Massimo Franco juega en las "Grandes Ligas" del periodismo europeo: columnista del Corriere della Sera, fue colaborador de The Guardian y Los Angeles Times, es miembro del prestigioso Instituto de Estudios Estratégicos de Londres (International Institute for Strategic Studies, IISS). Pese a esos galones, resulta el hombre más afable y llano que se pueda imaginar. Ideal para que una entrevista salga bien y se establezca un diálogo abierto y fluido. Franco vino a Rosario por iniciativa del Consulado General de Italia a presentar su libro "El Vaticano según Francisco". Antes, pasó por la Feria del Libro porteña.
—Usted afirma que con la llegada de Francisco, América reevangeliza a Europa y no ya al revés. Una tesis que acá no se ha escuchado...
—Ni en Europa tampoco. Porque en Europa todavía no entendieron lo que pasó en el cónclave (que eligió a Francisco en marzo de 2013). El cónclave fue muy antiitaliano y antieuropeo. Todas las Américas se coaligaron para elegir un Papa americano, incluido EEUU, porque estaban cansados de las intrigas de la Curia, de los escándalos del Vatileaks, del IOR. Entonces se coaligaron no sólo para elegir a un argentino, porque había otros argentinos que eran orgánicos a la Curia, sino un argentino que es un "outsider", tanto geopolítico como para el Vaticano. Alguien fuera de esos juegos, que venía de la periferia de la Iglesia pero tenía una experiencia muy fuerte en una megalópolis. Esta es una frontera muy avanzada, tanto del catolicismo y más en general de la modernidad. Y todas las megalópolis están en el Tercer Mundo. Estas megalópolis, de más de 10 millones de habitantes, que hoy son 27, en 15 años se duplicarán. Y no habrá ninguna en Europa. Por esto, este Papa tiene una experiencia avanzada, proyectada hacia el futuro. Esta es la gran novedad.
—¿Cómo es la relación de Jorge Bergoglio con los cardenales africanos y asiáticos?
—Ellos votaron por él, pero mi impresión es que sobre todo en Africa no están contentos por las aperturas del Papa en el Sínodo (de octubre pasado sobre la familia), donde hubo roces fuertes. Parecía que en el Sínodo el Papa era minoría sobre el casamiento de los divorciados. Esto explica que este Papa tiene un desafío muy fuerte. Y los medios dan una imagen demasiado liberal, es más ortodoxo de lo que lo presentan.
—Esto es precisamente lo que se comenta en Argentina cuando a Francisco lo presentan como "liberal" en EEUU, por ejemplo.
—Es muy abierto y progresista en lo social. Pero a nivel de doctrina es muy ortodoxo. El cambió la mirada; cuando habla de homosexualidad, por ejemplo, se puede creer que lo cambiará todo. Pero no, es abierto e inclusivo pero en la sustancia todo queda como antes. Después, es un Papa que habla muy libremente, no está acostumbrado a ver la doctrina como los europeos. El la construye con la experiencia, la modela.
—Usted le da una importancia central a la opción de Francisco de quedarse en la residencia de Santa Marta.
—Sí. Pero, primero, este Papa es hijo de la dimisión de Benedicto XVI. Si no, no se entiende por qué el Cónclave lo eligió. Luego, el Papa dice "no quiero habitar ahí", es una elección de libertad personal, de tener su propia agenda. Y es un Papa que quiere estar con la gente, ser accesible. Cuando en Buenos Aires hice el "Papa tour", la guía me señaló: "La primera Santa Marta está allí", y me indicó el lugar donde vivió Bergoglio. Santa Marta es un símbolo de ruptura con el pasado, porque los Palacios Apostólicos fueron el centro de los escándalos, entonces el Papa tenía que decir que después de la dimisión de un Papa se parte de cero, no hay más posiciones adquiridas. Por eso el dice "Yo estoy en un hotel y lo que pasó en el pasado no debe repetirse".
—Hoy, en abril de 2015, ¿cómo está esa puja con los sectores conservadores?
