Juan Manuel, de 17 años, durante un encuentro casual por la calle con quien había sido su profesor le dice: “Gracias profe, ¡gracias!. Gracias a tu materia conocí a una chica de 2º año de comunicación social. Me la gané hablándole de 2001 Odisea del Espacio”. La anécdota la rescata Gonzalo Casadidio —el profesor en cuestión— en su libro “Imagen, fotografía y cine en la escuela secundaria. Reflexiones y una propuesta curricular” (UNR Editora), al describir una de las actividades favoritas desarrolladas con los adolescentes y que llama “Apreciando el otro cine”. El libro de Casadidio se presenta el jueves 20 de agosto, a las 19, en la Facultad de Humanidades y Artes.
En las clases de este profesor el celular es una herramienta más de trabajo, sus alumnos lo usan para sacar fotos, buscar información y escuchar música. La imagen y el cine no son subsidiarias de otras asignaturas sino objetos de estudio en sí, invitaciones permanentes para hacer la diferencia estética necesaria para enriquecer la mirada, conocer y, por qué no, sostener buenos argumentos que permitan “ganarse” una chica; también para reflexionar sobre la realidad o apreciar un filme de Tim Burton, Majid Majidi o Douglas Sirk. En las clases de Casadidio es posible llevar adelante un taller de Fotografía y Química, como el que ofrece en la Escuela Técnica Nº 469 (ex Técnica 7) de España 150, donde los alumnos de 2º año, por ejemplo, tienen la consigna de fotografiar reacciones y procesos químicos visualmente bellos. Y aprenden a manejar un trípode, un lente macro y a disfrutar de imágenes abstractas tomadas en un laboratorio escolar.
Todo por hacer. “Es una lástima que hoy no se esté pensando qué cosas hacer con la imagen en la escuela porque hay una cantidad de recursos enormes, todos los chicos portan sus cámaras, sus celulares y las computadoras del Conectar Igualdad tienen sus programas de edición de imagen, de video”, comparte como preocupación Casadidio, quien es artista visual, fotógrafo, docente e investigador, egresado de la Escuela de Artes Visuales y de Bellas Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Desde hace 23 años enseña en escuelas públicas y privadas. Actualmente, da clases en el área de educación artística en las Escuelas Técnicas Nº 5 y Nº 7, y en el Colegio San Patricio. También en el Instituto Humanitas y en la Facultad de Humanidades y Artes (UNR). En el prólogo de su reciente libro, la pedagoga Inés Dussel lo define como “un educador visual”, cuyo trabajo aporta claves “para pensar sobre la nueva situación tecnocultural en la que nos encontramos”.
En el libro de Casadidio hay diálogos, reflexiones, espacios para la interrogación, propuestas de actividades para el aula (con sus necesarias secuencias y evaluación) y sobre todo el registro de un valioso y exquisito trabajo pedagógico. Está dirigido a docentes y coordinadores de talleres de plástica, fotografía, cine, comunicación o educación. “Mi expectativa es que el libro se lea, se pueda dialogar con él. Me encantaría recibir devoluciones de las actividades, cómo las modificaron, conocer las apropiaciones que se hacen, porque los trabajos prácticos propuestos no partieron de cero, también fueron recreados”, expresa a modo de invitación.
Una sugerencia para no despreciar si reconoce que algo tan natural a los adolescentes como la imagen y la música todavía resultan terrenos desafiantes a ganar en la escuela secundaria. Es que “están faltando intervenciones pedagógicas sobre el trabajo con la imagen y ahí tenemos que ver los docentes. La imagen y la música, que son de alto consumo de los adolescentes de hoy, tienen que ser abordadas en la escuela con estrategias didácticas, con actividades, tienen que ser evaluadas, hay que ir más allá de la pura visualización de imágenes. Hay que instalar la diferencia. El docente debe demandar algo para hacer con esa imagen”, opina Casadidio y propone una mirada crítica a la formación docente en el campo audiovisual de las bellas artes, donde prima una marcada orientación a la obra de arte, a la historia del arte. “Los de arte tenemos que hacer el clic y también pensar en las pantallas, porque la presencia de las pantallas es un fenómeno asombroso”.
—¿A esto se refiere Inés Dussel cuando en el prólogo de su libro habla de tecnocultura?
—En la tecnocultura no hay solamente imágenes, hay nuevos modos de ver imágenes. Hay capacidades atencionales que han sido modificadas por la cantidad, variedad y ubicuidad de las imágenes. En mi libro menciono cómo cada vez hay menos espejos en las casas, en los edificios, en las oficinas. Hay menos espejos y más pantallas. Y de hecho todos portamos una que miramos decenas de veces al día.
—¿Este debate está presente en la formación docente o es una discusión pendiente?
—Está descontada la importancia de la imagen y su valor didáctico. Lo que están faltando son estrategias didácticas para trabajar en los distintos niveles. Faltan el cómo y el enfoque en una pedagogía visual.
—En la escuela se registran muy buenas experiencias con las imágenes, pero también abunda lo estereotipado, lo repetitivo...
—Y la fotocopia. Seguimos en el reinado de la fotocopia. Es muy común que en el nivel inicial y primario se usen dibujos fotocopiados para que el chico coloree. No está mal si los que se quiere es una práctica de motricidad fina, pero no es bueno desde el punto de vista artístico. La fotocopia normaliza, estandariza, acorta camino en el trabajo. Si hay que enseñar la unidad —por ejemplo— por qué no pedirles a los chicos que dibujen manzanas en lugar de hacérselas pintar en una copia.
—¿Cómo son sus clases hoy?
—En mis clases permito el uso del celular, por ejemplo, para sacar fotos de un trabajo, buscar imágenes o escuchar música, la mayoría lo hace mientras dibuja o pinta. No está permitido para lo que está fuera del aula. Mis clases son de mucho trabajo, me interesa que haya producción. Tengo dos pilares: los chicos y la actividad. Es ahí donde encontré la fórmula del éxito en la docencia, en el vínculo con los chicos y en enseñar. Es decir, hay que darle tanta importancia a lo relacional como al hacer, al aprender. Tiene que ver con cómo me formé, en la pedagogía lasallana, donde no se daba la religión como doctrina sino como algo vivencial. Por eso creo en el liderazgo, en la animación y en el trabajo en grupo.