La fiesta tuvo sus mentores: el psicólogo del centro de salud, Gabriel Rodríguez, y el sacerdote del barrio, Marcelo Ciavatta. Sin embargo, hubo un espacio de origen: uno de los talleres de expresión que todos los miércoles desde hace una década sostiene Rodríguez como enclave de expresiones artísticas. Allí se baila, se canta y se lee. Pero también se resiste.
"Entendemos la salud en red, pero además la salud como la capacidad de lucha individual y colectiva frente a las situaciones que nos limitan la vida y sobre todo el disfrute, por eso decimos también que porque se disfruta se lucha", explica el psicólogo sobre el espacio por el que transitan las mujeres. Algunas, como Olga llegan desde el barrio vecino La Palmera y con asistencia perfecta.
15 07.jpg
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Hasta ese lugar, donde como cuenta Amada, "se toma el té, se comparte, se habla, se escuchan y te escuchan", llevó Romina la tristeza que aún tenía por no haber celebrado sus 15 años. No era la única y de a poco se le fue dando forma a la idea de hacer una fiesta.
En primera persona
"Yo pensé que estaba vieja para eso", dice Avelina, una chaqueña llegada a Rosario hace varias décadas y que a los 15 años estaba pariendo al primero de sus seis hijos. Explica que "no usa remedios porque toma yuyos" mientras levanta salvia del patio del centro de salud y admite la emoción que le provocó "tanta atención de toda la gente".
Esa atención que ella no tuvo a sus 15, pero que sí se encargó de organizar para sus dos hijas mujeres. "Viste como es, uno siempre le quiere dar a los hijos lo que no tuvo", comenta.
15 06.jpg
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
Entre las que enseguida levantaron la mano para el festejo está Amada, que admite sin pudores que siempre quiso la fiesta de 15 que no tuvo. Criada en el campo, en una chacra de Chaco, recuerda todavía el deseo que le provocaban los sulkys adornados de las quinceañeras que sí celebraban el cumpleaños.
"Mis padres eran casi analfabetos. No era que no se podía, simplemente pasaba. El día de mi cumpleaños mi mamá mató una gallina, comimos un guiso de arroz y listo, pasó, como también pasaron los 18 de mi hermano", cuenta entre risas.
Cuando Claudia cumplió 15, la estaba criando otra familia. Celia, en tanto, recuerda que fue el momento en que sus padres tuvieron traspiés económicos y apenas su mamá pudo darle ese día un vestido hecho por ella y un par de zapatos nuevos. Y Olga, tres meses antes de su cumpleaños perdió a su mamá.
"Estaba de duelo, no había posibilidad de pensar en un festejo y fue pasando el tiempo", cuenta esta sanjuanina, que se suma a todas las actividades del barrio y donde siempre introduce su mirada feminista.
15 08.jpg
Foto: Celina Mutti Lovera / La Capital
"Diría que sí, que soy feminista", responde y agrega: "Veo que pedimos que cada vez mueran menos mujeres, pero cada día nos matan más. ¿Cómo puede ser que seamos así de maltratadas?". Las preguntas surgen de la escucha que Olga hace en otra de sus citas semanales, la biblioteca, otro espacio clave en la red barrial. "Una vuelta fui a una marcha al edificio de los abogados", dice en referencia a los Tribunales y señala: "Había montones de zapatos violetas, cada uno con el nombre de una mujer muerta. ¿Cómo puede ser? Me duele y me moviliza".
El barrio fue una fiesta
Lo que hizo el barrio para la celebración fue lo que sucede a diario, poner a rodar los vínculos entre personas y espacios para que la idea que se puso en marcha como una celebración sencilla, se transformara en una apuesta redoblada que incluyó todas las tradiciones para que disfruten estas quinceañeras, alguna de más de 70.
"Pensamos en que fuera de cinco invitados por cada una, pero el cura dijo que no, que fueran 10 y vinieron todos y llegamos a ser más de 250 personas", contó Gabriel, que llevó adelante la planificación y reconoció que sin el sacerdote y las vecinas que trabajan con él y sin el gimnasio de la escuela primaria, que funciona justo enfrente del centro de salud, no hubiera sido posible.
Los talleres y emprendimientos del barrio hicieron su parte: los de panificación se ocuparon de las tortas y la mesa dulce, los de carpintería hicieron mesas especiales para colocar la decoración, hubo centros de mesas y decoración, y una banda en vivo con aportes de la Secretaría de Salud y el centro de distrito.
"Todo con mucho mucho amor y gratis", no dejan de repetir las agasajadas. Para ellas, el evento de su vida: entraron al salón de a una como es ritual de las quinceañeras acompañadas de esposos, hijos y nietos, cada una con una flor roja, hubo ceremonia de la cinta, cotillón y baile en la pista.
"Fue con todo", dice todavía emocionada Amada, que esperó hasta último momento la llegada de su nieto y que admite que no pudo dejar de imaginarse en cada una de las celebraciones que organizó para sus hijas. "Esta vez me tocó a mi", dijo la mujer, que usó incluso la coronita prestada por una de sus nietas.
"Algo más de amor"
Rodríguez no deja de remarcar "el respeto del barrio" por esa celebración que se llevó adelante desde las 19 y hasta pasada la medianoche, y apunta que "la posibilidad de hacerlo se da porque el barrio está más tranquilo". Santa Lucía no deja de tener sus asperezas, pero todos recuerdan épocas peores.
"Está algo más tranquilo, ya no pasa que no se puede estar en la calle después de las siete, ahora hay actividades en los espacios hasta más tarde, y pasan cosas, claro, pero acá cuando se fue la Gendarmería la primera vez, en una semana tuvimos cuatro muertos", recuerdan. Y nadie se olvida de Blanca, la vecina que para Navidad, hace unos años, salió a la vereda y recibió sin razón un disparo en el abdomen, al que pudo sobrevivir.
Todos reconocen que si bien las instituciones estaban, en los últimos años se lograron tejer redes que ocupan el espacio barrial. "Hay un entramado social más activo y aunque ocurren cosas, y el barrio no escapa de la dinámica narco que tiene toda la ciudad, hay una contracultura, una contracara que son las instituciones y las organizaciones barriales funcionando más intensamente", cuenta el psicólogo.
"Cosas como esta fiesta pueden pasar en nuestro barrio, en nuestra escuela y en nuestra comunidad. Esto nos pone en otro lugar ahora que estamos algo más tranquilos, con algo más de amor", dice Amada.
Los reclamos históricos, de un enclave geográfico difícil en ese vértice del oeste, entre la Circunvalación y la autopista a Córdoba, persisten. Olga insiste en la necesidad de que el transporte llegue. Recuerda que a Santa Lucía los colectivos no entran después de las 8 y a La Palmera ni siquiera llegan, y los vecinos caminan un kilómetro hasta 27 de Febrero para tomar un ómnibus.
"Antes decían que era porque no estaba pavimentada, pero ahora eso ya está hecho. Ahí hay mucha gente que trabaja, va a la escuela; está bien que crean que somos medio indios, pero ya nos hemos civilizado", dice como si fuera chiste eso que es cosa seria. Pero por un rato piensan en otra cosa, hablan de su fiesta y seguramente traman buscar otra excusa para volver a celebrar.