Organizado por la Agencia Córdoba Cultura, durante nueve días, el público y los artistas podrán disfrutar de teatro, danza, performances y propuestas interdisciplinarias de compañías de Argentina, Latinoamérica y Europa. En su 15ª edición, el Festival presenta propuestas que llegan desde Bolivia, Perú, Uruguay, Chile, Brasil, Colombia, Venezuela, México, España, Portugal, Italia, Francia, Ucrania y Georgia. A ellas se suman producciones de distintas provincias argentinas y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.
Si bien la apertura oficial del Festival se realizó unos días antes del inicio de las funciones, fue a partir del sábado 4 de octubre cuando comenzaron a desplegarse las obras nacionales, internacionales y coproducciones colaborativas en distintos puntos de la provincia. En esos primeros días, Córdoba volvió a transformarse: las salas encendieron sus luces, los escenarios se llenaron de movimiento y el público respondió con entusiasmo.
La Capital fue testigo de cómo, pese a las dificultades, la fuerza del arte se impone en el Festival Internacional de Teatro Córdoba Mercosur, consolidando un espacio donde conviven lenguajes, generaciones y territorios diversos, con un horizonte marcado por la reflexión, la memoria y la celebración del hecho teatral.
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La Gran Apertura
La inauguración oficial del Festival Internacional de Teatro Córdoba Mercosur tuvo lugar el jueves 2 de octubre con un espectáculo de danza aérea en arneses, presentado en el histórico Teatro Real, se trata de uno de los principales escenarios que, durante estos días, recibirá producciones de Argentina, Europa y Latinoamérica.
La apertura, al aire libre y bajo el título “Sur Global: vientos de libertad”, marcó el inicio de esta nueva edición del encuentro escénico. La compañía Caro Aérea, dirigida por la coreógrafa Carolina Castillo, llevó a cabo una puesta que combinó movimiento, riesgo y poesía visual.
Durante el acto, el presidente de la Agencia Córdoba Cultura, Raúl Sansica, celebró el compromiso provincial con la actividad teatral: “En un momento en que la Nación está desfinanciado a la cultura en general y al teatro en particular, Córdoba sigue sosteniendo la cultura con firmeza, con convicción, por todos los que hacen posible que el arte se siga desarrollando aquí, para toda la región y el país”.
La Capital pudo corroborar esas palabras durante la primera jornada del festival. Este medio fue testigo de cómo el público y los artistas dieron vida a un comienzo vibrante, donde dos obras internacionales confirmaron que el arte sigue abriéndose camino, incluso en tiempos difíciles.
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Al aire libre con “Ohtli”: memoria y transformación en la naturaleza
Entre las distintas propuestas que formaron parte de la primera jornada del sábado 4 de octubre, La Capital asistió en Salsipuedes a una de las producciones internacionales destacadas del Festival: “Ohtli”, de la compañía binacional djade (México–Cataluña). Creada e interpretada por Claudia Lizeth, la obra propone una experiencia escénica e inmersiva que invita a caminar, observar y transformar. Su título, Ohtli, significa camino en náhuatl, y funciona como metáfora de un recorrido compartido entre la actriz y el público.
La función se realizó en La Brillante, un espacio cultural ubicado en el corazón de Villa Silvina. En este sentido, la potencia cultural y el atractivo de la jornada no fue solo la obra, sino también la historia del lugar elegido para llevarla a cabo.
Ese espacio, que hoy alberga iniciativas artísticas y comunitarias, fue en otro tiempo el antiguo Hotel San Antonio, construido en 1930 y posteriormente utilizado como colonia de vacaciones del Sindicato del Calzado. Tras años de abandono, la casona fue recuperada por vecinos y artistas de Salsipuedes que la transformaron en un territorio de producción y experimentación cultural, en un lugar de encuentro colectivo.
Fue así como, entre senderos arbolados y a lo largo del arroyo, la obra que llegaba desde Cataluña desplegó un recorrido poético de 55 minutos donde cada paso se convertía en metáfora. En distintos puntos del arroyo, el personaje principal se detenía con un monólogo íntimo sobre la memoria, el homenaje a los ancestros, la vida y la muerte.
Sin artificios escénicos, solo con la fuerza del cuerpo y la palabra, Claudia Lizeth supo tejer un puente entre lo mítico y lo cotidiano, entre lo que se recuerda y lo que aún busca ser comprendido.
Cabe remarcar que, el Festival Internacional de Teatro Córdoba Mercosur recibió a artistas internacionales de distintos rincones del mundo y, mientras se desarrollaba “Ohtli”, otras obras nacionales e internacionales se estaban presentando de manera simultánea en distintos puntos de la ciudad y la provincia, consolidando al encuentro como un gran territorio de intercambio artístico y cultural.
En este sentido, en diálogo con este medio, Claudia Lizeth destacó el valor del festival como espacio de encuentro: “Después ya puedo ver a mis compañeras, que también están haciendo otras obras. Se me hace un punto de encuentro superbonito, para compartir y crear conexiones. Es un gusto poder estar aquí en este festival que reúne a las personas, que tiene estos encuentros y tanta variedad en su programación. Es muy importante que sigamos apoyando la cultura y estos encuentros.”
En el Teatro Real con “Muances”: intensidad y proyecciones urbanas
En esta primera jornada del festival, pero en un escenario muy distinto, ya alejados de las sierras y los arroyos, en pleno centro de la ciudad, se presentó en el Teatro Real de Córdoba la obra “Muances”, una coproducción internacional de España y Uruguay, presentada por la compañía E.V.E.R.. La pieza, creada por Camille Rocailleux, prosiguió su diálogo con el mundo tal y como se nos presenta a través de su medio más dominante, omnipresente y tentacular: los vídeos de internet.
En un espacio más solemne, con la sala completamente a oscuras y solo iluminada por el brillo de una proyección sobre el escenario, tres músicos multiinstrumentistas acompañaron durante 70 minutos la acción de los vídeos, vibrando al unísono con las composiciones sonoras.
Mientras uno de ellos tocaba trompeta, tambor y piano a la vez, otra artista se hacía cargo de la guitarra, el bajo y la voz, mientras el tercer miembro de la banda combinaba batería y palillos sobre distintos tambores. Los vídeos se amontonaron, se cortaron, se reprodujeron y se entremezclaron, creando un paisaje audiovisual intenso, lleno de gritos, esperanzas y momentos de pánico.
La obra destacó por su carácter musical, jugando con distintas dinámicas y niveles de intensidad. Mientras los vídeos se proyectaban, la voz de la intérprete se imponía con fuerza y se generaba un diálogo constante entre sonido e imagen que mantuvo al público inmerso en la experiencia.