“El marginal”, una de las series argentinas con más premios nacionales e internacionales, estrena su tercera temporada que el penal San Onofre volverá a mostrar la intimidad de un lugar en el que “la justicia es la ley del más fuerte”, en un espacio donde las relaciones están dominadas “desde un lugar bastante extremo” por el mayor o menor acceso al “poder, la corrupción, la supervivencia del más apto”. Así lo definió la actriz Martina Gusmán que se suma nuevamente al elenco con el personaje de la asistente social Emma Molinari junto a Nicolás Furtado, Claudio Rissi y Gerardo Romano, y que este año contará con las incorporaciones de Ana María Picchio, Gustavo Garzón y Alejandro Awada. La serie producida por Underground se estrena en la TV Pública Argentina el martes 9 de julio, a las 22, y también estará disponible en Contar, la plataforma pública y gratuita de contenidos audiovisuales del Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos que permite acceso vía streaming a programas, series, documentales y material de archivo.
—Creo que son varios elementos. Por un lado algo de la impronta cinematográfica, grabar un serie como si fuese cine le da una mayor calidad y eso se ve en los equipos técnicos y artísticos muy cuidadosos con los mínimos detalles. Y después creo que tiene que ver con la conjunción de diferentes elementos dentro de la temática. “El marginal” tiene, por un lado, una reflexión social, por otro tiene acción, personajes súper realistas y otros más del cómic, del humor negro, un poco de sexo, de amor. Esos elementos enmarcados en una calidad cinematográfica le da algo distintivo o inaugural dentro del mundo de las series en Argentina.
—Hay que partir de la base de que si bien “El marginal” tiene una reflexión social, obviamente es una ficción y hay un montón de cosas que están absolutamente estereotipadas. Si bien el sistema carcelario en Argentina es muy deficiente en un montón de cosas, hay penales que pueden ser muy parecidos al de la serie, y hay muchos otros que no tienen nada que ver con eso y son mucho más modelo. Me parece que “El marginal” juega con el inconsciente colectivo, con algo de lo que uno pensaría que ese espacio es el peor infierno que te podés llegar a imaginar y lo lleva absolutamente al extremo. Por momentos en una cuestión más de cómic, casi de una forma estereotipada, donde uno se permite jugar en una especie de espacio. Eso genera también la identificación, tanto en un argentino como atravesando las fronteras. Eso tiene que ver con el extremo y el juego del estereotipo. Me parece que ahí es cómo se construye dentro del imaginario de todos como sociedad. Pero así y todo me parece que genera pone el foco en una reflexión social que si bien no es tan extrema, está buenísimo poder reflexionar y entender los niveles de violencia, qué propone un sistema carcelario como método de castigo, la justicia o la injusticia. Y el personaje de Emma está ubicado más desde el punto de vista del espectador, entre atónita mirando lo que pasa, luchadora para que las cosas sean diferentes, con otra sensibilidad social.
—¿La serie tiene un exceso de violencia? ¿Eso también es lo que genera atracción o morbo?
—Me parece que la serie tiene un exceso de todo. De violencia, pero también de estereotipos. Que eso sea tan extremo hace que por momentos uno pueda reírse de cosas que si las pone en un marco de objetividad son terribles, siniestras. Pero si las lleva al extremo hace que por momentos se transforme en algo medio clawnesco. Uno se empieza a reír de lo siniestro. La serie juega con eso y sale de un lugar realista, y al hacerlo, si bien tiene personajes realistas, como el de Emma, tiene otros otros que salen absolutamente de eso, como puede ser el de Diosito (Nicolás Furtado) que uno pueda identificarse con situaciones o personajes que en un plano realista sería imposible o difícil.
—¿La inclusión de Ana María Picchio como directora del Servicio Penitenciario es un reflejo realista de los lugares que ocupa hoy la mujer?
—El caso de Ana María es como un contraste con el de Verónica Llinás en la temporada 2 y con lo que sería Emma como personajes femeninos. Las dos son mujeres con impronta muy masculina. Al tener que incluirse en un ámbito absolutamente masculino son mujeres aguerridas desde su personalidad. En el caso de Vero Llinás mucho más corrupta y en el de Ana María contra la corrupción. Pero como contrapeso de eso, el personaje de Emma es el único dentro de los personajes femeninos que mantiene su femineidad, que sigue esa luz de esperanza.
—¿Esa distinción entre lo que se define como femenino o masculino te puede generar conflictos con quienes piensan que las personas no se definen por el género sino por la función?
—Justamente la serie muestra diferentes modalidades de ser mujer en un ámbito absolutamente masculino porque claramente estamos haciendo una serie que transcurre en un penal de hombres. Si hubiese sido en un penal de mujeres sería diferente. Pero acá es un penal de hombres, con códigos masculinos y cómo las mujeres en distintos ámbitos ocupan desde el rol que le toca jugar a cada una.
