El Gato Moncholo, el exitoso personaje de tira cómica creado por el guionista y dibujante rosarino Pein, cumplió una década en 2023 y lo celebró con un libro que tiene gran parte de sus aventuras. Previo a Moncholo, su creador realizaba un fanzine que se llamó Japón Post y lo repartían en los bares, generalmente en el Bon Scott, el bar donde suele acodarse Pein. En el 2015 editó ese primer libro que se vendió muy bien en la edición de la Crack Bang Boom y se sorprendió. En diálogo con La Capital, así lo cuenta: “Vendimos un montón de libros. Había cola para que los firme. No lo esperábamos nunca. Era la época del Facebook, ni siquiera estaba Instagram, pero si bien ya estaba online, el fenómeno cara a cara empezó ahí”.
Cuando dice “fenómeno” es porque fue una palabra utilizada por mí. Lo mismo que “mercado”, “producto”, “consumo”. Son todos términos que Pein no utiliza para hablar de lo que hace. Más allá de que los libros se venden, de que existe una tienda con sus creaciones, de que está en el mercado, se adivina que desconfía de lo frío del significado de esos mensajes. De hecho, su buena cantidad de ventas, sus casi 150 mil seguidores en Instagram, sumado a repliegues de la gente que lee a Moncholo, despertó el interés de grandes editoriales. Como se puede prever, Pein les dijo que no.
“Las editoriales son unas cagadoras” afirmó. “Me han ofrecido quedarme con un porcentaje ridículo, que es una falta de respeto para cualquier artista”, agregó. Pein estudió diseño gráfico, pero no trabaja de diseñador gráfico. “Incluso tampoco me gusta mucho. Estudié, me recibí. Pero no me gusta”, explicó. Tampoco se considera un dibujante y mucho menos uno bueno. “Yo al dibujo lo sigo teniendo como un juego. No vivo de eso, tengo un trabajo aparte. Si esto fuera mi trabajo, no sería lo mismo porque me hincharía las pelotas levantarme para dibujar”, aseguró.
—(Risas) No. No es que no quiera revelar, todo el mundo me conoce. Pero no quiero que se pierda la magia.
—Pero te resulta incómodo que haya tanta gente que quiere verte, saludarte.
—Nadie te quiere ver, nadie te quiere saludar. Eso es mentira. Se sorprenden incluso mucho más cuando alguien te presenta y dice: “Este es el del Gato Moncholo”. Pero no me incomoda, todo lo contrario. Yo tengo redes sociales solamente para las tiras gráficas, porque no tengo ganas de poner la cara, digamos. No quiero mezclar las cosas, se pierde la magia de la obra cuando aparece el autor atrás. A veces por hablar uno, después la obra se termina perdiendo. Por ejemplo, hay personas que uno admira y están todo el día tuiteando cosas. Son personajes a los que les gusta la interacción, la pelea, que le rebote y que le vuelva. Esas cosas no me gustan a mí. Entonces, yo siempre me mantuve al margen. Y las opiniones las dibujo, digamos, pero no directo desde el autor.
—Los primeros juguetes que te dan son crayones o lápices. ¿Cuánto juego tiene ahora que de alguna manera lo profesionalizaste?
—Todo sigue siendo un juego. No vivo de eso, tengo un trabajo de empleado administrativo, bien estereotipo de trabajo. Y si esto fuera mi trabajo, no sería lo mismo. Lo vería como un trabajo. Entonces me hincharía bien las pelotas levantarme para dibujar. Porque sería como levantarme para ir a trabajar y a nadie le gusta levantarse para ir a trabajar. No me gusta ni a mí ni a nadie. Es mentira eso de que te gusta trabajar. Es un juego y lo mantengo así para que siga estando fresco. Y me divierto haciéndolo. Entonces tengo mis tiempos, a veces estoy inspirado y subo material más seguido. A veces pasa una semana que no subo nada.
—Hagamos de cuenta que estamos en un hotel. Estamos llenando planillas. ¿En profesión qué ponés?
—Empleado. O dibujante, no sé. Empleado.
—Disculpá porque parece una sesión de terapia. ¿Te cuesta hacerte cargo de ser dibujante?
