El tristemente célebre triángulo de las Bermudas está investigándose exitosamente para aclarar por qué fagocita cuanta nave aérea o marítima esté a su alcance. Mucho más chiquitito, el tristemente célebre triángulo rosarino (río Paraná- avenida Pellegrini- bulevar Oroño) no facilita ninguna investigación de este tipo. Refractario a todo estudio, análisis, medidas, tendencias u opiniones sigue fagocitando el humor de los rosarinos, expulsa el aire puro, obstaculiza el avance vehicular cada 100 metros y es nido propicio para empollar piquetes y protestas. Ya no es solamente caótico pues éste es temporal y siempre ofrece solución. El triángulo es lisa y llanamente "un permanente imposible". Corresponde aclarar que nació con un grave defecto, cual es la falta de avenidas en toda su extensión unido a la deplorable falta de profesionalismo y visión de quienes debieron evitar su desarrollo bajo estas condiciones adversas. Ahora es tarde, muy tarde para actuar. A grandes males, grandes remedios. ¿Cuál es la exclusiva causa de esta insostenible y agravada situación? Todo lo que anda sobre ruedas (perdón, compañero Hugo Moyano) deberá limitarse, analizarse, reducirse al máximo. Un definitivo no al estacionamiento barato, a la autorización para nuevas playas, a las dobles filas circunstanciales, a los horarios sin límite para carga y descarga, al estacionamiento medido o particular en cualquier arteria del triángulo. El si para circular y estacionar debe otorgarse a los ómnibus que transportan pasajeros, a los automóviles de alquiler, a los camiones transportadores de valores, a los servicios de emergencia para seres humanos o para reparación de redes y servicios públicos, a los vehículos policiales, bomberos. Solamente de esta manera tan radical se podrá recuperar la funcionalidad del área más ejecutiva de la ciudad que, insisto, debe figurar en la mente de los candidatos a gobernador como futura capital provincial. Imagino que esta nota sufrirá opiniones adversas u explicaciones sobre la imposibilidad de aplicar estas sugerencias. Yo solamente me remito a esta realidad: la cosa no da para más porque no hay más qué dar. Se entiende, ¿no?