Dublín, 1981,una casa grande y humilde asoma en un paisaje rural. Allí vive una familia numerosa, encabezada por la esposa embarazada, el marido hosco y hermanos que viven anestesiados, como si fueran extraños. Parece que el amor nunca entró en esa casa en la que de lo único que se habla es de quién recoge el heno, a quién le toca cuidar las vacas, y que mamá se olvidó de preparar la comida, siempre escasa. En ese contexto nació Cáit, la más sensible de la familia y, claro, la que más sufre esa indiferencia generalizada. Tanto es así que no dudarán en despacharla a la casa de unos parientes lejanos en todo concepto, aunque las tres horas que se tarda en ir de un pueblo a otro es más cercano que el cariño que se tienen entre las familias. Encima Cáit no la tiene tan fácil, porque si bien es cierto que Eibhlín es mucho más cariñosa y atenta que su madre; su marido Sean es un témpano, y ni la mira a la niña de 9 años para desearle las buenas noches, ya que su atención es únicamente para el televisor. De a poco, Cáit empezará a participar más en la vida cotidiana de esa familia, no sólo ayudando en la cocina, sino también en las tareas rurales. Encima esta mamá postiza la baña, le pasa un cepillo en las uñas de los pies y hasta le compra ropa nueva. Y de a poco Sean le irá abriendo su corazón y también le restará tiempo a la TV para jugar con la niña. Pero hay un secreto familiar que está vinculado con el mal humor de Sean y la tristeza de Eibhlín. Y sobre ese terreno fértil trabajó el realizador que, no casualmente, nació en el mismo año y en la misma ciudad en la que está ambientada la película. Quizá por eso la historia es tan permeable y toca de inmediato los corazones. Desde el diseño de arte pasando por la fotografía y el impecable trabajo de todo el elenco, “A quiet girl” sumó méritos suficientes para que, entre otros premios internacionales, también se cuelgue la cocarda de ser una de las nominadas al Oscar como mejor película internacional en este año, que, al igual que nuestra “Argentina, 1985”, perdió con la remake alemana “Sin novedad en el frente”. “A quiet girl” es una de esas películas en la que es imposible no alinearse con la protagonista de esta historia. Encima la pequeña actriz Catherine Clinch hace una actuación conmovedora. Ojo, las películas europeas independientes suelen durar poco en la cartelera. A no dejarla pasar.