Con 24 años de casados, parece que la vida les sonríe: Lucía (Julieta Díaz) es dueña de un conocido restaurante de Buenos Aires y Nacho es un productor que siempre está 24/7 con su trabajo, y más ahora que está a punto de contratar a Natalia Oreiro (que hace de ella misma) para una serie internacional de alta gama.
Pero claro, lo que parecía un viaje liberador se convierte en una prisión, quizá de allí asome la primera metáfora del título. Hay otras, pero conviene no spoilear. El actor protagónico cuenta cuáles fueron las sensaciones que lo atravesaron en el rodaje y qué cuestiones personales lo conectaron con su alter ego.
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En “Asfixiados”, que se estrena el jueves, Julieta Díaz y Leonardo Sbaraglia dan vida a una pareja que enfrenta una crisis tras más de veinte años de matrimonio.
Sbaraglia reflexionó además sobre los logros de la película “Argentina, 1985” pese a no levantar el Oscar, en el marco de un país que “es maravilloso y también es terrible”.
Y revelará una suerte de romance con la ciudad: “Tengo recuerdos hermosos de cuando crucé en kayak junto a mi amiga Lucía desde Rosario a Entre Ríos, y nos reencontramos con Naibi, bailarina y pareja del cantante de la Rosario Smowing, una bandaza. Con ellos trabajé hace treinta años en una obra de teatro. Y fue una alegría reencotrarlos”.
El Sbaraglia de ayer, el de hoy, el de acá nomás, el actor que también se lució en las tablas con “El territorio del poder”, una obra que siempre tiene a mano. Podrá usar mil máscaras, pero el Leo cercano siempre está.
—¿La película le hace un guiño a la frase de compromiso matrimonial de amar “hasta que la muerte los separe”?
—La película tiene mucho humor, y eso le da la licencia de ese final que es un poco disparatado. A todos los que la vieron antes del estreno, como ustedes y mucha gente de la prensa, coinciden en que de alguna manera los hizo repensar en sus vínculos. Y eso que es una ópera prima y, parece increíble, pero se trata de cuatro personas hablando en un barco.
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Todo pasa arriba del velero. Sbaraglia y Díaz, en una escena del film junto a Marco Antonio Caponi y Zoe Hochbaum.
—Es muy teatral, y se sostiene, pero plantea una paradoja porque un viaje en velero que parece liberador se traduce en un encierro. ¿Hay una ambigüedad ahí de liberación y encierro?
—Sí, es la gran pregunta de la vida, ¿no?qué es la libertad, qué es el amor, qué es el éxito. Creo que “Asfixiados” presenta todas esas cuestiones. Y el personaje de Nacho, el mío, es un personaje insoportable, es un tipo arrollador, parece indestructible, manipulador, jodido, ¿viste? Nadie puede decirle nada, para todo tiene una contestación, es competitivo. Porque, ojo, yo creo que son personajes que existen también.
—Y se cruza mucho con la historia que viven ustedes, porque el productor que hacés se desespera para que Natalia Oreiro le diga que sí. ¿Es difícil cuando un castillo de arena se te destruye en un ratito?
—Sí, y más en este negocio. Pero Nacho no es que sea solo un chanta, porque toda la gente que se dedica a los negocios vende humo, porque el sistema capitalista es un sistema vende humo. Entonces Nacho es una expresión más de un sistema que juega a la timba. Y en el negocio del cine, para que un productor -y esto lo digo con todo respeto-pero un productor que tiene que conseguir la plata y levantar una película también tiene que hablar con inversionistas y tiene que salir a ilusionarlos con algo que no existe todavía. Solamente está Natalia Oreiro, es una historia, está una serie, pero no hay mucho más, y si se te cae Oreiro ¿de qué te disfrazás?
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Feliz. Así se lo vio a Leo Sbaraglia en el junket de prensa del film "Asfixiados".
Crédito Camila Rezk
—La película también muestra a mujeres empoderadas, tanto Lucía, dueña de un restaurante y amante de la fotografía; la novia de Caponi, que es performer; y la hija de ustedes, que escribe guiones, todas son mujeres independiente, en su propia búsqueda. ¿Hay algo de cómo el hombre cincuentón se choca contra esa estructura de la mujer independiente actual?
—Claro, eso también es algo muy interesante. Porque la historia partía del supuesto de otro tipo de tópico, la chica joven venía en un rol más sexualizado y decidimos cambiarlo, era una chica sexy (el personaje de Zoe) , erótica, y no quisimos ir por ahí, porque hay algo que de alguna manera el cine también tiene la responsabilidad de ir cambiando. Viendo un poco los patrones de la argentinidad machista, y que muchos la tenemos, y si se vio el empoderamiento me encanta, porque mucho de eso se han ocupado Julieta y Zoe, que son dos guerreras y dos hermosas, y uno tiene que estar abierto a escuchar también, a aprender y entender que los lenguajes fueron cambiando y deben cambiar. Porque hay muchas cosas que se tienen que empezar a visibilizar de otra manera.
