Cautivos de la ignorancia y la sanata, algunos se demoran en la retaguardia escalando el barranco de la vanidad. Otros viven despeñándose en precipicios de tinieblas. Un grupo interesante se creen acorazados de poder, sin que perciban el abismo que los acecha. Los inmorales reconocen las normas y los valores de su sociedad, pero las infringen y viven de espaldas a ellas, poniendo el propio interés por delante de todos. Sólo respetan las normas si de eso se desprende un beneficio. Los nuevos emergentes de la ejecutividad nacional y provincial, amorales funcionarios y funcionales, no aceptan la necesidad de justificar sus comportamientos. Todo vale mientras se obtenga buenos resultados, especialmente económicos. La familia, gravemente perturbada o psicótica es como un barco sin timón, a la deriva en un mar de desaliento. Invisible y de sospechoso origen, un método sistemático fue separando al individuo de su familia, rompió su entramado, e incitó a los jóvenes revelarse contra los mayores. Alguien sabe muy bien que la fuerza conservadora de la familia, es un impedimento para cualquier movimiento masivo. La justicia, la salud y la educación, pilares de la salud mental de una sociedad organizada, repetidas veces, están en manos de adictos al erario público, sin ideas, ociosos y sin voluntad para renunciar frente a sus errores y descuidos. Amerita destacar que el descuido es una forma de desprecio sobre la responsabilidad encomendada. Es difícil sentir compasión por nosotros mismos, pero podemos ser capaces de solicitar disculpas a los ofendidos, promoviendo medios de sanar los perjuicios de que somos causantes, aunque reclamaciones y tumultos nos rodeen. No necesitamos que nos gobiernen, necesitamos que nos guíen por el recto camino. "La mayoría de los males sociales y políticos que sufrís, están bajo vuestro imperio, pues dependen de que tengáis la voluntad y el valor de cambiarlos". (Platón, 340 a de C.)