—Creo que a nivel mundial el Papa ya ganó. Porque en dos años cambió totalmente la imagen de la Iglesia. Era una "imputada global" y ahora es una interlocutora creíble. Pero a nivel de Roma el desafío es todavía muy fuerte y no está ganado. Es claro que hay una internacional conservadora que no ama estas aperturas y ataca al Papa. El problema es la mentalidad de la Curia y la relación que el Papa estableció con ella. Es muy difícil, porque no puede existir un Vaticano contra el Papa, pero tampoco un Papa contra el Vaticano. Esta contradicción de un Papa que es un gran comunicador y pastor de almas y un jefe de Estado está irresuelta. Porque este Papa no quiere ser jefe de Estado. Veo malentendidos y problemas sobre esto. El verdadero problema no es la prensa conservadora, sino los cardenales y obispos que callan, resisten y esperan. No sólo en Roma, también en los epicospados del mundo. Este Papa es demasiado fuerte para atacarlo abiertamente. Es un luchador muy determinado. También está el problema del Papa emérito. Más allá de la voluntad de Benedicto XVI, los conservadores lo utilizan, para decir que era un Papa conservador y este otro es "liberal".
—La derecha de EEUU llegó incluso a llamarlo "izquierdista"; acá eso causó mucha gracia...
—Sí, un "marxista". Una locura. Hay ignorancia y mala fe. Estos ambientes norteamericanos conservadores no aman a este Papa porque es muy crítico con el capitalismo salvaje y muy abierto hacia los pobres y lo consideran demasiado latinoamericano. Algo que me llamó la atención es que el IISS de Londres no me había invitado nunca a hablar del Papa y el Vaticano porque considera a la religión una subcultura. Y con Francisco esto cambió. Me llamaron dos veces el año pasado. Y no es que se hicieron católicos. Comprenden que este Papa puede cambiar el rol de la Iglesia y los equilibrios internacionales. Como ocurrió con Siria, con Putin, o los Castro. Porque no es considerado por ellos una extensión de la Alianza Atlántica, sino un Papa no occidental, del Sur. Percibido como neutral entre Este y Oeste.
—Este modelo de gobierno colegiado con el grupo de 9 cardenales que formó el Papa, ¿como funciona?
—Diría que de manera muy desilusionante. No se reúnen a menudo y no crearon una institución operativa. Se reúnen cada tres meses. Simbólicamente fue una óptima intuición, pero operativamente no marcha bien.
—¿No hubo un exceso de optimismo en el mundo católico con este Papa? Argentina es una sociedad muy secularizada. Pasó la novedad y el catolicismo acá sigue perdiendo terreno.
—Creo que hay mucho optimismo sobre el efecto Bergoglio. Pero las Iglesias no están bien. No hubo una inversión clara de tendencia sobre la secularización. Este Papa relegitimó a la Iglesia y hay mucho entusiasmo de los fieles, pero no sé si se traduce en una mayor participación. El gran problema es que sólo se ve al Papa y a la gente. Pero nada en el medio, este impulso no se transfiere a los eclesiásticos. Ante la secularización, debe entenderse además que existe el riesgo de que el catolicismo sea sólo religion de los pobres hay una ruptura social. La religión debe incluir a todos. Si el efecto Bergoglio se limita a esto sería un desastre. Pero no creo, no es así a nivel mundial. Este Papa tiene una mirada muy especial hacia los pobres. El trata de explicar que si nosotros en el mundo rico no gobernamos también para las periferias, éstas van a destruir a ese mundo rico. No es un problema de caridad y justicia social solamente, es un problema de conveniencia y utilidad para todos. El padre Scanonne, de Buenos Aires, dice que este es el "Papa de los bárbaros". Y agrega que estos "bárbaros" no traen sólo problemas, sino también nuevas oportunidades y nueva sangre. Deben ser acogidos para mejorar un mundo rico muy viejo, muy egoísta, replegado sobre sí mismo.