Contaminar significa infectar, ensuciar. Si tomamos agua contaminada podemos enfermar y hasta morir. Desde hace un tiempo se habla de contaminación ambiental, queriendo decir que con actividades y sustancias nocivas (fumigaciones venenosas, escapes de automotores, residuos industriales, etcétera) se envenenan el aire, la tierra, ríos y mares, de tal manera que las especies vivas corren peligro. Eso quiere decir que animales, plantas y seres humanos pueden enfermar y morir como consecuencia de aquellas contaminaciones. El medio natural es atacado por creaciones humanas y transformado en algo peligroso. Lo natural es agredido por lo artificial, agregando problemas graves a la subsistencia de la población mundial, que ya enfrenta bastantes inconvenientes. Lo que hacen los humanos, si va en forma directa o indirecta contra ellos mismos, debiera ser corregido por los propios seres humanos. Si no se convertiría en algo absurdo e incluso asesino. Los hechos muestran que eso es fácil decirlo, pero hay dificultades para practicarlo. Como hay negocios de por medio, como hay alguien que lucra y no quiere perder sus beneficios, aparecen resistencias difíciles de vencer. Cambiando de tópico, cuando caminamos o nos trasladamos en algún vehículo, especialmente en las ciudades, podemos comprobar que las construcciones lindas o los paisajes agradables son difíciles de contemplar debido a la cantidad de anuncios de tamaño cada vez mayor que los tapan. ¿La humanidad se ha vuelto tan necia que construye para tapar, o que se esmera en ocultar lo lindo? Los urbanistas y arquitectos llaman a eso contaminación visual. Es decir, que la vista a la que tenemos derecho resulta envenenada por gente que es capaz de cualquier cosa con tal de vender para ganar. La televisión no se ha salvado, desde el momento en que el aviso de la prenda deportiva en la pantalla nos oculta casi el gol que tanto esperamos. La computadora tampoco, pues cuando usamos Internet no sabemos cómo sacarnos de encima los anuncios que tapan lo que queremos ver. ¿Hay derecho a que el negocio sea tan prepotente como para hacernos ver a la fuerza lo que no queremos, y para afear lo que nos agrada? Parece que hoy día sí hay derecho, porque los carteles están y nadie va preso. Entonces, hacen falta nuevas normas, que rescaten el sol, el aire, las nubes y las bellezas que nos rodean, reglamentando tales excesos autoritarios. ¿O todo está bien así?































