El Chaqueño Palavecino cantó su historia en su paso por Rosario. A lo largo de dos horas y media, el intérprete salteño repasó lo mejor de su repertorio el sábado en El Círculo y ofreció un breve tributo a Atahualpa Yupanqui con canciones del disco "De criollo a criollo".
Clima y ánimo de festival, pero en un teatro, en el mismo donde el Chaqueño cantó apenas obtuvo el premio Consagración en Cosquín, en 1998. Palavecino sostiene en el tiempo la formación, con cuatro violines, tres guitarras criollas, el bombo del carismático Pascual Toledo, junto al bajo del cordobés Claudio Pacheco y el bandoneón de Juan Alzogaray.
"Yo soy de allá" fue la primera de una larga lista de canciones. Con "Apenas cantor", comenzó el ritual de comunicación con su gente y aparecieron los primeros pañuelos en el aire acompañando la zamba. Después de un largo tramo sin pausa, que incluyó clásicos infaltables como "La taleñita" y "Palomita", respiró un poco, tomó "agua" y siguió exigiendo su garganta hasta el límite. Gran parte del repertorio de la noche tuvo mensajes autorreferenciales con aires nostalgiosos de su Chaco salteño natal. La impronta rústica que prejuiciosamente se le asigna, contrasta con las canciones de amor del set litoraleño que inició con la polca (uno de sus ritmos preferidos) "La deuda".
En este bloque, dedicado al litoral, cuando redujo el vértigo y el volumen, demostró su buena técnica cantando chamamé.Mantuvo el clima intimista y sumó la triste historia que cuenta "La villerita", el chamamé de Horacio Guarany, su ídolo.
Habló poco. "Muchas gracias por cantar juntos", agregó antes de su homenaje al vino con "Vivir y chayar".
Coplas picarescas, chamarritas costeras y ritmos varios completaron cuarenta canciones para todos los gustos para un público que lo escuchó, sin euforia, contenido en sus butacas.
Despierta las fantasías de las espectadoras con "El telón se abre", el carnaval cruceño dedicado a las plateístas —le regalaron flores, vinos y mates para seducirlo— donde recita los deseos del cantor de besarlas a todas.
"¿No se están cansando, ya nos vamos?", preguntó. Había transcurrido una hora y media de intenso concierto y se tomó unos minutos para descansar, saludar, leer carteles, divertirse y aflojar la tensión inicial.
Modificó la puesta en escena, con tres guitarras y bombo, todos sentados, y encaró el homenaje a Yupanqui. "Después de treinta y cuatro años de canto, me animé a este homenaje", dijo anunciando que esta era: "Mi versión, ni la mejor, ni la peor". Con clima de fogón y con la cuota de solemnidad que impone la obra de Yupanqui, reunió "Viene clareando", "Piedra y camino", "La añera" y "El arriero", las únicas cuatro que cantó del disco tributo a Atahualpa.
"Con esta canción, que va a cumplir veinte años, se han ratoneado muchas mujeres", comento anunciando "Amor salvaje", una de las últimas. Se fue chayando con la festiva "Carnaval en La Rioja" ante un público totalmente satisfecho con la entrega del cantor. "Dios los bendiga a todos, muchas gracias", fue su último mensaje.
El Chaqueño no cambia su esencia, su repertorio y su estilo, siempre fiel a sus orígenes y firme en sus ideas estéticas.