Una tarde, aunque ya no recuerda bien en qué circunstancias, Susana López Messina escuchó que en Rosario había 400 mujeres taxistas. El dato le quedó dando vueltas en la cabeza. Se preguntaba por qué no se veía a tantas en la calle o en las paradas habituales. Fue así que surgió el grupo "Mujeres Taxistas Unidas" que actualmente reúne a más de 80 conductoras y dueñas de licencias. Pero van por más: tienen en formación la primer cooperativa de mujeres taxistas del país, un programa de radio y se preparan para lanzar una aplicación, "She taxi", para aquellos pasajeros que prefieran viajar en unidades manejadas por mujeres. Chicas que, claramente, no van con vueltas.
Todas estas iniciativas corren por carriles separados. La agrupación incentiva los lazos de solidaridad y compañerismo entre las mujeres del gremio. La creación de la cooperativa busca incidir en mejoras para las trabajadoras, por ejemplo, en la prestación de salud. Y quienes impulsan la aplicación buscan brindar un nuevo servicio a los pasajeros. La radio, en cambio, es "pura diversión", se sinceran.
Es que, como cualquier grupo de mujeres, las taxistas pueden hacer varias cosas a la vez. "El grupo se creó para conocernos y poder darnos una mano cuando estamos en la calle. Algunas estamos formando una cooperativa entre dueñas y choferes y otra chica está desarrollando una aplicación", remarca Susana, alma mater del grupo y conductora de "Taxi fem", el programa de radio que, todos los lunes, de 0 a 2, se escucha por la 87.9.
Susana no define a "Mujeres Taxistas Unidas" como una agrupación feminista. "Ni feministas, ni machistas, somos neutras", dice y dispara una carcajada. En cambio, todas se identifican como "mujeres trabajadoras" y destacan los lazos de solidaridad y compañerismo tejidos en jornadas de trabajo de 12 horas, con un franco semanal, en la calle y con la tensión que genera el tránsito.
En la agrupación, dicen, conviven diversidad de miradas y pluralidad de opiniones. Y también reivindicaciones que tienen que ver con el género, como el pedido de un cupo para mujeres en las próximas licitaciones de licencias; con lo gremial, como la necesidad de mejorar la cobertura de salud; o con ambas, como la posibilidad de subir pasajeros en cualquiera de las paradas de la ciudad.
De todas formas, destacan que los fines del grupo no son "ni gremiales, ni políticos"; sino más bien de incentivar "lazos de compañerismo y de ayuda mutua para el beneficio de todos". Una definición que se traduce a diario en actitudes bien concretas.
Por ejemplo, en las vaquitas que hacen cuando una compañera se enferma y pierde el día de trabajo, en la asistencia cuando alguna sufre un choque o un asalto o en los avisos sobre las paradas donde sobran pasajeros. "Es un grupo que nos permite salir en socorro de la otra, es emocionante juntar lo poco o mucho que una tenga para ayudar a otra que tiene que pasar algunos días sin trabajar", dice Claudia Martínez.
Y resalta que se trata de acciones que "cambian el día". Y recuerda, sin ir más lejos, lo que le pasó durante la madrugada de Año Nuevo. "Tuve un problema con el gas y me quedé sin combustible. Pedí ayuda al radiotaxi, pero todos los móviles estaban ocupados. Una de las chicas se enteró y en un momento éramos cuatro empujando el auto por bulevar Rondeau varias cuadras hasta una estación de servicio".
El trabajo, adentro y afuera
Dentro del grupo, hay de todo. Mujeres que hace más de quince años que son taxistas, otras que se incorporaron hace menos de un año; las que llegaron después de quedar desocupadas a una edad en que no sobran los ofrecimientos de trabajo, otras que lo eligieron como su primera incursión laboral; quienes son jefas de hogar o que tienen un compañero; solteras, casadas, separadas, con o sin hijos.
Sin embargo, dos cosas las unen. Dicen que pese a renegar no cambiarían su trabajo porque les da mucha libertad, de horarios y de movimientos. Y también que el mayor problema de las mujeres taxistas es que cuando se bajan del auto, después de manejar 9 o 10 horas ("porque si no, no rinde"), las espera el trabajo en el hogar.
"Es un lindo trabajo, no tenés rutina, no te cansa. El estrés es alto, estar en la calle no es fácil, pero te da independencia y te permite hacer otras cosas. Por ejemplo, estoy trabajando y voy parando para comprar la verdura, las cosas del súper. Llego a casa y tengo todas las compras hechas", apunta Claudia.
Silvia Rodríguez coincide. "Es un hermoso trabajo, aunque sacrificado. Sobre todo para una mujer que después de manejar 12 horas va a su casa y cocina, plancha, lleva los chicos a la escuela", dice y comenta que "muchas chicas eligen trabajar de noche para así poder atender a sus chicos durante el día" .
Mejoras para todos
Por eso, las conductoras que participan de la cooperativa advierten que es necesario impulsar mejoras para los trabajadores. "Empezamos por las mujeres, pero al fin y al cabo, los beneficios llegarán a todos", señalan.
Y apuntan que el primer objetivo es introducir mejoras en la obra social del gremio. Actualmente, dicen, los prestadores son pocos (apenas un único sanatorio) y para conseguir un turno con un profesional hay que esperar "meses". Por eso, muchas optan por sumar un gasto extra al presupuesto y abonar también una prepaga.
La necesidad de mejorar la cobertura de salud, aparece como uno de los objetivos de la cooperativa. Y también está el reclamo de que se mantengan los cupos para mujeres en las próximas licitaciones de licencias de taxis. .
La incorporación de un cupo del 30 por ciento para mujeres se implementó por primera vez hace tres años, cuando se adjudicaron 360 nuevas licencias. Esa condición, sostienen, abrió la puerta para que muchas pudieran convertirse en titulares de las chapas.
"Hay muchas cosas que queremos mejorar", dice Susana y reconoce que "ya el hecho de permanecer juntas es un gran paso".
"Las dos cosas a la vez"
Todas advierten que trabajar en medio del tránsito resulta cada vez más estresante, pero destacan que hace unos años la discriminación por su trabajo de conductoras era mayor. Silvia Vanni empezó a trabajar como taxista hace 14 años. "Me mandaban a lavar los platos varias veces por día", dice. Cansada del maltrato, recuerda, un día le encontró una salida por el lado del humor: "Cargué en el auto un plato de plástico y una esponjita, y cuando me gritaban algo se las mostraba y les decía: "soy mujer, manejo y lavo platos, puedo hacer las dos cosas a la vez".