Luego, la jefa de Estado observó los sables de próceres como Manuel Belgrano, Manuel Dorrego, Guillermo Brown y Juan Manuel de Rosas, que son exhibidos en la misma sala donde podrá admirarse esta espada que San Martín desenvainó a lo largo de la gesta libertadora que lo llevó por Argentina, Chile y Perú.
Varios funcionarios del gobierno y legisladores acompañaron a la jefa de Estado durante la ceremonia en la que también participaron jóvenes y estudiantes.
Entre los funcionarios se destacó la presencia del jefe de Gabinete, Aníbal Fernández; el ministro de Interior y Transporte, Florencio Randazzo; el titular de la cartera de Defensa, Agustín Rossi; el secretario General de la Presidencia, Eduardo 'Wado' de Pedro, y el secretario de Legal y Técnica de la Casa Rosada, Carlos Zanini.
También estuvieron el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Daniel Scioli; el titular de la Cámara de Diputados de la Nación, Julián Domínguez; el senador nacional Juan Manuel Abal Medina y el diputado Carlos Kunkel.
Por su parte, Wado de Pedro sostuvo que "el mejor homenaje que recibió hoy el Libertador es la multitud que salió a la calle a acompañar el desfile que trasladó su sable hasta el Museo Histórico". "Es un símbolo para todos los argentinos de la lucha del general San Martín por la soberanía, la libertad y la integración de América latina", remarcó.
El cortejo patrio que trasladó el sable corvo hacia el Museo Histórico Nacional se convirtió en una verdadera fiesta popular desde que partió del Regimiento de Granaderos por la mañana acompañado por la guardia de esa tradicional unidad militar que fundó San Martín.
Los granaderos rindieron un homenaje a su paso a los soldados caídos en la Guerra de Malvinas y luego llegaron hasta la Catedral Metropolitana, donde el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, bendijo el sable.
"San Martín representó en su máxima expresión los reclamos de libertad e independencia de nuestro país y destacó que su sable fue desenvainado únicamente en las batallas de independencia de América del Sur, para gloria de nuestro pueblos", señaló Poli al administrar ese rito de la Iglesia.
Sobre el relicario donde descansan los restos del prócer, Poli deseó que "el encuentro entre el padre de la patria y su noble arma produzca la paz, reconciliación, justicia y progreso respetando la voluntad y legado de quien hoy evocamos".
La jornada se vio marcada desde temprano por la emoción y el colorido de niños que agitaban banderas argentinas y saludaban el paso el cortejo del sable, que se abrió paso a lo largo del extenso recorrido entre las miles de familias que salieron a festejar una nueva jornada de las actividades por la Semana de Mayo.
Todo se inició pasadas las 11 con el desfile en el Regimiento de Granaderos a Caballo, desde donde partió el desfile patrio con la cureña, acompañado por el ministro de Defensa, Agustín Rossi, en un recorrido que alcanzó las calles Luis María Campos, Bullrich, avenidas del Libertador, Leandro Alem, Rivadavia, Bolívar, Yrigoyen, paseo Colón, hasta llegar al Parque Lezama.
Posteriormente, luego de que la Fanfarria del Alto Perú ejecutó la Marcha de San Lorenzo, el cotejo inició el último tramo en su marcha hacia el Museo Histórico Nacional, en Parque Lezama.
Minutos antes de las 14, el sable llegó al Museo Histórico Nacional, donde era aguardado por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, quien poco después -en una ceremonia transmitida por cadena nacional- lo depositó en su destino final, en una vitrina del Museo.
La Jefa de Estado fue quien dispuso, a través del decreto 843/2015 publicado días pasados en el Boletín Oficial, el traslado del sable corvo del Libertador al Museo Histórico Nacional.
El arma que el Libertador le obsequió a Rosas
El sable corvo del general José de San Martín tiene tras de sí un largo derrotero ligado a la historia argentina, tanto en las luchas por la independencia como en los conflictos internos que surgieron tras su proclamación y también está atravesado por los hechos contemporáneos que vivió el país hasta el día de hoy, cuando fue trasladado desde el Regimiento de Granaderos hasta el Museo Histórico Nacional.
El sable fue adquirido por San Martín en su estancia en Londres, poco después de dejar España y antes de embarcarse a Sudamérica. Tras el retiro de San Martín en Europa, el arma quedó en la ciudad de Mendoza en manos de una familia amiga. Antes de morir San Martín legó su sable al gobernador Juan Manuel de Rosas.
