Washington.- El público al principio no se entusiasmó: el primer teléfono móvil
era demasiado grande, pesado y caro. El primer modelo que Motorola sacó al mercado hace 25 años -el
13 de junio de 1983- costaba 3.500 dólares. Pesaba 800 gramos, casi tanto como una botella de agua,
era más largo que una hoja de papel Din-A4 y se quedaba sin batería después de hablar media hora.
El primer celular, al que los diseñadores llamaron “el ladrillo” por su forma,
desapareció pronto del mercado.
Pero pese a ello, ningún otro artefacto ha cambiado tanto el mundo. “Nuestro sueño era que
un día nadie hablara por un teléfono convencional”, recuerda su inventor, Martin Cooper. El
ex ingeniero de Motorola trabajaba a principios de los años 70 en un aparato móvil para la policía,
cuando se preguntó por qué no hacer un modelo para todo el mundo. Un par de semanas después, Cooper
iba por la calle en Nueva York y usó su prototipo para llamar triunfante a la empresa competidora,
AT&T. Pero tuvieron que pasar diez años hasta que el primer móvil fuese lo suficientemente
pequeño para el público masivo. “La gente pensaba que yo estaba loco”, relata Cooper.
“Porque pensaba en un teléfono que se pudiera llevar en el bolso”.
Hace tiempo que Cooper ganó la partida a los escépticos. Según estadísticas del instituto
Wireless Intelligence, hay actualmente 3.300 millones de celulares en funcionamiento en una red. La
cifra crece cada vez más rápido. Mientras que pasaron 20 años para que se vendieran los primeros
1.000 millones, el segundo millardo se alcanzó en tan sólo cuatro años, y el tercero en dos. Un 80
por ciento de la población mundial tiene acceso a la red de móviles. Desde las costas del sur de la
India a la cumbre del Kilimanjaro hay antenas en casi todas partes.
“El móvil es revolucionario”, asegura el investigador en comunicaciones Scott
Campbell, de la Universidad de Michigan. “Transformó nuestra vida social y el mercado de
trabajo. Creó nuevas formas artísticas y de rezar, pero también de organizar atentados
terroristas”, según Campbell. Se ha transformado la forma de hablar por teléfono. “Ya
nadie llama a una casa o una oficina, sino a una persona determinada”.
“El teléfono ahora eres tú”, afirma también el sociólogo David Hachen, de la
Universidad de Notre Dame en Indiana. “Las conversaciones por celular recortan distancias
sociales. La gente habla más entre sí, porque lo pueden hacer en cualquier sitio”. Los
estadounidenses, por ejemplo, hablan en promedio siete horas al mes por el móvil. A causa de ello,
en restaurantes, teatros o vagones de tren la marea de comunicaciones y timbres es maldecida o
prohibida. Pero a medida que avanza la técnica, también los usuarios ganan en capacidades: se
convierten en fotógrafos aficionados, documentalistas o empleados siempre ubicables y
controlables.
“La fotografía artística con móviles se ha vuelto un sector propio que nos hace
competencia”, asegura un fotógrafo de Washington. Fuera del mundo occidental, el teléfono
móvil dio alas a la economía. El 68 por ciento de los nuevos contratos se firman en países en
desarrollo. La London Business School calculó que en todos los lugares donde llegan diez nuevos
teléfonos a 100 personas, el PIB aumenta un 0,5 por ciento.
Cualquiera puede ofrecer sus servicios, porque está ubicable, ya sea en Manhattan o en una
favela africana. Los economistas atribuyen al celular la creación de numerosas empresas pequeñas.
En los países pobres las organizaciones médicas utilizan el móvil para recordar a los pacientes que
deben tomar su medicación. Y temas tabú como el sexo o el sida pueden ser tratados por SMS.
Cuando el teléfono se convierte hasta en una enfermera portátil, es que ya su nombre no lo
representa, afirma el sociólogo Hachen: “Es televisión, diario, fax, cámara de fotos, tarjeta
de crédito y administrador personal”. Y si es por su inventor, irá incluso a más. Cooper
habló hace poco en el canal CNN de su próximo sueño: “El teléfono tendría que convertirse
algún día en parte del ser humano, quizás bajo la piel o detrás de la oreja”. (DPA)