Estefanía Salvucci: Es innegable la potencia que tiene un espacio que desde hace más de dos décadas se sostiene con mucho amor y trabajo de artistas y gestoras de la ciudad. Nos toca vivir un momento particular dentro de la asociación, donde estamos cumpliendo 20 ediciones del Festival El Cruce en en un contexto de pospandemia, lo cual indudablemente modifica nuestro hacer y nuestra proyección. El año pasado hicimos un festejo virtual por los 20 años de la asociación, en este cumpleaños tan particular nos llegaron mensajes llenos de orgullo, amor, lucha y esperanzas que nos actualizan las energías para seguir creyendo, como dicen algunas fundadoras del proyecto, que ellas sentían allá por el año 99 que todo era posible.
Verónica Rodríguez: Entonces si hacemos un balance con sus debe y haber, tenemos un saldo muy positivo ya que en la vida cultural de la ciudad El Cruce es y ha sido motor de experimentación escénica, una marca de la danza contemporánea y una plataforma de visibilización para el país y para el mundo.
ES: A veces pensamos en cuántas personas vieron por primera vez una obra de danza o del lenguaje contemporáneo por nuestro festival, o quienes tomaron un seminario con algún artista o docente que de otra forma no habría venido a la ciudad. Nosotras mismas, tuvimos estas oportunidades gracias a nuestras antecesoras de la asociación.
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La obra “Pieles. Relatos de un territorio”, con Natalia Benedetto y dirección de Severo Callaci.
¿Cuáles fueron las transformaciones más notables en todo este tiempo?
VR: Creo que la clave de la persistencia de un proyecto es animarse a hacerle preguntas ¿Para qué lo hacemos, por qué, para quiénes? ¿Qué queremos narrar? ¿Qué buscamos transformar? Año a año las distintas comisiones que han organizado este festival se han preguntado estas cuestiones y han construido propuestas diferenciales que fueran dando pistas a estos interrogantes. Es así que las primeras ediciones giraban en torno a la visibilidad de la producción de la danza local y al cruce de lenguajes como búsqueda escénica. Años más tarde la premisa fue llevar la danza a las calles, hacerla convivir con el espacio público y alterar los paisajes conocidos. Otras ediciones promovieron otros objetivos, como por ejemplo fortalecer la producción local en danza a través de convocatorias y ayudas. Las ediciones de los años 2011 y 2013 recibieron la ayuda de Iberescena, lo que nos permitió potenciar el alcance y la producción tanto en sala como en el espacio público urbano afianzando las redes y los proyectos que desde entonces tienen continuidad ininterrumpida. También tuvimos ediciones más orientadas a retrospectivas, como por ejemplo la edición número 15 convocando a los bailarines y artistas que habían participado en las distintas ediciones de este encuentro que en una fiesta performática contribuyeron al festejo con sus intervenciones artísticas. De alguna manera el gusto por la transformación es permanente. Recuerdo la pregunta motora de la edición 17 que giró en torno a la pregunta spinoziana ¿qué puede un cuerpo?. La mayoría de protagonistas de este encuentro fueron mujeres artistas y creadoras de la escena de la danza local e internacional. Compañías de Alemania, Brasil, España, Bélgica y Argentina, elencos de institutos de enseñanza secundaria y terciaria, se presentarán en salas y espacios públicos urbanos para dar cuenta de la potencia de los cuerpos en movimiento. Y así llegamos al año 2018 en la que realizamos dos ediciones en un mismo año, preguntándonos si hay tradición en la danza contemporánea y cómo la abordamos y así fue como convocamos a algunos de los referentes más importantes de Iberoamérica para dialogar y reflexionar con las nuevas generaciones. Queríamos que los más jóvenes conozcan, de la voz de sus creadores, cómo fueron sus trayectos creativos.
Apostamos a seguir problematizando el festival por lo que proponemos trabajos en conjunto con otros colectivos locales y emergentes Apostamos a seguir problematizando el festival por lo que proponemos trabajos en conjunto con otros colectivos locales y emergentes
¿Cómo surge la idea hacer este festival hace dos décadas?
