La empresa rosarina Bioceres es una de las pocas en Argentina que basa su negocio en la ciencia y la biotecnología. Creada por productores agropecuarias en 2001, su desarrollo en la primera década del siglo XXI, que incluyó una mirada estratégica respecto de la interacción con el sector público, la convirtió en un ícono del universo empresarial. Uno de sus hitos fue el desarrollo, a partir de un logro de investigadores del Conicet, de cultivos transgénicos tolerantes a sequía y salinidad. La introducción del gen HB4 en soja y trigo pone a esta compañía en el primer nivel del mercado global de biotecnología, donde dominan las grandes multinacionales. En el caso del cereal fino, esta novedad mundial abrió, paradójicamente, una discusión dentro de la cadena del cultivo, que involucra a semilleros, productores, molineros y exportadores, por la conveniencia o inconveniencia de liberar al mercado una tecnología que podría ser resistida por los países compradores. En la previa a la conferencia que dio recientemente en Idea Centro bajo el provocador título de "el miedo de ser primeros", Federico Trucco, CEO de Bioceres, habló con la prensa sobre el debate en torno al primer trigo transgénico del mundo, el futuro del negocio agropecuario y la situación presupuestaria del sistema de ciencia y tecnología.
—Bioceres es una empresa que se creó en 2001, en un contexto de crisis económica, y se desarrolló en un sector, vinculado a la ciencia y tecnología, que no es el terreno habitual en el que se desenvuelven las empresas más importantes. Cómo la impacta el actual escenario macroeconómico?
—El grupo no es ajeno a la realidad del país, aunque de alguna manera tiene la excepcionalidad de estar vinculado a un sector que tiene cierta amortiguación por operar en segmentos prácticamente dolarizados. Por otro lado, el 20% de nuestras ventas ya se genera en el exterior. Vendemos a 25 países. Nuestra empresa tiene un ADN bastante particular. Nuestro rol es de provocador. Desde lo tecnológico, tratando de hacer cosas que pensábamos que no podíamos hacer; desde lo organizacional, tratando de generar un espíritu de cuerpo entre 350 accionistas de los cuales ninguna tiene una posición dominante; ya nivel país tratando de entrar en debates institucionalmente más interesante. A veces caemos en una trampa que nos tendemos nosotros mismos al quedar enroscados en problemas que ya no son tal para el resto de la humanidad. Y es difícil salir de ese laberinto.
—La discusión en torno de la aprobación del trigo transgénico tolerante a la sequía y salinidad entró en ese laberinto'
—Lo del trigo tiene que ver con eso, con tomar un riesgo calculado, inteligente, y asumir que de esta forma vamos a asegurar un mejor repago. Si no tomamos riesgo entramos en un lujo de los ricos.
—Dentro de la cadena del cultivo, se celebra el desarrollo del evento pero hay resistencia a su aprobación, debido a las dudas sobre la reacción de los mercados compradores.
—Es un tema en el que tuvo intervención el mismo presidente y él nos invitó a armar una hoja de ruta entre privados, dentro de una ventana de 60 días desde la última reunión que tuvimos en febrero. En ese sentido, trabajamos con los exportadores y la molinería en tres ejes: uno que tiene que ver fundamentalmente en dar este mensaje a los productores y compradores del mundo, construyendo la oposición de Argentina como líder de este proceso de transición tecnológica. Recordemos que el trigo es un cultivo de 200 millones de hectáreas, dos veces el de soja y maíz. Los otros dos ejes son: llevar este debate a los consumidores y los procesadores locales, generando confianza en este proceso, y luego acordando temas regulatorios que hacen a la seguridad jurídica. Esas tres cosas van avanzando con distintos cronogramas. A priori es un primer entendimiento entre privados. Tenemos todavía que homologarnos con el actor público.
—Brasil es el primer mercado externo para el trigo argentino. ¿Qué expectativa hay sobre la actitud de las autoridades de ese país sobre el nuevo evento?
—Hace dos años que estamos interactuando con las autoridades regulatorias de Brasil, y después de varias recomendaciones que nos hicieron, este mes estamos presentando el dossier para solicitar la aprobación para sembrar allí. Algo que esperamos que sea otorgado en los próximos 18 meses. Es un poco el tiempo que se toma esta institución para este tipo de cosas. Recordemos que Brasil ya aprobó este tipo de eventos para el poroto y la caña de azúcar.
—En el negocio de la biotecnología hay una competencia de grandes multinacionales, ¿es posible que la demora del trigo tolerante a sequía provoque que se pierda una carrera?
—No se si hay otro que gane la carrera. Lo que veo está a varios años vista. Pero no por eso digo que la no aprobación no tenga costos.
—En el caso de la soja con el mismo evento de tolerancia a sequía, el camino del lanzamiento al mercado parece estar más despejado. ¿En qué etapa están?
