Enfrentados a disyuntivas difíciles de resolver, Omar Perotti y Pablo Javkin encontraron diagonales para salir del paso pero tienen todavía varios obstáculos por delante.
Por Mariano D'Arrigo
Enfrentados a disyuntivas difíciles de resolver, Omar Perotti y Pablo Javkin encontraron diagonales para salir del paso pero tienen todavía varios obstáculos por delante.
Al filo del plazo para enviar los pliegos para cubrir los principales cargos del Ministerio Público de la Acusación y el Servicio Público de la Defensa Penal, el gobernador sorprendió a propios y ajenos. Sólo él y su entorno más cercano saben qué pasó en esas horas de fuertes lobbys cruzados. Se preveía que el gobernador enviaría el pliego de Roberto Prieu Mántaras para la fiscalía general y que luego del rechazo de la Legislatura se inclinaría por Javier Beltramone.
La decisión de mandar finalmente a Cecilia Vranicich muestra la reticencia del gobernador a exponerse a una derrota política con poco o nada para ganar. Si bien el círculo que sigue la rosca política judicial es pequeño, el veto de la Legislatura implicaba una muestra de debilidad en el momento de definiciones políticas.
Por lo bajo, en el entorno del gobernador más de uno se lamentaba de por qué la Casa Gris no aplicó una estrategia similar desde el comienzo de la gestión, en la que se embarcó en conflictos —como el que sostuvo durante dos años con un sector del peronismo— que no dieron ningún tipo de rédito político y sólo empantanaron la marcha del gobierno.
Con este movimiento en el último tramo del proceso, en el que la ministra de Gobierno, Celia Arena, asumió un rol central, Perotti ubica a mujeres en los lugares clave y, en algunos casos, como el de la fiscal general de Rosario, María Eugenia Iribarren, con buena relación con determinadas terminales del peronismo.
María Cecilia Vranicich, la elegida por Perotti para conducir el Ministerio Público de la Acusación
Después de impugnar el proceso y mover fichas por sus propios nombres, en los distintos campamentos del frente de frentes se muestran satisfechos con los candidatos que deberá refrendar la Asamblea Legislativa el 13 o el 20 de abril, donde cuentan con mayoría propia.
“Más allá de coincidir en el resultado, no nos pareció del todo saludable el trámite. Nos hubiera gustado un diálogo más institucional, más amplio. A veces hay mucho capricho, y no es lo mejor”, señala un dirigente radical.
Cuidadosos en la pública, los principales dirigentes de la alianza que ya se ve gobernando en diciembre no querían pelearse ni con la Corte Suprema ni con los responsables de trazar la línea de la investigación penal.
La elección de autoridades del MPA se trató de una prueba de fuego para la oposición, que hasta la semana pasada tenía más bolillas negras que acuerdos sobre nombres concretos para proponer.
Hubiera sido una muestra de debilidad que radicales, socialistas, amarillos y javkinistas expusieran diferencias sobre a qué candidatos apoyar.
Otro test que superó el frente de frentes es el bombazo de Elisa Carrió sobre posibles vinculaciones de dirigentes opositores con el narcotráfico, que generó mucho más ruido que daño a la nave a la que se subió prácticamente todo el no peronismo.
Con su capacidad de chantaje menguada, la líder de la Coalición Cívica no escoró a la alianza ni mejoró las condiciones de negociación de su espacio, en una ofensiva que tiene menos que ver con los principios morales que con los lugares en las listas.
Más sacudidas generó la foto en la Municipalidad de Pablo Javkin con una delegación de Juntos por el Cambio encabezada por Mauricio Macri, en medio de su gira para reafirmar su jefatura en el PRO.
Rápidos de reflejos, Juan Monteverde subió una foto con Leonardo Caruana, una señal hacia el electorado de centroizquierda que no quiere saber nada con el frente de frentes.
En la mesa chica del socialismo calificaron la jugada del secretario de Salud como una señal de “amateurismo político total” pero puso en aprietos a Javkin: ¿debía echar al secretario de la principal área de su gobierno a cuatro meses de las elecciones? ¿O tenía que sostener a un funcionario clave que va a trabajar con uno de los principales candidatos de la oposición?
El alcalde salió del laberinto por arriba y escribió en su cuenta de Twitter que los miembros del gabinete “tienen que cumplir tres condiciones: honestidad, idoneidad y trabajo sin descanso. En la Argentina de hoy, la pluralidad no es un problema, es una necesidad”. Por ahora, Caruana sigue al frente de Salud.
Consciente de los costos de la foto con Macri, y de que cualquier candidato deberá retener votos muy diferentes entre las Paso y las generales, Javkin se diferenció del antecesor de Alberto Fernández y dijo que “los derechos humanos no son un curro”.
Lo cierto es que los gobiernos enfrentan un panorama complicado. Según el último estudio de la consultora Innova, dirigida por Martín Ostolaza y Guillermo Variego, entre octubre y marzo la imagen positiva de Perotti y Javkin cayó 15 puntos en Rosario: de 37% a 22% en el caso del gobernador y de 42% a 27% en el caso del intendente.
A eso se suma que casi 8 de cada 10 personas encuestadas prefiere un cambio de gobierno, tanto en la provincia como en la ciudad.
El violencia y la inflación que no dan respiro, el desorden del Frente de Todos y la falta de acuerdos por arriba —claves para financiar la campaña— parecen inclinar por estas horas a Marcelo Lewandowski a desistir de la candidatura a gobernador y a competir por la intendencia de Rosario.
Números en mano, un armador opositor reconoce que si el senador nacional decide jugar en Rosario pone al frente de frentes en una situación delicada. “Es jaque”, reconoce.
El final dependerá de cómo se encuadre la competencia. “Si es un plebiscito sobre la gestión de Pablo, gana Lewandowski; pero si es peronismo sí o no tenemos chances de ganar”, señala el dirigente.
La magnitud de los problemas de Rosario torna casi imposible que los gobiernos nacional y provincial le suelten la mano a la administración local, si efectivamente cambia el signo político en todos los niveles.
El ataque de este martes contra una sede del Banco de Santa Fe de Granadero Baigorria es un ejemplo. Esa balacera, en la que dejaron una amenaza contra Maximiliano Pullaro que va a la carpeta de amenazas bien escritas y dirige la mirada hacia sectores de las fuerzas de seguridad, generó —más allá de algunos silencios notorios— expresiones de solidaridad multipartidaria pero que lejos están de alumbrar un acuerdo para enfrentar el principal problema de la provincia.