En momentos como estos donde tantos sentimientos se cruzan y tantas cosas quisiera expresar, sólo digo adiós, perdón y gracias Raúl Alfonsín. Adiós a uno de los más grandes demócratas que haya tenido nuestro país; un hombre humilde, sincero, pacifista y por sobre todas las cosas un hombre honesto. Perdón por no haber defendido su gestión y sus ideas a capa y espada como se hubiese merecido, por haber entendido tarde su mensaje conciliador, su sentimiento tremendamente nacionalista y sus ideales tan claros. Y gracias, muchas gracias por haberme contagiado allá por los 80 tanta alegría, tanta esperanza y por haber logrado que una importante generación, tal vez la última hasta hoy, haya participado en política sin tapujos, sin condicionamientos, con un profundo sentimiento democrático, sin intereses ni oscuras intenciones. Verdaderamente, decir gracias por todo lo que nos dio y enseñó sería interminable. Dios puede estar tranquilo, si necesita hacernos llegar algún mensaje nuevo ya tiene a su lado al más grande orador de todos los tiempos.