¿Cuándo fue que aprendí, o creí aprender, que el mundo puede reducirse a una línea? ¿Y que en esa línea encontrará todo lo que desea pero también aquello que no quiere encontrar? Era joven, por cierto, y la obra de Paul Klee me había advertido que haría visible lo invisible para todos aquellos que deseaban ver. Y he encontrado es estos días, sin saber si los estaba buscando o no, algunas reflexiones bajo ciertos espacios en blanco que se encontraban rodeando algunos dibujos de Klee. Siento la necesidad de nombrarlos, pues tengo con ellos una deuda que nunca podré pagar. "El balanceamiento del mundo" (1914); "Teatro del mundo" (1918); "Flora prehistórica" (1920); "Un jardín para Orfeo" (1926) y ese "Inalcanzable" de 1934 que abarca tantas cosas en la historia del hombre que nos sorprendemos de haber llegado hasta este momento plagado de incertidumbres que ignoramos como hicimos para salvarlas, a menos hasta ahora. En cada línea el dibujo cuenta su historia, nos hace patente lo desconocido, no sólo aquello que se encuentra en lo profundo del creador sino todas esas cosas que, misteriosamente o acaso sin misterio alguno, pertenecen a todos.