—En soja es menos controversial la aprobación porque otros ya hicieron el camino y se convirtieron en enormes empresas. Tenemos la aprobación pero lo que no podemos hacer aun es lanzarlo en forma masiva porque resta la aprobación en China. Sí podemos ir presentando las variedades y escalando para tener inventario suficiente cuando se dé este paso.
—El año pasado presentaron los resultados
—El año anterior fue de una sequía dramática y eso nos permitió demostrar el funcionamiento de la tecnología como nunca antes en 10 años. En realidad, a campo está desde 2009. Según datos del Conicet, podríamos haber tenido poco más de 4 millones de toneladas adicionales de soja en la campaña pasada, si hubiese estado disponible esta tecnología en cada lote de soja. El año pasado hicimos nuestra primera jornada a campo, para que el productor pueda ver resultados. En Expoagro hicimos la avant premiere de la soja tolerante a sequía y salinidad.
—Tienen además un acuerdo con la empresa china Beijing Dabei Nong Biotechnology (DBN) para desarrollar y comercializar biotecnología
—Hace poco se anunció el evento con la compañía de Beijing con la que tenemos un acuerdo. Marca un poco el inicio de la era de los genéricos en biotecnología vegetal. Va a ser bueno porque nos va dar más opción y un precio más accesible. Si bien no es un salto tecnológico significativo respecto de lo que ya existe, estamos convencidos de que la llegada de muchos desarrollos chinos en el mercado latinoamericano generan competencia.
—El desarrollo de la biotecnología agita también la discusión sobre una nueva ley de semillas, que enfrenta históricamente a distintos actores del sector agroindustrial. ¿Cómo se para Bioceres en este debate?
—En la era del conocimiento, si no empezamos a reconocer la propiedad intelectual vamos a quedar empobrecidos. Hay cierta parte de la Argentina que piensa que reconocer la propiedad intelectual es extranjerizante, porque las patentes son de las multinacionales. Creo que es al revés. Es justamente el conocimiento argentino el primero que se va a premiar.
—Respecto del conocimiento, el presupuesto nacional de ciencia y tecnología tuvo recortes en el marco del ajuste fiscal del gobierno nacional. Bioceres interactúa desde su origen con el sistema científico público. ¿Les preocupa esto?
—Si seguimos entendiendo al gasto en ciencia y tecnología como gasto no tenemos futuro. Si en cambio lo vemos como una inversión y empezamos a ver que sea pertinente y genere un impacto en el mundo real, vamos a ver que es lo que más efecto multiplicador tiene. En el caso del trigo, lo que logramos es la punta del iceberg del nivel de riqueza que se puede generar con el conocimiento básico. Es difícil cuando un funcionario piensa en un subsidio de investigación de la misma forma en que piensa un subsidio a energía, a gas o al transporte. La ciencia básica en el mundo es financiada por el Estado. Hay países con mayor inversión privada en estadios posteriores. En Argentina la participación del sector privado es nula. Empezar a desarrollar el andamiaje emprendedor es fundamental. Nosotros carecemos de un esquema de financiación para estos proyectos.
—Desde el punto de vista de la innovación ¿hacia dónde va a el negocio del agro?
—Me cuesta pensar que el futuro del agro es más de lo mismo. Tenemos que buscar una nueva etapa. Así como la soja transgénica y la biotecnología nos permitieron un salto en un momento, ahora hay que buscar otro salto. Por empezar, tenemos que analizar los ecosistemas como cuencas fotosintéticas. No debemos limitarnos a los cultivos granarios sino que hay que comenzar a capturar parte de la biomasa que hoy se volatiliza. Para ser competitivos hoy hay que hacer la primera transformación en el punto de origen. Hoy el 30 o 40% del costo del procesamiento de las materias primas es el costo de moverlas de un lugar a otro. Si no vamos a procesos de inversión descentralizado, no sólo tendremos pasivos de inversión pública sino que vamos a desaprovechar la parte de la fotosíntesis que se volatiliza. Desde ese punto de vista, la transición de la agricultura granaria a la posgranaria es el mayor impacto que podemos imaginar en el corto plazo. La infraestructura que hoy existe es la necesaria para atrapar la parte de la fotosíntesis atrapada en un grano. Toda la capacidad de aprovechamiento de nuestra agricultura depende de esto porque el resto de la planta se descompone. Las nuevas tecnologías nos permiten aprovechar esto que hasta hace poco perdíamos. Hoy podemos poner, donde se produce el maíz, una planta en la que se pueda trasformar el tallo, la chala, la hoja, en cemento, asfalto. Para decirlo de otra manera, en lignina vegetal. Entramos en el mundo de los biomateriales, de los hidrocarburos en tiempo real. No es sólo producir 10% más de soja. Bioceres está identificando las oportunidades y trabajando en plantas de baja escala que permitan industrializar biomasa.