En su segundo paso, el Newell’s que está intentando moldear Sebastián Méndez, expuso algunos inconvenientes que no había exhibido en el inicio del ciclo. En esta ocasión, con más responsabilidades en su mochila ya que le tocó actuar de local, el equipo rojinegro no pudo evidenciar una señal de ratificación de rumbo, ante un rival de pocos quilates, como Independiente Rivadavia, que igual lo ató, lo llenó de complicaciones, lo situó frente a un incómodo espejo y lo obligó a retroceder los casilleros que había avanzado en el compromiso anterior.
En este trance que atraviesa la lepra se incluye la problemática de no encontrar caminos alternativos cuando no aparece, o cuando no lo encuentran, a su estrella y capitán: Ever Banega.
Una dificultad que arrastra desde que el 10 arribó al club. La calidad y el propio peso específico del volante creativo rojinegro provoca preocupantes vacíos cuando los trámites de los encuentros o las virtudes del rival logran esconder su incidencia.
En tan bueno y tan nutritivo lo que aporta Banega cuando está encendido, que genera una gran inquietud cuando no puede activar sus sensores y sus herramientas.
El viernes, en la visita a Barracas, Banega se puso uno de sus mejores trajes. Volvió a parecerse al que asomó en el inicio de esta temporada. Toque, elegancia y panorama, todo al servicio de la generación de juego. Y hasta se animó a rematar y en dos ocasiones hizo vibrar el travesaño adversario.
Pero este martes, muy pocos días después, pasó casi desapercibido en el pleito frente a la Lepra mendocina.
Evidentemente, Banega no fue el mismo del triunfo ante el Guapo. No pudo serlo porque nunca se encontró y también porque el rival tejió disposiciones y mecanismos que maniataron sus posibilidades de irrumpir en escena.
Él no apareció y el equipo tampoco pudo encontrarlo. Sus compañeros nunca tuvieron la claridad para integrarlo y buscar entre todos un ruta colectiva de reacción dentro del desarrollo de un partido que con el correr de los minutos se fue corriendo cada vez más de lo planeado de antemano.
Banega lució poco participativo y errático, y desde esa carencia se explica gran parte de la falta de protagonismo que evidenció el local ante su gente.
Y dentro de esa falta de respuestas grupales ante un bajo rendimiento individual de Banega hay que remarcar que esta vez los refuerzos no pudieron mostrar los mismos atributos de local, y que tampoco surgió ningún gesto de rebeldía colectiva para enfrentar esa situación.
Lejos de las riendas
Esas complicaciones llevaron a que Newell’s no pudo nunca tomar las riendas del partido. El peso de ser banca en esta ocasión lo sobrepasó. Y eso dejó rebotando ecos de reclamos y de reproches en el Coloso Marcelo Bielsa.
Dentro de un trámite muy cortado, el conjunto rojinegro no estuvo fino ni preciso en las salidas, no pudo hacer circular la pelota y generó bastante poco en ataque. No cortaba a tiempo y sufrió en algunas contras. Y sin espacios, nunca consiguió sorprender ni encontrar recetas para salir de ese aturdimiento.
Ese estado de tensión e inmovilidad, de no poder encontrar atajos dentro de las propias filas puso en consideración problemas que tendrá que superar para poder volver a situarse en el escalón de aquellos que quieren (y pueden) mirar hacia adelante sin temores, tratando de reconciliarse con sus ambiciones naturales, volviendo a creer en sus posibilidades y en lo que puede proponerse cuando establecen objetivos.
Cuando Banega no brilla, a Newell’s le cuesta todo mucho más. En ese marco de búsquedas, el Gallego Méndez tendrá que trabajar mucho para hallar alternativas, cuando su carta ganadora no sale a la mesa.