Doi Moi, así se le llamo al proceso de renovación que Vietnam encaró a mediados de la década del 80 luego que el país quedara devastado por la guerra, el hambre y su frustrante economía centralmente definida.
Doi Moi, así se le llamo al proceso de renovación que Vietnam encaró a mediados de la década del 80 luego que el país quedara devastado por la guerra, el hambre y su frustrante economía centralmente definida.
La inversión aumento a medida que la actividad económica se fue liberando de las ataduras de una centralización que apagaba toda iniciativa privada. Su proceso de reconversión, fue priorizando al sector privado (empresarios) como el verdadero motor de la economía real y el Estado se ubicó en el lugar adecuado, allanándole el camino para que los únicos generadores de riquezas desplieguen sus iniciativas y que el círculo virtuoso de la economía funcione.
Vietnam entre 1993 y 2005 multiplico su ingreso nacional por 5, redujo su pobreza drásticamente y sentó las bases de un crecimiento verdadero en base a: la integración comercial, las reformas financieras y un foco preponderante en la educación.
La antigua academia económica explicaba que la población (cantidad) y la tecnología eran las fuentes de crecimiento económico. El mundo evoluciona y junto con las renovadas demandas dan paso a la calidad de rrhh, la inversión en infraestructuras y un empresario en el eje (ya no el Estado) que equilibra todas las anteriores.
La cantidad fue, ahora es la calidad lo que hace la diferencia. Esta calidad nace en la educación como principal "insumo" diferenciador de países adelantados y quienes somos rezagados. La educación genera un indudable círculo virtuoso:
•Dota a los individuos de las herramientas indispensables para alejarse de la opresión que genera la ignorancia y nos abre la mente a desafíos capitalizables.
•Las empresas se nutren del "capital humano" que genera valor desde sus valores educacionales y su indispensable aporte retroalimenta al empresario a ir por más.
•Los Estados, se nutren de individuos que generaran desarrollos del que los gobiernos siempre son parte como socios (en las ganancias, claro está).
La economía se desarrollara siempre que el empresario descubra las necesidades sociales insatisfechas, que cuente con los insumos para cubrir esa demanda y que el entorno (reglas de juegos) potencien este espíritu solitario y luchador de ir por más a pesar de todo.
El entorno ofrece oportunidades y también las anula (cuando es hostil). El empresario las decodifica y desarrolla su producto o servicio. Luego el mercado aprueba o rechaza su propuesta y mientras tanto se generan: salarios, intereses, impuestos, inversiones que motorizan al resto de la economía.
El empresario crea valor adonde antes no lo había, genera riquezas, emplea mano de obra, invierte en infraestructura, y obtiene un residual del ingreso por ventas y el costo total de su producción. Así de simple y complejo porque es el mismo mercado quien juzga su precio, su costo, su canal distribución, su todo. Imagínate un Estado que estimule la iniciativa privada con costos competitivos! No es imposible. Es priorizar la producción.
Cuando el Estado asume el rol paternal trasladando los sus costos (los improductivos) a los privados, se deforman las señales inequívocas que brindan los precios y costos de los factores de producción. Las políticas de gasto público (erogar y distribuir por lo que no se genera) tergiversan estas señales, se confunden las decisiones la actividad privada pierde incentivos.
La pregunta es si verdaderamente Argentina ¿está sentando las bases para un desarrollo?
El empresario cuando crea empleo financia el sistema de presiones y al Estado en sus actividades. No es noticia que la carga fiscal a estos niveles apaga cualquier iniciativa privada y sostener al elefante estatal tiene sus costos.
Hace décadas que el Estado y la "ayuda social" están por delante de la producción. Hasta el FMI recientemente aprueba más ayuda social (0,3% del PBI). A los hechos me remito cuando ves que la ayuda social profundiza la pobreza y la exclusión.
Argentina tiene grandes oportunidades en las próximas décadas si se logra freezar las discusiones de políticas y se prioriza a la economía de producción. Sentar las bases implica acordar, consensuar principios básicos, con matices, pero con ejes rectores. Primero: producir.
El libre mercado, Estados ágiles, chicos y pagables. Esto habilitaría estímulos fiscales a la iniciativa privada (menos impuestos), una burocracia que acompañe (no que impida) y la educación en primer lugar, como la punta de lanza que pretende abrir el futuro a lo que venimos negando, el crecimiento económico y social. Como lo hicieron tantos países.
Para cerrar, la economía vietnamita hoy luce una población de casi 100 mill/hab, tasas de interés del 6,25%, desempleo 1,6%, inflación 2018 por 3,8% y un crecimiento de su PBI +7,08%. No hace falta repasar nuestros números, ¿verdad?
En un reciente informe al Parlamento, el primer ministro vietnamita Nguyen Xuan Phuc indicó que la economía creció más de lo planificado y lo que viene es mejor aun. Sus motores están encendidos: su industria manufacturera, las exportaciones, las inversiones extranjeras y el consumo interno (resultado de todo lo anterior). La gente se enfoca en trabajar y producir.
Cual fue la clave de su éxito? El Doi Moi, su política de renovación y de coordinación que priorizó a las empresas y su iniciativa privada, a la sociedad educándola y al Estado ubicándolo en servicio de las anteriores, eso sí: jamás poniendo el carro delante del caballo.
Por Facundo Borrego