—No me gusta decir que soy dibujante. Nunca me percibí dibujante. Por ejemplo, te juntás en un grupo de dibujantes en algún evento que hay dibujantes. No me siento parte, hacen cosas que no sé qué hacen. No sé, me siento como una cosa ajena al dibujo. Me siento más guionista, me gusta más escribir que dibujar. El dibujo es un medio que puede ser cualquier cosa. Por eso el mío tampoco es tan elaborado. Tampoco tengo más herramientas para ser mucho más. Tengo para ser algo un poco menos indigno, tal vez. Entonces no podés exigir mucho más de lo que te da el cuero. Yo veo que hay muchos dibujantes muy buenos. Yo nunca voy a llegar a ser de esos dibujantes más hegemónicos. Lo mío es más trash, una vez lo definieron como “dibujo punk”.
—Pero con la simpleza puede estar la calidad, ¿no?
—Sí, también, por eso el guión es un poco más elaborado. Aunque a veces parezca simple, tiene una búsqueda, una revisión. No es que que me levanté y tiré un dibujo. Por más choto que parezca, está pensado, repensado. En su momento leía muchos diarios online. También me gusta el Twitter, pispear de afuera, ver el ánimo social. Porque hay días en que vos podés hacer algo y otros que no. Hay días que pasa algo muy grave y no podés estar subiendo un dibujo. Tenés que ver qué mierda pasa en el país. Se puede pensar que es al revés, que puede ser un aliciente, pero no es mi formato. Yo siempre voy con lo que estaría pasando. Si bien trascienden en el tiempo, siempre tienen algo que ver con la actualidad, con el presente.
—Diarios on line, Twitter, Instagram... Son todas cosas que responden a una etapa de consumo que va en contra de tu manera de producir. No tenés ni plan ni estrategia. ¿Moncholo funciona solamente porque es algo que está bueno?
—En realidad hoy no hay otra forma de llegar que no sea con redes sociales, pero no tengo ninguna estrategia. Que esté bueno o no es inercia, una inercia que viene, la gente lo toma y viene ascendiendo hace un montón de años. No hay estrategia, nada. Incluso hay épocas que no subo nada y por ahí aparece gente con tatuajes de Moncholo.
—Todo lo que posteás del universo Moncholo: tortas, tatuajes... ¿Es real o lo generás para mostrar?
—Es real, tengo carpetas que me van mandando constantemente. Lo usan de temática para los cumpleaños, y hay gente que viaja con el muñeco y se saca fotos en los lugares donde van. Una persona me mandó que le rezaron al Moncholo y la pasaron a planta permanente en Tribunales. Entonces ahora le hicieron un altar y le tiran birra y maníes. Yo no entiendo nada. Me encanta, me gusta, pero es algo rarísimo. Una vez me encontré en Santa Fe con un tipo como de 50 y pico, con campera de cuero y una remera de Judas Priest, un rocker de la vieja escuela. El tipo se saca la campera, levanta la manga y tiene un tatuaje de Moncholo enorme en el brazo. Y le regalé un libro, qué voy a hacer, y le di un abrazo. Todavía me sorprende que sigan pasando estas cosas.
—Muchas veces el arte sirve como refugio, como punto de encuentro de gente con sentido común. ¿Sentís que ocurre eso con Moncholo?
—Me encanta el público que lo... No me gusta la expresión “que lo consume”, la gente que lo ve y lo siente. Porque consumir, cómo decirte, yo no vendo nada. Si bien tengo una tiendita, me hacen productos, que me dan unos manguitos, no me interesa hacer negociado y llenarme de guita. Me dicen “loco, vos tenés que tener un auspiciante, tenés 150 mil seguidores en Instagram”. Pero bueno, tampoco vivo al margen, nadie vive al margen, laburo, cobro un sueldo y estoy. A la vez, no me interesa que nadie se meta en mi creación. Las editoriales, por ejemplo, son unas cagadoras. Me han ofrecido quedarme con un porcentaje ridículo, que es una falta de respeto para cualquier artista. Yo estaba en la lona, pero me mato antes de eso. La autogestión me terminó saliendo mucho mejor. Ya estaba predestinado a la autogestión y a hacer todo, a mantenerme de forma propia entre amigos y gente de confianza. Y sale mucho mejor todo eso, porque encima hacés las cosas como vos querés, en el formato que vos querés y eso se ve.
—Si alguien quiere comprar a la tira y hacer un parque temático de Moncholo ¿Qué te pasaría?
—La vida misma es un parque temático de Moncholos. Está el grupo de amigos, un asado es Monchololandia... La gente en un bar es Monchololandia. Ya existe, es parte de lo que somos, el argentino casi por naturaleza es Monchololandia.