Hay dos libros reveladores sobre la lógica que dominó la política económica de la dictadura militar que se inició en 1976. Sus títulos no son ingeniosos, ni literarios, ni románticos, ni glamorosos, ni cargados de metáforas o cacofonía épica. Son, en cambio, referenciales, precisos y tan iconoclastas como la genialidad de los textos que presentan. A 45 años del golpe, recordarlos es parte de un ejercicio político de la memoria.
Se trata de “La política económica de Martínez de Hoz”, de Jorge Schvarzer, y “Todo lo que usted quiso saber sobre la deuda externa y siempre se lo ocultaron”, de Alejandro Olmos. En este último caso, la obra se colectivizó de tal manera que aparece como su natural continuidad y culminación la publicación del fallo judicial que establece los delitos cometidos en la contratación del endeudamiento externo durante el Proceso y la culpabilidad del ex ministro de Economía.
Una sentencia inaplicable por prescripción pero de un valor político único. A la que se llegó por el trabajo arqueológico de un periodista y militante que desde los archivos, los gabinetes, los pasillos de los fríos edificios públicos y la persistencia, soledad y laboriosidad que requieren esas empresas meticulosas, reconstruyó durante más de 20 años el capítulo más opaco, intrincado y medular de la política económica del régimen.
Histórico militante de las causas populares, Olmos era, como recordó Norberto Galasso, de “aquellos que estaban en todos los barullos pero nunca en la lista de cobranzas”. Su investigación y sucesivas presentaciones judiciales desde 1982 sobre el proceso por el cual en siete años la deuda externa pasó de casi no existir a sumar más de 30 mil millones de dólares, reveló el mecanismo de relojería con el que se fabricó ese pasivo: coimas, autopréstamos, socialización de deudas privadas, contabilidades paralelas, endeudamiento vil e innecesario de empresas públicas, destinos inciertos de los fondos, funcionarios hermanados con banqueros y una concepción de política económica que, lejos de su pretensión de asepsia teórica, fue calificada judicialmente como criminal.
La deuda
Además de un fenomenal negocio privado, el brutal proceso de endeudamiento público fue parte de la construcción de un nuevo orden estructural en lo económico. Un monstruo invocado para encabezar una restauración inédita en la historia argentina. Aceite del ciclo de valorización del capital financiero que inició el golpe de Estado, fue, sobre todo, fuente de poder de una nueva clase de conducción que se autoasignó la tarea de llevar adelante a sangre y fuego un feroz experimento de reingeniería económica y social.
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Ese programa radical fue el que vio Schvarzer en sus tempranos trabajos sobre la política de Martínez de Hoz. Si bien su ya clásico libro se publicó en 1986, fue en realidad el fruto de una serie de estudios realizados durante la dictadura. Desde su exilio interno y la marginalidad académica, el economista fallecido en 2008 logró algo poco común: visualizar claramente el despliegue de un proceso económico de altísima complejidad, en forma contemporánea a su desarrollo. En esos momentos no estaba tan claro para todos los estudiosos que la política económica de la dictadura militar no era más de lo mismo. Que no era la cíclica intervención de las fuerzas armadas para arbitrar en las disputas entre las distintas facciones de la burguesía y mantener a raya al movimiento obrero. Sino que era una ofensiva terminal destinada a cambiar las bases económicas de la “Argentina peronista”.
"La política económica de la dictadura militar fue un aterrador experimento de reorganización de la estructura económica y social "La política económica de la dictadura militar fue un aterrador experimento de reorganización de la estructura económica y social
Desde la reforma financiera hasta las políticas de relocalización de industrias, desde el endeudamiento externo hasta la tablita cambiaria, el programa de Martínez de Hoz tuvo un objetivo profundo: invertir drásticamente los términos de la puja de ingresos en Argentina, desindustrializando, desactivando la capacidad de acción del movimiento obrero como clase, destruyendo meticulosamente las tramas de representación política y económica construidas durante más de medio siglo, acotando los mecanismos de movilidad social que metían presión al sistema político y disciplinando a los agentes económicos a una lógica orientada por del capital financiero.
Schvarzer también puso en blanco sobre negro que la elite operativa de este plan de reingeniería se construyó como una tecnocracia asimilada al capital concentrado y centralizado, que superara incluso al partido militar como factor de poder.
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Describió tempranamente cómo las decisiones del equipo que encabezaba Martínez de Hoz se orientaban, incluso con medidas que ponían en riesgo la propia sustentabilidad del plan económico, a crear un “mercado” falsamente desregulado cuyos desequilibrios sólo pudieran ser conjurados por la “confianza” en su conductor.
El ex ministro no sobrevivió a su propio programa, pero la extraña fascinación por los superministros de Economía, los gurúes y los oráculos financieros, acompañó la etapa democrática de la restauración conservadora hasta el estallido de 2001.
Schvarzer y Olmos fallecieron. Por suerte, pasaron en más de una ocasión por las páginas de esta sección. La definición es arriesgada, pero la figura del “héroe de gabinete” podría servir para reconocer al metódico estudioso que, con honestidad intelectual y desde los márgenes de la academia, se rebela convirtiendo la búsqueda del conocimiento en poderosa acción política.
Memoria
En tiempos en que los actos por el aniversario del golpe militar se convierten año a año en demostraciones multitudinarias de repudio y en el desfile esperanzador de nuevas generaciones de militantes; cuando los derechos humanos forman parte de una agenda que ni el más desprevenido de los dirigentes políticos puede ignorar; convocar la obra de dos viejos intelectuales y militantes, que con claridad y oportunidad contribuyeron a descubrir los fundamentos de un proceso feroz y aterrador, conlleva una modesta apuesta a reivindicar, en el plano de la memoria, la eterna alianza entre pensamiento y acción.
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