decía que Hi-tler había huido por qué después Rusia sostuvo la hipótesis
del suicidio en Berlín?
—En 1953 muere Stalin y Rusia cambia su política y sostiene la teoría del
suicidio de Hitler, pero antes todo esto de la huida de Hitler era público. El locutor citó a un
general soviético que dijo "Hitler se escapó", algo dicho por Stalin a los estadounidenses y
aceptado por Einsenhower. En noviembre de 1945 un senador estadounidense presentó un proyecto que
ofrecía una recompensa de un millón de dólares para encontrar a Hitler. La historia oficial en 1945
estaba orientada hacia la teoría del escape, pero los testigos desaparecieron en las prisiones
soviéticas y los últimos dijeron que Hitler se suicidó. Pero no hay ninguno que lo haya visto
pegarse un tiro ni a Eva Braun tomar cianuro.
—¿Hitler sabía que la guerra estaba perdida?
—Ellos sabían que la guerra la perdían y dos años antes elaboraron un plan
de evacuación de recursos humanos, técnicos y científicos, muy ordenado y compartimentado.
Trabajaron con mucha anticipación y organización. Un grupo que sacaba recursos e información
científica no sabía qué hacía el otro. Y la salida de Hitler formaba parte de ese plan de
evacuación.
—¿Qué importancia tiene probar que el cráneo que tienen los rusos no es el de
Hitler?
—Es relevante porque es el toque de certeza científica que faltaba sobre
el único elemento de prueba que decían tener los rusos para decir que Hitler había muerto en
Berlín.
—¿Hitler se escapó a la Argentina?
—Hoy son más la cantidad y la calidad de las pruebas que demuestran que
Hitler se escapó de Alemania y llegó a la Argentina, fundamentalmente por la cantidad de testigos,
al menos media docena, de nuestro país. Y hay documentos del FBI que revelan que en esa época ellos
buscaban a Hitler en la Argentina, entre otras pruebas.
—¿Hitler sólo vivió en Bariloche?
—No. Hitler llegó a la Argentina siendo joven, con 56 años, y muchos
contactos. En Bariloche se reunían, pero estuvo en varios lugares del país, salió y volvió a
entrar. Llegó con otro nombre, no tenía el bigotito y se había cortado el pelo al ras y había
encanecido. Si uno lo hubiera visto no lo habría reconocido.
—¿Hitler vivió en el hotel Edén, de La Falda, que pertenecía a una familia
alemana?
—No ahí, sino en un chalet del matrimonio alemán dueño del hotel y en una
casa del Pan de Azúcar. Todavía vive la mujer que lo atendió en el 49. Eran tres personas: el
matrimonio del hotel, que ya murieron, y ella. En 1925 los dueños del hotel Edén comenzaron a
transferirle a Hitler la plata de los alemanes de la Argentina. Loteaban tierras en Córdoba y le
giraban el dinero. Hay una cantidad de correspondencia impresionante, como cartas de Hitler de 10 ó
15 carillas donde cuenta qué hacía con el dinero enviado. Ida Eicchorn, la mujer del matrimonio
alemán del hotel Edén, trataba a Hitler como su "primo". Hay filmaciones donde se los ve juntos en
Berlín. Y hay un informe del FBI de setiembre de 1945 que dice que "en La Falda está todo preparado
para recibir a Hitler".
—¿Por qué Hitler vino a la Argentina?
—Hitler no podía escapar solo, sin el acuerdo de Estados Unidos, que tenía
un sistema de radar muy moderno para controlar los barcos y los aviones en todo el mundo. A la
Argentina vinieron entre 20 y 30 mil nazis, donde Perón pudo recibirlos con acuerdo
anglo-norteamericano, pero a Estados Unidos fueron unos 300 mil. Estados Unidos recicló a los nazis
para pelear contra el comunismo. Terminó la Segunda Guerra Mundial y empezó la Guerra Fría. Y a
ellos le interesaban la bomba atómica y el enriquecimiento de uranio que tenían los nazis. Fue una
gran transferencia de tecnología.