Todo es oscuridad, plástico en los dedos y el fulgor azul que ilumina las caras. Detrás del colchón sonoro de una base asincopada de los Beastie Boys se mezclan sintetizadores Midi y gritos de pelea. Hay olor a los 90 dentro de un antro de arcades. Como un viaje en el tiempo a la niñez del 1 a 1 y contar las monedas para jugar. Hay luces negras, neones, sillones, camperas de cuero, tatuajes. Banquetas con pintas de cerveza apoyadas. Es Ficha. Abrió hace pocos días. Es el sueño de unos chicos que apenas pisan los 40. Está en Francia al 800, casi Córdoba. Y es una invitación a recordar que se suma a una tendencia nacional que hasta el momento no había hecho pie en Rosario.
La nostalgia es un arma cargada de pasado. Hay toda una industria del recuerdo apuntada a los millennials, películas, series, juguetes, vestimenta y videojuegos hechos para adultos jóvenes que vivieron su infancia en la era donde la televisión era la reina de la casa, no había internet sino revistas para enterarse de la música que se escuchaba y las consolas en las que se jugaba, y todo se hablaba en persona o por teléfono fijo. Una época donde muchos se las ingeniaban para divertirse barato mientras otros iban a Disney y se traían juguetes que parecían fabricados en otro planeta.
Ficha pesca en ese río, pero no desde una veta comercial sino desde un costado más under: la voluntad de crear uno mismo ese lugar al que se quiere ir pero no existe, un bar nocturno con fichines y algo de movida cultural. Por eso la inscripción en el piso y paredes: "Arcade es cultura". Todo empezó con el sueño de Guillermo Napolitano, un músico que trabaja como administrativo algo cansado de la rutina. Lo del sueño es literal: "Soñé cuatro veces en un mes que entraba a un lugar de fichines. Hablando con la psicóloga me di cuenta de que era lo que quería hacer. Y empecé el largo proceso de ponerlo en marcha, que llevó un año y medio", cuenta.
Se puso a averiguar dónde se conseguían los arcades originales, cómo eran las máquinas, los costos, y empezó a pensar en un lugar para instalarlo. La idea siempre fue un bar para adultos (solo entran mayores de 18 años) donde se pueda jugar con arcades originales pero también tomar una cerveza o comer algo sencillo, un perfil que apareció en Buenos Aires, pero aún no en Rosario, donde sólo hay lugares con algún emulador o flippers. Fue sumando gente a su proyecto, hasta que dio con los correctos: Ricardo García, un gastronómico, y Gabriela Tolosa, una contadora. Ya tenía las tres patas necesarias.
El local de Francia 811 tiene una historia digna de contarse. Cuando Guille era adolescente, en los últimos años antes de 2000, con sus amigos se juntaban a media cuadra, sobre el cantero de Francia. El comercio donde hoy está Ficha estaba abandonado, y los chicos lo usaban para refugiarse del frío y la lluvia. Incluso habían llevado unos colchones para tirarse, y graffitearon las paredes con aerosol, escribiendo 2 Minutos y otras bandas de la época. Esas mismas paredes lo esperaron más de 20 años.
Antes de ser un arcade, el establecimiento albergó de 2002 a 2016 al bar 811 (muy recordado por estudiantes), y luego otros tres de poca duración: un speakeasy, un bar brasilero y un coffee bar. La entrada es un rectángulo finito que da a un mostrador donde se compran las fichas (tres por 500 pesos), la comida (súper panchos con lluvia de papitas o burritos) y la bebida (birra artesanal, gin, vermut y Fernet a precios populares). Hay un par de taburetes y barras para consumir ahí abajo. Una escalera lleva al segundo piso, donde sucede la magia.
Dos contra la máquina
Al subir, los 10 arcades lo envuelven todo con su magnetismo: están el Snow Bros (el preferido del público femenino), Metal Slug, Captain Commando, Cadillacs & Dinosaurios (a veces hay cola para jugar), Seibi Cup (el de fútbol en el que aparece Maradona con la porra), Wonder Boy, Tetris, Double Dragon y dos de pelea que viven ocupados por amigos que se desafían: King of Fighters 97 y Street Fighter II. También hay una Family Game con Mario Bros y otros títulos para jugar libre con dos joysticks.
Los arcades son caros. Cuestan, en promedio, 150 mil pesos. Los compraron en La Plata, Rosario y Buenos Aires a coleccionistas, a restauradores, a tiendas especializadas. Son máquinas de los 90 o fines de los 80 con los clásicos gabinetes de madera que requieren de la presencia constante de un técnico porque a veces fallan, sobre todo los controles. Hay dos sistemas: Jamma, que en el corazón del fichín tiene una placa enorme; y Neo Geo, que permite cambiar los cartuchos. La idea es ir rotando los juegos para que los clientes siempre encuentren algo nuevo.
El lugar tiene onda. La atmósfera sombría y la música es muy acorde. Suena hip hop y punk rock: NWA, 2Pac, The Clash, Stooges y Ramones. Hay muchos grupos de amigos y amigas, parejas y festejos de cumpleaños. Gente que invita a otro a revivir ese recuerdo, pero en otro ámbito, más parecido a los que se frecuentan a los 20 y a los 30. El desafío, dicen los dueños, es incentivar la participación mujeres para equilibrar el público. Por eso están pensando en comprar una máquina de baile.
Ficha abre todos los días de 18 a 2. Y por ahora tiene un caudal de gente importante. Una de las claves, para los dueños, es que se vive la libertad inédita de no depender de un adulto para jugar sin límites. "Ahora que somos grandes nos compramos las fichas que queremos. Cuando éramos chicos contábamos cada moneda. A veces, cuando nadie veía, nos robábamos las de la fuente de la galería de San Martín y Córdoba para seguir jugando", recuerda Ricardo entre risas. También, al abrir los lunes, caen muchos trabajadores de la gastronomía.
La cercanía con el Mercado del Patio (en especial con la parte de atrás nueva, Vía Vieja) lo beneficia por el corredor de Córdoba que se ha visto revitalizado. Pero lo cierto es que de noche está medio solo, acompañado por la cervecería Animal a la vuelta, por Córdoba, y Viking Growler en Suipacha y Santa Fe.
Aunque la extensión de la vida gastronómica de Pichincha a Olmedo, y el cambio de uso residencial de Francia, con muchos edificios nuevos, hace esperar que la zona cobre otro tipo de movida nocturna si se instalan más locales. Por eso la idea es armar eventos culturales, como duelos de DJs que pasen casetes o reproduzcan desde discmans, shows en vivo de raperos, o competencias en distintos juegos. La agenda se puede seguir en el Instagram del bar.
"Se nos ocurrió enfrentar a los campeones de otros locales, como Insert Coin de la ciudad de Santa Fe o el bar Destello de Buenos Aires", apunta Napolitano. También quieren hacer un desafío local con los mejores jugadores de Istanbul, otro bar de Echesortu que arma torneos de juegos de lucha como Mortal Kombat, Marvel versus Capcom, Street Fighter o King of Fighters. Y quizás, si consiguen el aparato, lanzar uno de baile con Pump It Up o Dance Dance Revolution. Ese quizás rompería la convocatoria.
Mientras tanto, los juegos están ahí. La nostalgia, como el tango, siempre espera.