“Yo venía haciendo sonido en vivo, hasta que un día unos amigos me preguntaron si les podía grabar un demo. Era el único que se quedaba todo el proceso, el resto graba su instrumento y desaparecía, pero yo siempre me quedaba hasta el final”, detalla sus comienzos dominando consolas. Siempre de forma autodidacta, nunca con estudios académicos, fue grabando discos con bandas de su ciudad, mientras también tocaba y trabajaba en otras cosas. “Cañada es la capital del mueble, así que trabajé en una fábrica de muebles. También en metalúrgica, pero ya tenía pareja y un hijo, y me tenía que decidir”.
La decisión fue abrir su propio estudio en paralelo a esos trabajos. Lo hizo durante un tiempo hasta que empezó a andar bien y dejó los otros laburos para meterse todo el día en el estudio. “Cañada es una zona chica, con muchas bandas, y aunque le encontramos la vuelta, los presupuestos eran inestables”, relata. Y en ese contexto, en 2009 surgió la posibilidad de emigrar hacia otro país de Latinoamérica.
Pablo ejercita la memoria, y con un dejo de nostalgia y sorpresa, relata: “Mi cuñado, Leonardo Pipino, es DT de fútbol en Panamá, que en ese momento estaba muy próspero. Vendí todo lo que tenía, y no me llevé nada. Fui a tocar, nada de grabación. Pero no resultó, por una chanchada de un manager que me estaba haciendo los contactos para tocar con algunas bandas. Y me encontré en otro país, sin plata y sin trabajo, con mi mujer y mi hijo”.
Así, tuvo que patear la calle para encontrar algo. “Empecé a escribir correos a estudios de grabación, y me respondió uno solo, que era de los buenos. Me citan a una reunión, y en lugar de darme el trabajo, me termino asociando”. Describe como "ninja" la actitud y las ganas que lo llevaron a conseguir esta nueva oportunidad, “porque no me fui con ninguna chapa, pero sí con unas ganas de laburar terribles, que a veces tieneN más fuerza que cualquier diploma”, reflexiona.
Ignacio Molino, su socio, creyó en el potencial de Pablo, y trabajaron juntos durante diez años en una aventura laboral que tuvo resultados extraordinarios dentro del canon de la industria discográfica mainstream.
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-¿Cómo funcionaba el estudio hasta tu ingreso?
-Ignacio estaba laburando muy bien, sabía muchísimo, y a mí me servía porque siempre sirve uno que sepa más que vos. Pero no producía, solo era ingeniero de grabación. En realidad, producía, pero no se daba cuenta de que lo hacía, y no lo cobraba. Entonces yo le propuse hacer ese laburo, y cobrarlo. Ahí empezó la cosa.
-¿Y cómo llegan a Rubén Blades?
-Mi socio era metalero, tocaba la guitarra en una banda de metal. Iban a grabar al estudio, pero como siempre, el rock si no está con una compañía, no tiene plata. Entonces le dije que nos vayamos para otros estilos. Era sacarse la remera negra y ponerse una camisa, momento de hacer un cambio radical para vender. Así que produjimos un álbum de salsa, de un artista (Alfredo Arauz) que escribía muy buenas canciones y tenía financiación, todo muy bien planteado. Con el disco terminado, el tipo se lo muestra al arreglista y director de la banda de Rubén Blades, Roberto Delgado, quien se interesa y le pregunta con quién había grabado porque le había gustado el sonido y como estaba grabado. Desde otro plano, lo nuestro era un poco más rockero. Entonces Roberto un día viene al estudio, y nos dice que íbamos a grabar cinco discos de Rubén. Nosotros estábamos remándola, viendo de donde sacar dinero para subsistir y pagar las cuentas, y cayó de la nada, y lo dijo así en seco. Yo tenía un año y poco más en Panamá, y a los meses empezamos la primera grabación.
-¿Qué te pasó cuando lo viste entrar a Rubén Blades? Porque en ese contexto que describís, tuviste que darle la primera indicación.
-Un montón de cosas, porque además yo soy fanático de antes de él. Y se lo dije. No le gusta mucho eso, pero me contestó "gracias", jaja. Es una gran persona, un tipo que sabe mucho, y sabe escuchar a la gente. Le gusta hablar, un genio. En cuanto a indicaciones, fueron aceptadas, y seguimos. Es ir con respeto y verdad, ni estar lamoneando ni quedándote atrás, simplemente ir.
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-El termómetro social muchas veces siente que para llegar a los espacios que llegaste, es por dinero o algún acomodo, cosas que no se dan en tu caso. ¿Porqué?
