La crisis financiera que estalló a mitad del año pasado en los países desarrollados se profundizó esta semana con la admisión por parte del gobierno estadounidense respecto de que la economía de la primera potencia mundial está en recesión.
La crisis financiera que estalló a mitad del año pasado en los países desarrollados se profundizó esta semana con la admisión por parte del gobierno estadounidense respecto de que la economía de la primera potencia mundial está en recesión.
El anuncio de un paquete de medidas fiscales por parte del presidente de Estados Unidos, George W. Bush, es la principal confirmación de que la crisis ya está instalada. El plan por 145 mil millones de dólares combina exenciones fiscales y subsidios para la población más afectada por la desaceleración económica y el crac en el mercado de hipotecas.
A diferencia de crisis más recientes, el epicentro de esta tormenta está en los países desarrollados. En ese sentido, tiene características más parecidas a los crac del 29 o al que le siguió a la crisis del petróleo en los años 70.
Sobre su extensión, los economistas se han dividido en dos bandos. Uno, que tiene entre sus referentes al ex presidente del Banco Central argentino Mario Blejer, enarbola la teoría del “desacople”, que dice que el desarrollo de Asia, la demanda que impulsa el precio de los commodities y la mejor situación fiscal de los países emergentes, limitaría el impacto de la crisis en este grupo de países. Otro grupo, entre los que se encuentra el estadounidense Joseph Stiglitz, considera que tarde o temprano, las consecuencias del estancamiento estadounidense y la inflación mundial se sentirán en todo el globo, vía desaceleración de la demanda que golpeará el precio de productos que hoy están por la nubes, como los granos.
Hasta ahora, la economía argentina sufrió sólo coletazos de la crisis l, merced al alto nivel de reservas en el Banco Central y la extraordinaria cotización de los commodities. Pero la historia recién empieza.
Por Facundo Borrego