—La crisis matrimonial de los que andan en los 40 y los 50, que quizá te pasó a vos también en tu vida, ¿la trasladaste a tu personaje?
—Completamente, yo me separé de un matrimonio de 20 años hace unos 7 años, podríamos decir que es un tema superado, no porque haya superado nada, pero sí es una etapa que ha quedado atrás. Y justamente por ese nivel de perspectiva es porque uno lo puede ver claramente, en qué lugar uno estaba metido en esa relación, no por echarle la culpa a nadie, pero a veces las cosas se arman de una manera y tienen que ver un montón de complejidades. Y en este caso, en ese matrimonio de “Asfixiados” están agarrados a una vieja estructura donde el hombre proveedor cree que puede determinar todas las decisiones de la casa, de la mujer y de la hija, y cree además que tiene el control de todo. Lucía necesita moverse y él es muy estructurado, siempre parece que algo va a romperse ahí en Nacho. Se contraponen a la pareja que es de otra generación, y ese cruce está también en la película.
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Antonio Banderas, Penélope Cruz y Almodóvar, en tiempos de “Dolor y gloria”.
—Te paso al tema Oscar: ¿Fue una decepción para el país perder con “Argentina, 1985”?
—Yo no siento ninguna decepción, creo que Argentina ha logrado un montón. Obviamente me parece que el Oscar hubiese sido mucho mejor, pero no fue una decepción.
—El director Santiago Mitre dijo que se inspiró en un estilo narrativo hollywoodense para tener más aceptación del jurado de los Oscar y por lo visto no alcanzó. ¿No sería momento de bucear más en relatos con un pulso propio, aunque se aleje del gusto de la industria?
—Es interesante esa idea, pero el guión de “Argentina, 1985” lo escribieron Santiago Mitre con Mariano Llinás, que son los directores independientes del cine argentino por excelencia. Vos ves una película como “La flor”, de Llinás, que la vi casi completa porque dura 13 horas, y me pareció que tiene tantas cosas brillantes, tantas cosas maravillosas. Lo de “Argentina, 1985” fue una decisión de ese objeto, fue la construcción de un objeto que se construyó con muchas manos, mucha gente, muchos productores, y además está producida por Ricardo (Darín) por Axel Kuschevatzky, es una industria. Y me parece que apuntó a un tipo de expansión. Por no hablar ni de marketing, ni de comercio, me parece que es súper válido que una película que está planteada como un objeto que aspira a tanto espacio, y ese espacio lo ha logrado con creces. Creo que a ellos mismos los debe haber sorprendido el éxito social e histórico que tuvo la película.
—En el país se esperó la ceremonia del Oscar como un hecho especial también.
—Claro, mirá, hace un mes y medio yo fui a las casas de las Abuelas de Plaza de Mayo y estaban esperando el tema de los Oscar como un Mundial. El valor de la película lo ves ahí, porque el planteo que se hace la película va por otro lado. Me acuerdo cuando hice “La noche de los lápices”, a nadie le importaba cómo era la película, importaba lo que movilizaba, el tema que hablaba. Y aquí pasó algo muy parecido con esta película. A mí no me importaba mucho si iba a ganar el Oscar o no, la vio parte del planeta, no te olvides.
—Además, llegaron a ganar el Goya y el Golden Globe.
—¡Ganó el Golden Globe, y hay que ganarlo, es un montón! Ganó más cosas que “Relatos salvajes” y en cierto sentido llegó más lejos. Entonces, siendo moralmente serio, creo que “Argentina, 1985” cumplió un objetivo hermoso que fue instalar un tema que era importante. Porque ojo, nosotros estamos todo el día con este tema, yo no me olvido nunca que hubo una dictadura, que hubo torturadores, que probablemente haya muchos que siguen sueltos, que hay una reconstrucción que todavía no se terminó, que hay un montón de cosas para seguir deconstruyendo de lo que fue ese país, que efectivamente ese país en muchos aspectos sigue existiendo aunque con otras caras. Uno sabe y no se olvida ni un día de su vida, pero, en un principio de realidad muy concreto: hay un nivel de ingenuidad sobre los que nos pasó. Tenemos el privilegio enorme de haber juzgado a nuestros militares, cosa que no ocurrió en ningún país del mundo. En España vi gente brillante hablando maravillas de la película, pero sobre todo porque ni siquiera ellos tuvieron una revisión, no pudieron juzgar a nadie pese a los miles de muertos que hubo en el franquismo. Cada vez que alguien quiere abrir una tumba, como el juez Garzón, lo fletan en un cohete a Saturno. Mirá, nosotros vivimos en un país que es maravilloso y también es un país terrible. Esa es la verdad, maravilloso y terrible.