"Lo escenarios de disputa entre los sectores dominantes son cada vez más explícitos". El sociólogo Martín Schorr, estudioso de la estructura industrial argentina, analizó críticamente la política económica del gobierno de Mauricio Macri. Apuntó contra el "fenomenal proceso" de endeudamiento externo y el "ajuste tremendamente regresivo" que llevó adelante. Y aseguró que la industria fue el sector del capital más perjudicado por el programa oficial. Pero alertó también sobre las dificultades de articulación política en torno de esa evolución económica. Llamó la atención sobre las presiones devaluatorias y las crecientes pujas entre las facciones empresariales que acompañaron la llegada de la nueva gestión. El autor de "Industria y Nación" y "Hecho en Argentina" fue uno de los panelistas del congreso ordinario de la federación argentina de trabajadores del complejo oleaginoso, que se realizó en Rosario.
— ¿Cómo caracterizás la política económica del gobierno?
—La orientación es doble. Por un lado, tenés un proceso de endeudamiento externo fenomenal. Este año la deuda externa creció más de 50 mil millones de dólares, con un rol clave de la deuda que toma el propio Estado. La otra orientación es el ajuste tremendamente regresivo que tiene dos vectores: por un lado, una caída del salario del 6% en promedio respecto de los niveles con los que los dejó el kirchnerismo y, en segundo lugar, transferencias al sector económico equivalentes a cinco puntos del PBI. Ese es el principal balance. Una vuelta a los mercados financieros, al ciclo de endeudamiento externo fuerte y un combo regresivo de deterioro del salario y transferencia de recurso al poder económico.
— ¿Se sustenta este esquema?
—Lo veo complicado. Por el lado de la deuda, el llamado efecto Trump va a tener, y de hecho está teniendo, implicancias en esta capacidad que tuvo la Argentina de endeudarse en 2016. Por el lado de la inversión, me parece que está muy frenado el proceso porque hoy la actividad premia más la inversión financiera que en el sector productivo. El mercado interno lo tenés muy planchado por el deterioro del salario y la inequidad distributiva. Y la salida exportadora es, primero, para muy pocos jugadores, ya que cincuenta empresas exportan más del 60% de lo que exporta la Argentina. En segundo lugar, es una salida que incorpora muy poco desde el punto de vista de la dinámica del trabajo. Pero en tercer lugar hoy tenés un mundo que no te compra tanto como compraba hace cinco o seis años.
—¿El gobierno recalculará?
—No es fácil porque, en primer lugar, cualquier cambio hace trastabillar este esquema de transferencia de ingresos. Pero también percibo crecientes disputas dentro de los sectores dominantes respecto del nivel del dólar, del nivel de tasa de interés, de qué hacer con los dólares que están entrando por la deuda. Me parece que este es un modelo que cierra poco desde el punto de vista social y económico, un modelo que incorpora crecientes disputas al interior de los sectores dominantes . Y cuestiones que podrían generar efectos contrarios, como crecer por el mercado interno, por exportaciones o deuda, están bastante frenadas. No me parece que 2017 sea un año fácil en el manejo de la economía, pero tampoco en la ecuación política que acompaña a esa evolución económica.
—Entre los sectores disconformes están los industriales de la UIA...
—Hoy la UIA, con otros satélites que tiene, está presionando muy fuerte por una devaluación, lo cual implicaría una disputa fuerte con los sectores populares, porque toda devaluación genera inflación y deterioro de niveles salariales, pero también con los sectores de la timba financiera porque al encarecerse el tipo de cambio se reduce en dólares la ganancia financiera. Por eso el gobierno no tiene tanto margen para atender las demandas de los sectores dominantes, de modo que estos escenarios de disputa los veo cada vez más explícitos.
—¿Qué impacto tuvo la política económica en la industria?
—En promedio es el sector que más retrocedió en términos del conjunto de la economía. Dentro de eso, se consolidan sectores muy concentrados vinculados al procesamiento de materias primas, pero retroceden mucho sectores vinculados al mundo pyme. Que son sectores importantes en Santa Fe. Este es un modelo que impacta negativamente en la industria pero a la vez marca ganadores y perdedores dentro de la industria. En un escenario crítico, la industria más concentrada en la materia prima avanza, y retroceden los sectores más complejos y los que tienen más presencia en micro, pequeñas y medianas empresas. Estos sectores están enganchados con el mercado interno, que está muy planchado porque el salario está cayendo. No es que pierde toda la industria, pierde como sector contra el agro, la minería y la timba financiera, pero dentro de la industria también hay ganadores y perdedores.
—¿Qué opinas del plan de transformación productiva que presentó el gobierno?
—Llamar plan a eso es ser muy benévolo. En realidad, lo que marca es que, salvo la agroindustria y alguna otra actividad, para la mirada del gobierno buena parte del entramado industrial es no competitivo y sujeto a reconversión. Por lo tanto, está clarísima cuál es la aspiración. El propio Macri dice: "Tenemos que pasar de ser el granero al supermercado del mundo". Pero el problema es que no somos Australia. Argentina tiene una población muy grande y el modelo que ellos están pesando como de inserción en el mercado internacional no cierra para una población de casi 50 millones de personas. Con lo cual ahí tenés un conflicto social y político muy grande. En el corto plazo el modelo tiene muchas limitaciones pero en la mirada más estructural, de mediano y largo plazo, también. Entonces, políticamente es un escenario muy interesante el que hay por delante.
—A pesar del fuerte ajuste, no hubo grandes conmociones...
—Creo que ahí fue muy efectivo el discurso de la pesada herencia, pero cada vez vale menos. Ese argumento, más allá de que hay cosas que se pueden discutir, se va agotando. Y la avanzada muy fuerte del capital más concentrado en contra del mundo del trabajo sobre el primer trimestre, empieza a tener sus efectos más claros. De mayo para acá la disputa social es creciente, y marca los límites de esto. El manejo de la economía está muy condicionado por factores internos y externos. Eso habilita un campo de disputas que en enero, febrero y marzo de este año no lo tenías. ¿Y qué es lo que hay de novedoso ahora? Es que los sectores dominantes empiezan a mostrar diferencias en su interior. No está claro que el establishment respalde en todo este proyecto. Es un escenario interesante para el campo popular, muy distinto al del primer semestre.
—¿Cómo analizás el debate económico durante este año?
—Creo que mucha de la heterodoxia que hoy discute desde un lugar muy interesante fue la misma que cuando estuvo el kirchnerismo cerró la discusión. Y parte de la consecuencia de cerrar esa discusión en su momento fue que se allanó mucho el camino para que el planteo más ortodoxo de la derecha este conduciendo hoy la economía. Por lo cual yo creo que la heterodoxia hoy se fortalece, pero en un escenario de debilidad por el avance ortodoxo. Y creo que ese avance tiene que ver con ciertas cosas que la heterodoxia manejó de manera muy particular.