VR: El Festival Internacional de Artes Escénicas Contemporáneas fue creado a principios del siglo 21, siendo uno de los festivales independientes más relevantes de la escena latinoamericana. Nació como una necesidad del colectivo de crear una plataforma donde encontrarse, poder mostrar, probar, intercambiar materiales de les artistes que producían en ese momento en Rosario y ponerlos a dialogar con nuevos públicos y con producciones de otras provincias y países. No existían espacios o proyectos que albergaran los nuevos movimientos que aparecieron a finales de los 90 en relación a la danza contemporánea y artes escénicas, entonces fueron las Funciones Cobai la antesala de lo que más adelante sería el festival El Cruce. Les artistas de la danza contemporánea rosarines imbuidos en un clima de investigación en el cuerpo y en el lenguaje del movimiento necesitaban de espacios y tiempos de circulación diferenciales que poco tenían que ver con las propuestas de visibilización existentes.
¿Cómo fue la recepción del público en el inicio y de qué manera cambió en la actualidad?
VR: En sus comienzos el festival vino a ocupar un espacio novedoso en la escena contemporánea de la ciudad y al mismo tiempo un ámbito de visibilización de la producción local en danza contemporánea y lenguajes del movimiento. El público de aquel entonces esperaba de El Cruce experimentación, riesgo escénico, producciones que de alguna manera posicionaran al espectador en un lugar no tan conocido. Con el correr de las ediciones el festival se fue instalando e instituyendo, sin embargo nunca perdió su espíritu original. Fue afinando sus criterios y construyendo una modalidad de gestión que se fue enriqueciendo en lazos y vínculos institucionales y personales.
ES: El año pasado realizamos el festival de manera virtual, pudimos incluir la participación de personas de diferentes puntos del planeta y seguimos en movimiento para potenciar fuerzas con el objetivo de que la comunidad de artistas, de la que somos parte, afronte de mejor manera esa excepcional situación. Estamos muy felices de anunciar que, aún en los tiempos donde todo se veía difícil, sintiéndonos entre ilusas y optimistas, planificamos nuestro histórico festival para el mes de octubre de 2021. Valorando los pronósticos más alentadores, será posible hacer un festival con encuentros presenciales, como tan necesario creemos que es. Debemos decir que fue difícil, duro y por momentos dudamos de si lo que estábamos planeando realmente era posible en este contexto de pospandemia. Pensar en encuentros presenciales, en programar obras sin distanciamiento y en imaginar teatros llenos no llegábamos a dilucidar si era solo nuestro deseo o era algo que se podía materializar para este año.
¿Cuál es el criterio para la selección?
VR: La programación siempre fue variando tratando de sostener su espíritu federal. Nos interesa que puedan convivir producciones locales junto a nacionales e internacionales en una misma edición. A nivel curatorial, nuestros ejes transversales son el cruce de lenguajes, la experimentación y la potencia del cuerpo en escena como constructor de sentido poético. También nos conmueve revalorizar la tradición desde una mirada contemporánea y en vinculación con el presente. Programamos obras, piezas cortas, performances, procesos creativos en espacios convencionales, teatros, salas, como también en espacios abiertos de acceso público y gratuito. Queremos acercar el lenguaje a la diversidad de las personas, accesible tanto para público especializado como para público general.
Esta edición es la primera experiencia de programación mixta presencial y virtual. ¿La virtualidad, durante la pandemia, adquirió un nuevo estatus? ¿Se transformó en una herramienta más luego de que al principio fuese generalmente resistida?
VR: Durante 2020, en plena pandemia y crisis decidimos realizar la 19ª edición en formato totalmente virtual. A pesar que desde el año 2004 El Cruce incorpora el lenguaje del videodanza nunca nos hubiésemos imaginado poder realizar un festival virtual. El contexto actual puso aún más de manifiesto las relaciones de los sujetos, la mediación tecnológica y el uso de las pantallas como medio de expresión y creación. Reconocemos que fue toda una instancia de aprendizaje y supervivencia cultural. En nuestras ideas estaba la edición Nº 20 naciendo como una bisagra entre las experiencias escénica presencial y virtual. Actualmente continuamos gestionando proyectos culturales que reconozcan las subjetividades y valoren la importancia del cuerpo en la escena e incorporamos todo ese aprendizaje de manera que posibilite lo que antes de la pandemia hubiese sido impensable, como por ejemplo mesas, encuentros y debates con invitados internacionales o seminarios de formación virtuales.
