No quieren que los metan en la misma bolsa, aunque reconozcan que muchos de sus compañeros no
son de los más aficionados a la lectura más allá de lo que tiene que estudiar de los textos
escolares. Desde libros, revistas o un soporte digital, los chicos buscan hundirse en las aventuras
de un joven mago de Hogwarts o en alguna información puntual que les llama la atención desde las
páginas de un periódico.
Reunidos por La Capital, un grupo de alumnos de escuelas medias de Rosario y Villa
Gobernador Gálvez charlaron sobre sus gustos por la lectura y la escritura. La motivación de los
docentes por incentivarlos a leer, el rol de las familias y hasta la particular manera de
expresarse a través del chat o los mensajes de texto, fueron algunos de los temas abordados por los
jóvenes secundarios.
La saga del mago Harry Potter fue una referencia obligada a la hora de empezar a dialogar sobre
qué tipo de lecturas atrae su atención por estos días. Decenas de chicos se apostaron un par de
jueves atrás en las puertas de las librerías rosarinas para obtener un ejemplar de la versión en
español del séptimo y último libro la obra de J. K. Rowling, “Harry Potter y las reliquias de
la muerte”. Aunque muchos otros no pudieron aguantar tanta espera y ya a mediados del año
pasado adquirían el libro en su versión inglesa.
Tal es el caso de Indira Wislocki, de 16 años y alumna de cuarto año del secundario. Se confiesa
fanática de los libros de Potter, sobre todo por el tipo de escritura de la autora. “Tiene
una narrativa particular, una forma de contar los hechos de manera muy descriptiva”. Carla
Burgos Carrillo, compañera de Indira, destaca que estos libros son buenos para los jóvenes por que
“es bastante gráfica la forma de contar las historias”. “Hace referencias
históricas y mitológicas —comenta—, los hechizos derivan de palabras en latín. Te
enseña cosas sin darte cuenta, no es lo mismo leerlo ahí y que te vaya quedando, que sentarte y
estudiar un libro de historia”.
Aventuras y misterios
Estudiante de segundo año, Micaela Montenegro (14 años) asegura que este tipo de lecturas
también es de sus preferidas, al tiempo que aclara que “no con tanto fanatismo”.
“También los leí porque no son comunes los temas que tratan”, añade. De la misma
escuela, Sofía Polenta (13) cuenta que a ella le atraen más las aventuras de misterio: “Me
leí varias colecciones enteras de esos temas”.
Sin lugar a dudas las historias del género fantástico ocupan un lugar destacado en las
preferencias de estos adolescentes. También las novelas de terror que prefiere Ezequiel Do Santos,
de 16 años. Los cuentos de Fontanarrosa son para Elías Andrada, de quinto año del secundario, una
de las lecturas que le despertaron más curiosidad.
Pero la práctica lectora también se manifiesta para estos chicos en otros soportes. “Yo en
realidad mucho de los libros no leo, pero sí me fijo cuando hay artículos que me importan en las
revistas o de los diarios”, confiesa Joaquín López, de 15 años. La referencia de Joaquín
dispara en los otros alumnos el recuerdo de la experiencia con los periódicos escolares que
sostienen los chicos. Por ejemplo, “El quisquilloso”, en donde escriben Indira y
Carla.
La web es otro de los espacios en donde los adolescentes pueden encontrar materiales de su
interés. “Me acordé, también busco en internet páginas sobre autos y leo todo eso”,
cuenta entusiasmado Ezequiel. Los textos sobre historia del Imperio Romano también marcaron las
lecturas de alumno, de cuarto año de la escuela media.
En la misma bolsa
¿Qué les pasa cuando se dice que los chicos de ahora leen menos? La pregunta suma una serie de
reflexiones en la que los secundarios quieren dejar sentada su visión del fenómeno. “A mí, en
particular, me da bronca, porque nos meten a todos en una misma bolsa. Yo leía desde chiquita desde
’El color púrpura’ hasta cuentos de Fontanarrosa, entonces que digan eso por ahí es
generalizar un poco”, señala Carla, de 16 años.
Sin embargo, los chicos destacan que esa realidad la ven en algunos compañeros suyos. Ezequiel
cuenta al respecto que tiene “un montón de amigos, más chicos y más grandes, a los que no les
gusta leer casi nada”.
Un párrafo aparte merece el tema de la escritura. Sofía cuenta que desde chiquita reescribía
finales de cuentos tradicionales: “Los cambiaba un poco y los hacía como más me
gustaba”.
Las nuevas tecnologías, y el estilo de expresión cotidiana que se refleja en muchos soportes
digitales, también son parte de las preocupaciones de los chicos. “Creo que no alimenta el
nivel de escritura de una persona el fotolog. Hay algunos que están destinados a algún propósito,
pero muchos están llenos de h, paréntesis o números en lugar de letras, como con los mensajes de
texto, y yo realmente a veces me pierdo”, destaca Indira. “Eso es verdad, porque muchas
veces en el chat o por internet no se puede entender la oración completa”, agrega Sofía.
La familia, los amigos, pero en otros casos la propia curiosidad, son algunas de las referencias
inmediatas que los chicos nombran como lugares desde donde se suele incentivar a la lectura.
Responsabilidad que también le cabe a la escuela, porque como apunta Carla, muchas veces la
principal diferencia entre lo que leen por placer y los textos de las materias depende también
“de la pasión” que ponga el maestro para enseñar. “Porque si te da una hoja y te
dice que lo leas sin darte un apoyo nunca te va a gustar”, concluye la joven.