—En “Leonera” también había personajes femeninos muy fuertes...
—Leonera” es la antítesis de “El marginal” porque justamente es un penal de mujeres y es muy diferente lo que se genera en un penal de hombres. Habla de cómo se genera la red y la comunidad de las mujeres cuidándose a ellas mismas y conformando sus propias familias. Si bien para Julia, mi personaje en “Leonera” es muy fuerte su ingreso, cuando ella constituye su propia red y su vínculo entre todas cuidando a sus hijos ahí adentro, es absolutamente diferente a la impronta o a las formas de vínculos que se establecen en un penal de hombres. Si bien hay una impronta masculina en cuanto al encierro, incluso los hombres en “Leonera” están de la reja para afuera, de la reja para adentro es una institución de mujeres donde se organizan entre ellas.
—El personaje de Ana María Picchio le pide al personal que tenga mano dura. ¿Esa es otra de las cuestiones que dividen a la sociedad?
—Ese personaje es la antítesis del de Emma. Emma está del lado, con otro nivel de sensibilidad social. Ahí se marca un poco cuáles son las diferencias de todos. En la temporada dos estaba el personaje de Daniel Fanego como un personaje masculino pero que es la antítesis de Antín (Gerardo Romano), que tiene más sensibilidad o que cree que se pueden hacer cosas.
—¿Qué mirada tiene la serie en cuanto a la administración de justicia o la institucionalización de los internos de un penal?
—No sé si se posiciona desde un lugar. Me parece que “El marginal” tiene que ver con una corrupción bastante estructural. La justicia en la serie es la ley del más fuerte. En cuanto a la reflexión sobre justicia o injusticia creo que la única que reflexiona sobre eso como si fuese la mirada del espectador es Emma. Después internamente todo tiene que ver con un manejo del poder, de la corrupción, la ley del más fuerte, con la supervivencia del más apto, esas diferencias básicas y hasta darwiniano. Se lo plantea desde un lugar mucho más de la anticivilización, desde un lugar bastante extremo.
—En una escena el personaje de Ana María Picchio se refiere a los internos que están en un taller de teatro...
—Hay algo de eso. Desde el sistema penitenciario se piensa la reinserción social como la adquisición de oficios. También eso es importante, pero hay una parte que es cómo pensarse en el afuera, qué les pasa emocionalmente, todos los miedos, situaciones que se generan cuando tienen que construir una nueva identidad como sujetos afuera donde no hay una red de contención armada cuando salen y por ahí eso un déficit muy grande que muchas veces tiene que ver con la cuota de reincidencia.
—¿Personalmente creés que el sistema penitenciario funciona?
—Me parece que en cuanto a reinserción tenemos una falla muy grande como sociedad, más allá del sistema penitenciario, que claramente tiene que ver con las estructuras, con el sistema de encierro, pero más allá del sistema de encierro tendría que haber un montón de políticas estatales que incluyan al afuera para que como sociedad podamos armar una red para que esas personas se reinserten en la sociedad y eso no está. Entonces pagan una condena, un castigo, y después tienen la etiqueta de ex preso. Y si a todos nos resulta difícil estar en la sociedad imaginate para una persona que sale con esa etiqueta. Es bastante difícil.
>> Una actriz solidaria en la cárcel de Ezeiza
Durante toda su carrera Martina Gusmán eligió personajes de un marcado perfil dramático como lo hizo en “Nacido y criado”, “Leonera”, “Carancho” o “Elefante blanco”. Fue justamente “Leonera”, una película que se desarrollaba en una cárcel de mujeres que dirigió Pablo Trapero, la que la impulsó primero a estudiar Psicología, después a involucrarse como voluntaria en la Fundación Sí y actualmente a dictar talleres en la Unidad 19 del penal de Ezeiza. “«El marginal» me transformó en el sentido de seguir profundizando mi sensibilidad social, de hacer tareas diferentes. Ahora estoy dando un taller en cárcel. Eso es resultado de la temática carcelaria, aunque ya venía de antes. El taller es en la Unidad 19 de Ezeiza con una comunidad que está en el último tramo de su condena, un poco más orientado a la reinserción social, la adquisición de habilidades, proponiendo disparadores artísticos que ayuden a las personas a pensarse en el afuera, en cómo reinsertarse socialmente”, contó Gusmán, y añadió: “En la Fundación Sí, donde se hace el acompañamiento de gente en situación de calle, tienen un montón de áreas y la idea es incluir voluntariamente a las personas que participaron del taller una vez que salgan para que profundicen su capacitación”.