La falta de resolución respecto del tema Ganancias, el fracaso de la reforma electoral en el Senado y las chirriantes críticas del presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó, a su propio gobierno llenaron de dudas lo que había sido la constante de la gestión: mal en la economía, pero bien en la política.
Si "como te ven, te tratan y si te ven mal, te maltratan", el peronismo legislativo decidió seguir a pie juntillas esa máxima del refranero popular. El gobierno dio demasiadas vueltas con el impuesto al salario. Al margen de que se trata de una promesa incumplida del presidente de la Nación, la sensación es que le faltó sentido de la oportunidad para, al menos, llevar satisfacción a un sector importante de clase media.
El orden de prelación iniciático que llevó adelante la Casa Rosada contempló la baja de las retenciones como prioridad, cuando debió haber comenzado el camino resolviendo esa demanda mayoritaria. No lo hizo. Quizás intentando demostrar poder vaya uno a saber con quién.
El tiempo transcurrido, sin embargo, logró que el oficialismo viera plasmadas en leyes todos los proyectos que se propuso, atento a una realidad social que le dio todas las oportunidades de consolidarse y que la oposición supo leer en perspectiva.
La disyuntiva de Macri. El fin del 2016 encuentra a Mauricio Macri en una disyuntiva. Todos los presidentes constitucionales, desde 1983 hasta acá, decidieron modificar sus respectivos gabinetes antes de la primera elección de mitad de mandato. Pero esa lógica se da de bruces con lo que hizo siempre el actual jefe del Estado cuando condujo la ciudad de Buenos Aires.
La novedad en este caso es que las criticas por el funcionamiento del gabinete no sólo provienen desde afuera del territorio de Cambiemos, sino desde su propio riñón. Lo dice por estas horas sin ambages el presidente de la Cámara de Diputados, Emilio Monzó.
Resulta bastante sorpresivo encontrarse a Monzó a toda hora y en casi todos los canales porteños. El ex dirigente de la Ucedé, que luego recaló en el peronismo hasta convertirse en una pieza clave del crecimiento del PRO, siempre se caracterizó por esquivar los primeros planos y la presencia mediática.
Molesto por el esquema interno de poder que administra el presidente —se habló antes de que hubo muchas resistencias para que se convierta en ministro del Interior—, al titular de la Cámara baja primero se lo dio hace casi 50 días emprendiendo el éxodo de Cambiemos. Nunca hubo una desmentida pública.
Ahora, Monzó se despachó con una cadena de críticas que tuvo diferentes eslabones: Jaime Durán Barba, la estrategia comunicacional y, finalmente, el estado de las cosas en el staff ministerial.
Si sonó extraña la convocatoria de Monzó a referencias peronistas para integrar el gobierno, mucho más acople hizo el pedido para que el presidente modifique el gabinete. "Vamos rumbo a un cambio sustancial, que puede implicar cambios en el gobierno también, porque oxigenan. Tenemos que terminar el año y creo que los replanteos son buenos para esta etapa", fueron los dichos.
El alejamiento de Monzó de la mesa ultrachica a la hora de la toma de decisiones lo molestó. Siempre se comentó en los pasillos del macrismo que existieron discusiones con el presidente y con Marcos Peña. El jefe de Gabinete es el sostén político de Durán Barba a la hora de la comunicación. Monzó cree que los timbreos y la estrategia basada exclusivamente en las redes sociales le va generar al gobierno más problemas que beneficios.
Macri, hasta aquí, evitó pronunciarse sobre las críticas de Monzó. Habrá que esperar para saber si modifica las piezas en el sentido que reclama el dirigente de Carlos Tejedor o si, como se prevé, mantiene incólume a Peña como sostén y vocero.
En ese inédito fresco que deja ver aguas internas agitadas, y con una economía que no logra despabilarse para bien, el peronismo intenta comenzar a picarle el boleto al oficialismo.
Se escribió en esta columna, que el verdadero efecto del cambio tras el triunfo de Macri estaba dado en el apoyo legislativo que, en Diputados, buena parte del peronismo le había dado a la reforma electoral, que establecía el fin de la boleta papel.
Para el PJ eliminar la boleta sábana papel, es como lanzarse al mar sin saber nadar. Los aparatos, los punteros y los ejércitos de fiscales formaron parte intrínseca de muchos triunfos provinciales del peronismo, aunque en 2015 esas conductas flaquearon en la provincia de Buenos Aires. Era una cuestión de oportunidad y de tiempo. Olfateando el contexto, los senadores dijeron "no pasarán". Y la reforma electoral no pasó.
El elefante y la cerradura. La saga de victorias legislativas envalentonó los macristas. No se dieron cuenta de que podría resultar más fácil que un elefante pase por el ojo de la cerradura a que los curtidos caciques voten a favor la eliminación de la boleta papel.
De las 10 provincias representadas por el peronismo, sólo dos (Entre Ríos y Tierra del Fuego) dieron su visto bueno a la boleta electrónica. Al fin, primó la posición de los gobernadores Carlos Verna (La Pampa) y Gildo Insfrán (Formosa), tan lejos de la "nueva política" y de reformas electorales como Rosario de Alaska.
Pese al malestar evidente que brotó en Cambiemos por el talón que hizo el peronismo en la Cámara alta y por la rápida y pícara reacción que tuvo Sergio Massa en Diputados al ofrecer una propuesta alternativa y superadora sobre Ganancias, el gobierno no podrá tirar el mantel. Depende del peronismo en cualquiera de sus variantes —salvo el kirchnerismo— para que sus proyectos sean realidad.
"Tenemos que tragar veneno. Lo de Emilio (por Monzó) no nos parece más que eso, una reacción individual de él por un conjunto de razones. Pero no hay interna, ni Monzó tiene detrás suyo a un grupo de funcionarios. A veces, en la política hay otras razones. Pueden ser los egos, pueden ser los posicionamientos individuales. Lo va a resolver Mauricio", dijo a este diario una fuente que pasa sus semanas yendo y viniendo a Santa Fe desde Balcarce 50.
Sea como fuere, los brotes rojos que desde hace tiempo viene emitiendo la economía se mixturan ahora con la viabilidad del proyecto político si es que la oposición endurece sus posiciones. En el campo de la política, por ahora hay luz amarilla. Pero con el peronismo nada es para siempre.