Mariano Balcarce le escribió a Rosas: "Como albacea suyo, y en cumplimiento a su última voluntad me toca el penoso deber de comunicarle esta dolorosa noticia, y la honra de poner en conocimiento la siguiente cláusula de su testamento: «El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sur le será entregado al general de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tentaban de humillarla"
Años después, desde su exilio en Inglaterra, Rosas, escribe: "Su excelencia el generalísimo, capitán general don José de San Martín, me honró con la siguiente manda: la espada que me acompañó en toda la guerra de la Independencia, será entregada al general Rosas por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la patria. Y yo, Juan Manuel de Rosas a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue a su excelencia el señor gran mariscal presidente de la República paraguaya (Francisco Solano López) y generalísimo de sus ejércitos, la espada diplomática y militar que me acompañó durante me fue posible sostener esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo los derechos de su Patria".
Una vez enterado de la muerte del mariscal paraguayo, Rosas decidió legar el sable a su amigo Juan Nepomuceno Terrero, y tras su muerte a su esposa y luego a sus hijos e hija por orden de edad. La espada pasa así a posesión de Máximo Terrero y Manuelita Rosas tras la muerte de Rosas, ya que Juan Terrero ya había muerto.
En 1896 Adolfo Carranza, director del Museo Histórico Nacional, solicita a ambos la donación del sable de San Martín, a lo cual acceden. El mismo fue enviado entonces de Londres a Buenos Aires, a donde llegó el 4 de marzo de 1897 y fue depositado en el Museo Histórico Nacional. El dictador Juan Carlos Onganía dispuso en 1967 que el arma quedara bajo custodia del Regimiento de Granaderos, hasta que ayer fue trasladado al Museo Histórico Nacional por Cristina.
El arma que el Libertador le obsequió a Rosas
El sable corvo del general José de San Martín tiene tras de sí un largo derrotero ligado a la historia argentina, tanto en las luchas por la independencia como en los conflictos internos que surgieron tras su proclamación y también está atravesado por los hechos contemporáneos que vivió el país hasta el día de hoy, cuando fue trasladado desde el Regimiento de Granaderos hasta el Museo Histórico Nacional.
El sable fue adquirido por San Martín en su estancia en Londres, poco después de dejar España y antes de embarcarse a Sudamérica. Tras el retiro de San Martín en Europa, el arma quedó en la ciudad de Mendoza en manos de una familia amiga. Antes de morir San Martín legó su sable al gobernador Juan Manuel de Rosas.
Mariano Balcarce le escribió a Rosas: “Como albacea suyo, y en cumplimiento a su última voluntad me toca el penoso deber de comunicarle esta dolorosa noticia, y la honra de poner en conocimiento la siguiente cláusula de su testamento: «El sable que me ha acompañado en toda la guerra de la Independencia de la América del Sur le será entregado al general de la República Argentina, Don Juan Manuel de Rosas, como una prueba de la satisfacción que como argentino he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República contra las injustas pretensiones de los extranjeros que tentaban de humillarla”
Años después, desde su exilio en Inglaterra, Rosas, escribe: “Su excelencia el generalísimo, capitán general don José de San Martín, me honró con la siguiente manda: la espada que me acompañó en toda la guerra de la Independencia, será entregada al general Rosas por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido los derechos de la patria. Y yo, Juan Manuel de Rosas a su ejemplo, dispongo que mi albacea entregue a su excelencia el señor gran mariscal presidente de la República paraguaya (Francisco Solano López) y generalísimo de sus ejércitos, la espada diplomática y militar que me acompañó durante me fue posible sostener esos derechos, por la firmeza y sabiduría con que ha sostenido y sigue sosteniendo los derechos de su Patria”.
Una vez enterado de la muerte del mariscal paraguayo, Rosas decidió legar el sable a su amigo Juan Nepomuceno Terrero, y tras su muerte a su esposa y luego a sus hijos e hija por orden de edad. La espada pasa así a posesión de Máximo Terrero y Manuelita Rosas tras la muerte de Rosas, ya que Juan Terrero ya había muerto.
En 1896 Adolfo Carranza, director del Museo Histórico Nacional, solicita a ambos la donación del sable de San Martín, a lo cual acceden. El mismo fue enviado entonces de Londres a Buenos Aires, a donde llegó el 4 de marzo de 1897 y fue depositado en el Museo Histórico Nacional. El dictador Juan Carlos Onganía dispuso en 1967 que el arma quedara bajo custodia del Regimiento de Granaderos, hasta que ayer fue trasladado al Museo Histórico Nacional por Cristina.