ES: Luego de realizar con modalidad virtual nuestro último festival, impensadamente tiempo atrás, retomamos los espacios de nuestra ciudad e invitamos a personas de otros puntos del planeta a compartir casi 10 días de programación mixta, donde una vez más, en un gran desafío para las gestiones sin precedentes, con estos formatos proponemos seminarios, talleres, funciones, videodanza y música en vivo para celebrar el encuentro y brindar, barbijo de por medio, por nuestros ya más de 20 años como colectivo de artistes independientes de la ciudad que seguimos apostando a la circulación y creación en nuestra ciudad.
Mencionan que “desde la transversalidad entre el arte performático y la perspectiva de género, esta nueva edición busca hablar con y para la época que vivimos”. ¿De qué manera se verá en escena este enfoque? ¿Cómo transforma El Cruce ese objetivo?
ES: Desde nuestro ser mujeres de la escena local nos cuesta que nos reconozcan como trabajadoras. En el reconocimiento del trabajo se evapora el imaginario romántico. Detrás de cada obra, clase, publicación, festival y en cualquier manifestación de la danza en cualquier formato, lo que hay es trabajo, mucho trabajo, ensayo, prueba, agotamiento, angustia por supuesto, también hay goce y diversión. Pero sobre todo, muchas horas de trabajo y muchas personas involucradas. Entendemos que para hablar con y para la época en la que vivimos tenemos que generar vínculos con hacedores locales y jóvenes. Se nos hace vital pensarnos políticamente como espacio de creación y difusión de las artes escénicas que apela a una mirada en clave transfeminista, construyendo vínculos, generando tramas, para posicionarnos como creemos que es necesario. Seguimos siempre invitando a otres a formar parte de esto. Apostamos a seguir problematizando el festival por lo que proponemos trabajos en conjunto con otros colectivos locales y emergentes. El año pasado invitamos a trabajar en conjunto a Micelio 520, espacio cultural que genera movidas en la ciudad. Este año la inauguración está a cargo de Casa Kaos, espacio cultural queer, porque entendemos que es una manera de visibilizar trabajos y artistes. Para valorizar y no naturalizar el trabajo que día a día se hace, principalmente en una ciudad como Rosario que se ha posicionado como vanguardia artística en muchos aspectos pero quienes trabajamos en esos espacios muchas veces no somos reconocides. También invitamos a compartir la programación de seminarios con artistes internacionales a artistes locales que puedan dar su mirada sobre nuestra performance, que dicten clases con las propias miradas de la ciudad en la que trabajan.
Además de la perspectiva de género, ¿de qué manera se integran a El Cruce otros colectivos?
VR: Trabajamos buscando potenciar al máximo los recursos que tenemos, generando redes entre compañeres, otros colectivos, colaboraciones, coproducciones, subsidios y diversos intercambios para lograr la realización de cada una de nuestras ediciones contra viento y marea. Es así que desde hace muchos años nos vinculamos con colectivos nacionales e internacionales para gestionar proyectos conjuntamente, como por ejemplos los intercambios de compañías entre la ciudad de Valparaíso (Chile) y Rosario a través del Festival Danzalborde. El festival a su vez conforma otras redes como Rediv (Red Internacional de Videodanza), o la histórica Red de Ciudades que Danzan, solo por mencionar algunas. En el mismo sentido participamos activamente en frentes y movimientos de defensa de derechos y gestión de políticas públicas que mejoren las condiciones de producción. Cada Cruce es un cruce de muchas voluntades para un bien común y ese bien común es la cultura, como tesoro de todos y todas.
ES: En el contexto de la pandemia por Covid-19, trabajamos junto a otros colectivos de artes escénicas de nuestra ciudad, articulando con organismos estatales para impulsar y difundir ayudas, becas y concursos para el sector artístico el cual resultó y resulta especialmente vulnerable en estos momentos. A su vez, conformamos el Frente de Emergencia de la Danza donde articulamos acciones conjuntas con más de 40 espacios del resto del país para idear estrategias y activar políticas públicas para la danza a corto, mediano y largo plazo.