Si La Mansa está demasiado planchada; si La Brava tiene demasiadas olas y la arena vuela para todos lados; si en La Barra no se puede ni caminar; si está nublado y los chicos son una máquina de gastar; si todo te molesta un poco, quizá sea hora de subirse al auto y hacer una escapada en el día para cambiar el aire de las vacaciones en Punta del Este. En ese caso, estos son los cinco de los mejores lugares para descubrir muy cerca de la Perla del Este.
Es el refugio bohemio de la costa uruguaya, a 150 kilómetros de Punta del Este. Y, al no tener un acceso directo desde la ruta, Cabo Polonio sigue siendo un paraíso relativamente escondido donde pasar un día diferente. Ya es una aventura dejar el auto a la altura del kilómetro 265 y subirse a uno de los camiones-jeep, que cuestan 170 pesos uruguayos (alrededor de 8 dólares) por la ida y vuelta a las desérticas playas del cabo.
Una vez ahí se pueden recorrer el pueblo y sus dos costas, donde están desperdigados ranchos que en muchos casos no tienen agua ni luz (pero pueden costar desde US$ 120 la noche). Además de comer pescado muy fresco en alguno de sus familiares y relajados restaurantes-boliches, una de las atracciones es el faro y la reserva de lobos marinos que se aprecia a lo lejos. Sin duda, un gran lugar para tomarse un respiro de Internet, WhatsApp y otras delicias de la vida conectada.
Piriápolis
A 45 minutos de Punta del Este, hacia Montevideo por la Ruta Interbalnearia está una de las ciudades más misteriosas de Uruguay, Piriápolis. Fue creada por Francisco Piria, un gran maestro alquimista que dejó su huella esotérica en varias de las construcciones más importantes del lugar: el castillo de Piria, la iglesia y el Gran Hotel Argentino, un gigante melancólico de estilo renacentista.
Pero fue su colega Humberto Pittamiglio quien se despachó con la obra más intrigante, el Castillo Pittamiglio, un verdadero laberinto con escaleras que conducen a ninguna parte (se realizan visitas guiadas todos los días). A la tardecita se puede merendar en el hotel Argentino o quedarse mateando sobre la rambla evocando tiempos pasados que seguramente fueron mejores.
Cerro Pan de Azúcar
El cerro Pan de Azúcar, con algo más de 400 metros, es el tercer pico más alto del plano territorio uruguayo. Desde Punta hay que andar por la Interbalnearia hasta el kilómetro 94, donde se toma el retorno y se hacen 200 metros hasta el inicio del camino de ingreso en el cerro.
Ahí funciona el Ecoparque, un predio que no tantos veraneantes esteños conocen, un auténtico parque de diversiones para los fanáticos de la adrenalina. Se puede bajar en mountain bike, deslizarse a buena velocidad por un espectacular y vertiginoso canopy (más de 600 metros, por unos 200 pesos argentinos) y hasta experimentar el kiwi ball, curiosa actividad que consiste en meterse en una pelota gigante y rodar por una ladera de 250 metros (100 pesos). Hay distintos circuitos y combinaciones de actividades, incluido un programa nocturno, que se pueden pagar individualmente.
Pueblo Garzón
Si se toma por la ruta 10 –que va de Punta del Este en el norte para el lado de La Pedrera- otro paseo posible es tomar a la izquierda en la rotonda de José Ignacio, hasta la ruta 9 y luego hasta el kilómetro 175, donde está la entrada a Pueblo Garzón. Y otra vez, la sensación de ingresar a un mundo de maqueta (a esta zona algunos le dicen La Toscana uruguaya ).
Aquí tienen sus chacras de mar Susana Giménez y Mauricio Macri, entre otros famosos, y el empresario argentino Alejandro Bulgheroni plantó olivares hasta donde alcanza la vista, con los que elabora su aceite extra virgen Colinas de Garzón. La parada obligada es el hotel restaurante El Garzón, creado por Francis Mallmann, aunque sea solo para conocer este viejo almacén de ramos generales y preguntarse cómo hubo gente que llegó a pagar 2000 dólares por una cena individual. La vuelta puede terminar con una visita a la galería Pueblo Garzón, la última novedad del pueblo, que abrió sus puertas en octubre último y ofrece un buen muestrario de obras de jóvenes artistas uruguayos.
José Ignacio
Si no estuviéramos en Uruguay, José Ignacio podría pasar perfectamente por un pueblito europeo sobre el mar. Caminando por sus callecitas se escucha hablar inglés, francés y algún que otro argentino mete un bocadillo. A sólo 40 kilómetros de Punta, José Ignacio marca el pulso de las modas del verano.
Para estar en sintonía con el lugar se pueden tener en cuenta algunos tips. Llegar cerca del mediodía y almorzar en Santa Teresita, el nuevo restaurante de Martín Pittaluga, creador del exitoso La Huella. Luego, echar el pareo, la mantita o lo que se tenbga a mano frente a La Susana, el flamante parador playero de Bahía Vik (hotel del magnate noruego Alexander Vik), y quedarse viendo a las modelos de estación mientras cae la tarde. Después de esta sobredosis de onda se puede bajar un poco el piné y atorarse con una torta rogel en la tradicional casa de té Lo de Lucy (calle Las Garzas y Las Golondrinas), para luego emprender el regreso al Este.