La busco entre la llovizna. No porque esté lloviznando en este momento, sino porque la busco en la llovizna de aquella tarde, entre las rutas de la Toscana, cuando nos desviamos, en el camino, para ir hasta la abadía de San Galgano.
Por Patricio Raffo
La busco entre la llovizna. No porque esté lloviznando en este momento, sino porque la busco en la llovizna de aquella tarde, entre las rutas de la Toscana, cuando nos desviamos, en el camino, para ir hasta la abadía de San Galgano.
UNO
En la abadía de San Galgano y con la tersura gris de lo que no habrá de repetirse, descuelgo cuadros que ya han sido descolgados hace años. Sin embargo, es la insistencia de la nostalgia la que lleva adelante ese gesto de estirar los brazos hacia arriba, tensar los músculos, elevar los cuadros unos centímetros y, finalmente, bajar esas viejas pinturas hasta posarlas en el piso en la similitud de un descanso entre las sombras. Es el fin de la belleza al fin de cuentas. La hermosura diluyéndose así como así: una especie de león echado sobre la tierra que fuera su reinado en el músculo de la arrogancia y ahora sepultura de sus garras en el sueño de su bravura. Es la hora del destiempo y es el amor que llega a su fin —creo yo— siempre de modo innecesario. Es la hermosura de la fiereza del león en el humo de lo ido. Una especie de final inconcluso que, como el amor, jamás encuentra su fondo. Es un precipicio sin fin: el amor es un precipicio sin fin.
DOS
Andréi Arsénievich Tarkovski nació el 4 de abril de 1932, en la localidad de Zavrazhie, en el distrito de Yúrievets, en la región de Ivánovo de la vieja Unión Soviética. Su padre fue Arseni Tarkovski, reconocido como uno de los poetas rusos más destacados de todo el siglo XX. Y Andréi Tarkovski fue uno de los cineastas más importantes de la historia. Y Andréi Tarkovski filmó poesía. Su mirada sobre las imágenes son poemas iluminados desde la profundidad de un entreluz. Tal la vida. ¿Se sentaría Andréi, con la lentitud de la bruma de Rusia, a escuchar a su padre, Arseni, leer poesía? ¿Alimentó Arseni Tarkovski a su hijo Andréi, entre la bruma de los campos de Rusia, con las palabras que, con el tiempo, se convertirían en las más bellas imágenes jamás filmadas?
TRES
En la abadía de San Galgano, el silencio es el vuelo de un pájaro que cae. Y puedo escuchar su aleteo de agonía en la tristeza desesperante de lo inexorable. Y puedo escuchar aquella voz tan amada llamándome por el nombre de los días de la luz. El amor se ha ido y ya poco o nada puede hacerse. ¿Sería posible ir detrás de él? ¿Como si se pudiese ir detrás de una bruma en la tristeza de La Toscana? La bruma es un atropello en la soledad de lo que se invoca: el amor se ha ido y ya nada puede hacerse. Hemos sido amantes. Profundos, arraigados, conscientes e imprescindibles. En la sabiduría de la certeza de nuestras vidas, hemos sido amantes.
CUATRO
Andréi Tarkovski, en su juventud, estudió música, pintura y escultura, aprendió de las lenguas orientales y la lengua árabe. Trabajó como geólogo en Siberia y es en esa soledad fría y descarnada que decidió dedicarse al cine, a la dirección cinematográfica, allá por 1954. Se inscribió en la Escuela de cine Vgik (Instituto Estatal de Cinematografía Panruso) y, en paralelo, profundizó sus estudios de violín. Su primer largometraje, La infancia de Iván, de 1962, ganó el León de Oro del Festival de cine de Venecia y la atención de todos. A partir de ese momento comenzó a ser observado por las autoridades soviéticas, las que le recortaron los futuros presupuestos.
CINCO
¿Es posible recortar el presupuesto de un artista? ¿Qué es recortar el presupuesto de un artista? ¿Le habrán limitado las notas que daba a luz con su violín? ¿Habrán limitado las imágenes que creaba en su imaginario para plasmarlas en un film? ¿Qué es un presupuesto frente al universo del arte? ¿Alguna vez un presupuesto delgado o inexistente pudo detener el arte?
SEIS
Hemos sido amantes. Recuerdo una fotografía que te tomé mientras nos refugiábamos de la llovizna, de las colinas de la profunda Italia, en esa vieja y abandonada abadía: en el marco de una enorme puerta de madera, elevadísima, estabas apoyada en la piedra de su borde, con la mirada perdida en el vacío de esa inmensidad, y con esa extraña belleza que suele acompañarte, y con ese silencio que te arropa habitualmente como intentara arroparte mi abrazo tantas veces. Hemos sido amantes. ¿Quién puede dudarlo?
SIETE
No hubo más que un maravilloso manojo de películas. Fundamentales: Andrei Rubliov, Solaris, El espejo, Stalker y Boris Godunov. Pero hay una. Hay una película en particular. Su penúltima película. Una. Esa. En 1983 filma Nostalgia. Como una especie de pausa dinámica en la historia del tiempo de las imágenes. Y para que su nombre sea leído en voz alta, en italiano, con la g como seguida de h y acentuada en la i. Y detenerse en ese sonido. No más que eso. Tarkovski filmó Nostalgia en Italia, siendo una coproducción con este país y bajo la estricta mirada de la Unión Soviética. Y filmó su vida. ¿Filmó su vida? Se dice que a Tarkovski poco le interesaban las tramas externas, Tarkovski filmaba el interior de los personajes en los que profundizaba con una estructura poética insospechada. Y no concebía ninguna forma del arte que la propia confesión en forma de imágenes. Parte de la filmación de Nostalgia se realizó en la abadía de San Galgano.
OCHO
En la abadía de San Galgano descuelgo cuadros húmedos de aquella llovizna, como en una película de Tarkovski que jamás será filmada. Ya no nos encontraremos. Ya no recorreremos La Toscana sin rumbo. Ya no miraremos nuestro mirar.
NUEVE
Andréi Tarkovski murió los 54 años, en París, el 29 de diciembre de 1986. Fuera de su tierra y a pocos meses de estrenar en Cannes su séptimo y último film, Sacrificio. Las autoridades soviéticas aceptaron que su hijo fuera a visitarlo escaso tiempo antes de su fallecimiento. Y exigieron que su cuerpo fuera enviado a su país para ser enterrado allí, a lo que su mujer, Larisa Tarkóvskaya, se negó. Andréi Tarkovski está enterrado en el Cementerio para inmigrantes rusos, en Francia, en el pueblo de Sainte-Geneviève-des-Bois.
DIEZ
En la abadía de San Galgano descuelgo cuadros que no existen, en la presunción de los desconocidos caminos en los que el amor, irremediablemente, se pierde para siempre.