¿Hasta dónde se puede viajar en un solo viaje? En el corazón del sudeste asiático, un recorrido cuidadosamente diseñado invita a descubrir tres destinos que deslumbran por su historia, espiritualidad, gastronomía y paisajes: Vietnam, Camboya y Tailandia. “No es solo lo que se ve, es lo que se siente en cada lugar: los olores, los sonidos, los colores. Es como entrar en otro tiempo, en otra dimensión”, resume una de las viajeras al terminar el circuito, que propone una inmersión profunda, pero accesible, en el alma del Lejano Oriente.
Desde los mercados de Hanói hasta las terrazas de arroz junto al río Perfume; desde los rostros de Angkor Thom hasta las playas de Phi Phi, donde el mar se vuelve turquesa y el tiempo se detiene. Este viaje tiene todo: cultura viva, espiritualidad milenaria, paisajes cinematográficos y momentos de contemplación. Una propuesta que combina el asombro con la comodidad, sin perder autenticidad.
Vietnam: raíces profundas, paisajes legendarios
La primera escala es Vietnam, un país de contrastes intensos y espíritu resiliente. En Hanói, la capital, la vida late en cada rincón: los scooters zigzaguean entre puestos de comida humeante, templos antiguos conviven con vestigios coloniales franceses y los lagos ofrecen calma en medio del vértigo urbano. Ahí comienza el recorrido, con una bienvenida que mezcla historia, religión y vida cotidiana.
La ciudad revela sus capas: el Mausoleo de Ho Chi Minh, la Pagoda del Pilar Único, el Templo de la Literatura. Todo convive en un delicado equilibrio entre lo ancestral y lo moderno. “Me impactó ver cómo se honra la historia sin solemnidad”, comenta un viajero frente al altar de Templo Ngoc Son. Al atardecer, caminar por el casco antiguo, conocido como el barrio de las 36 calles, es sumergirse en un laberinto vibrante de oficios, aromas y colores.
Desde Hanói, la ruta continúa hacia la bahía de Ha Long. Declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, es una maravilla natural de islas kársticas que emergen del mar como esculturas milenarias. El crucero nocturno permite ver cómo la niebla se desliza entre los islotes, creando una escena onírica. Es un instante para el silencio, para contemplar.
Más al centro, la antigua capital imperial Hue despliega ciudadelas, templos y mausoleos junto al río Perfume, con un ritmo casi meditativo. El mausoleo de Khai Dinh y la pagoda Thien Mu revelan la estética de la dinastía Nguyen. En Hoi An, la siguiente parada, el viaje se vuelve sensorial.
Este pueblo costero, también Patrimonio de la Humanidad, encanta con sus faroles de seda, callejuelas adoquinadas y casas tradicionales. La experiencia incluye paseos en bicicleta entre arrozales, clases de cocina, mercados exóticos y la calidez de sus habitantes. Al anochecer, un paseo en barco entre linternas flotantes completa el cuadro.
La última escala en Vietnam es Ho Chi Minh City (antigua Saigón): moderna y ruidosa, pero aún con cicatrices visibles del pasado. Las catedrales neogóticas, los rascacielos de cristal y los túneles de Cu Chi conviven en una misma narrativa. A pocos kilómetros, el delta del Mekong ofrece un último capítulo entre palafitos (construcciones a orillas del mar) y campos de arroz: la naturaleza como despedida perfecta de una primera etapa intensa y simbólica.
Camboya: los templos donde el tiempo se detuvo
Camboya marca un giro en el viaje. No tanto por el paisaje -aún exuberante-, sino por la intensidad simbólica. En Siem Reap, el aire es cálido, espeso, y anticipa el impacto de lo que está por venir: Angkor Wat, el mayor complejo religioso del mundo, un lugar donde piedra y espiritualidad se funden en una misma dimensión.
La jornada comienza en Angkor Thom, ciudad imperial amurallada, donde el templo de Bayon sorprende con más de 200 rostros esculpidos que parecen observarlo todo. Las proporciones y el silencio invitan al asombro.
>> Leer más: Sudáfrica, destino de aventura, safari, vinos y playas: qué ver y cómo organizar el viaje
El recorrido avanza por templos invadidos por la selva, como Ta Prohm, donde las raíces gigantes de los árboles abrazan columnas y portales. Famoso por ser escenario de películas, impresiona más por su atmósfera que por su fama.
El punto culminante es Angkor Wat, corazón simbólico de Camboya. Más allá de su arquitectura, emociona por la historia que narran sus relieves: escenas de batallas, dioses y danzas sagradas. A medida que el sol cae, las piedras se tiñen de dorado. Es un espectáculo visual y espiritual a la vez.
Tailandia: tradición, sabores y descanso junto al mar
El ingreso a Tailandia tiene algo de celebración. Después de la intensidad de Vietnam y Camboya, el itinerario propone un cierre armonioso. La llegada a Bangkok ofrece una primera impresión vibrante: ciudad moderna, con alma tradicional, donde lo antiguo y lo nuevo conviven sin conflictos.
El recorrido comienza en el templo del Buda Esmeralda y el Gran Palacio Real, joyas arquitectónicas que brillan bajo el sol. El Buda Reclinado de Wat Pho, imponente y sereno, genera un momento de recogimiento. “Fue uno de los momentos más tranquilos del viaje, a pesar de la multitud. Había una energía especial”, recuerda Carlos S., otro de los viajeros.
Una lancha por los canales de Bangkok lleva al mercado flotante de Damnoen Saduak, donde los botes cargados de frutas y flores componen una postal viva. También se visita el mercado ferroviario de Maeklong, que se desmonta y monta cada vez que pasa el tren: una escena insólita y cargada de identidad local.
Luego, el viaje se traslada al sur para días de descanso junto al mar. Las islas Phi Phi reciben al viajero con su calma y belleza: playas blancas, aguas cálidas, tratamientos de spa y paseos en barco hacia calas o pequeñas bahías escondidas como Maya Bay, donde la naturaleza parece haber sido diseñada a medida del deseo.
El último día transcurre en Phuket, con tiempo libre para una cena junto al mar, una caminata por el mercado nocturno o simplemente una última postal del atardecer sobre el mar de Andamán. Es el final ideal para un viaje que deja huellas no solo en la memoria, sino también en el alma.
Datos útiles
Cómo llegar
Desde Buenos Aires hay una salida grupal acompañada con guía especializado el 24 de enero de 2026. El recorrido es de 22 días e incluye alojamiento con desayuno, visitas panorámicas y todo lo necesario para disfrutar del viaje.
Cuándo ir
La mejor época para ir es entre noviembre y febrero, durante la estación seca. En esos meses, el clima es más fresco y agradable, ideal para recorrer y disfrutar de las playas sin un calor excesivo ni lluvias intensas.
Tips para viajeros
Vestimenta cómoda y respetuosa: en templos y sitios religiosos es importante cubrir hombros y rodillas. Llevar calzado fácil de quitar facilitará las visitas.
Hidratación y protección solar: el clima suele ser caluroso y húmedo. Es fundamental beber agua embotellada y usar protector solar y gorra.
Moneda local y pagos: aunque en las ciudades las tarjetas son aceptadas, llevar algo de efectivo en moneda local es útil para mercados, transportes y propinas.
Adaptador eléctrico universal: los enchufes varían según el país, llevar un adaptador universal asegurará que los dispositivos se mantengan cargados.
Respeto cultural: saludar con una ligera reverencia y manos juntas (wai en Tailandia) es muy apreciado. Informarse sobre costumbres locales en cada país enriquecerá la experiencia.