-Porque en realidad la plata no compra ciertas cosas, como por ejemplo caerle bien a una persona. Creo que son momentos, a lo mejor justamente por la necesidad de ese momento. Era todo muy nuevo para nosotros, y en particular tenía que tratar de convencer a gente que no me conocía, de que yo podía hacer algo bien, en un país que es otra cultura, que no te conoce nadie. En ese sentido, no sos nadie en otro país. Te vas a dormir a la noche y nadie está preocupado si estás enfermo, si estás bien o te moriste. Entonces creo que eso crea una necesidad de que cada paso que das, tiene que ser un tiro al blanco. Porque no se te dan muchas oportunidades. Y creo que también nosotros, los argentinos, tenemos un entrenamiento ninja.
-Llegaste siendo un desconocido a Panamá, en menos de un año empezaste a producir a Rubén Blades, con quién grabaste cinco discos en diez años; ganaron cinco grammys sobre ocho nominaciones, incluyendo el más destacado: álbum del año. Sin embargo, no te conocemos acá. ¿Por qué no tenes más exposición?
-Lo sé … un colega me sugirió que debía contratar a agentes de prensa, pero no va con mi personalidad. Si me llaman, todo bien, hablo. Pero para mí lo más importante es lo que yo hago, no lo que pueda decir.
-También trabajaste, por ejemplo, con Serrat, Diego Torres o Rosana. ¿Cómo accediste a ellos?
-Porque Rubén es un tipo muy generoso. Si alguien le pregunta para grabar, no dice conmigo, dice "grabá con él". No es celoso para nada, y así hice música hasta para una película con Robert De Niro (Hands of Stone, sobre la vida de Mano de Piedra Durán), porque le dijo al director que nosotros éramos buenos, que para qué se iba a ir afuera de Panamá. Tiene casi toda la música de Blades, una canción mía, y los doblajes al español se hicieron en mi estudio. Fue una muy buena experiencia, vinieron unos ingenieros de audio que hacían Game of Thrones y otras producciones de HBO.
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-En el 2015, con el disco "Son de Panamá", de Rubén Blades, ganaste tu primer y segundo Grammy, mejor álbum de salsa por el latino y best tropical álbum, en el gringo. ¿Qué sentiste?
-(Resopla, piensa, recuerda) … tenía algo preparado para decir, y cuando subí al escenario no sabía qué hacer. Rubén no fue esa vez, ya nos había avisado y nos dijo que aprovechemos, que salgamos nosotros, que la foto sea nuestra. Fuimos Roberto Delgado, y yo, los únicos dos en representación del disco. Y por esas cosas de la vida, la foto oficial del premio, fue la mía. No tenía que ser yo agarrando el premio, tenía que ser Delgado, porque realmente es Rubén Blades y Roberto Delgado. Pero la foto oficial fue yo agarrando el premio y hablando, eso salió por el mundo, nada que ver, jajaja. Y no les molestó, porque en realidad no era culpa de nadie, o del fotógrafo que captó tarde el momento. Para mi familia significó un montón de factores, el sacrificio, el por algo se fue y ahí está, la cantidad de años dándole desde las penumbras. Y cuando sale esa foto en una publicación de Twitter mi celular explotó, se reinició siete veces. Me decían "la foto, tu foto", y yo decía "de que están hablando, que foto". Y cuando pasó todo el recorrido que se hace por prensa, el paseo en limusina, todo el circo, bajamos un cambio, y ahí veo la foto de Twitter.
-¿Y para el quinto estás más canchero?
-Nunca te terminás de sorprender, porque a la siguiente nominación, con el disco “Salsa Big Band” ganamos tres, incluido álbum de año. Y no sabía qué hacer, si saltar, llorar, no sabes que hacer. Encima estaba Rubén ahí, habían tocado con la orquesta. Éramos veinte arriba del escenario, fue una cosa muy rara … aparte ya habíamos ganado el mejor álbum de salsa, estaba tomando cerveza en los pasillos del Arena, donde hay kioscos, y la gente se pone a hablar, porque también es el momento de hacer sociales. Y viene uno a preguntar si no nos íbamos a meter, porque estábamos nominados. "Pero no, si ya está’", le digo. Pero nos insistió, nos metimos, y ganamos.
-Siempre se sospecha que en la industria están arreglados los premios. ¿No sabían, de verdad?
-No teníamos ni idea. La gente que hace la escribanía es la misma que la de los Oscars, y esos sobres no los abre nadie, y nadie sabe nada. De hecho, después estábamos todos con Rubén en una habitación como una hora y media preguntándonos qué carajo había pasado. Y fue que la gente (en referencia al jurado de notables calificados) lo votó.
-Volviste a vivir a Cañada por cuestiones personales. ¿Ahora tenés laburo?
-Yo seguí laburando igual, vengo haciendo laburo on line desde 2015. En ese momento era raro, porque todavía la gente quería ir al estudio. Pero con el tema de los Grammy, empecé a conocer gente de todos lados, y no siempre se puede viajar. Mezclas, o grabar algunas cosas, lo empezamos a hacer así. Y con la pandemia fue lo único que se podía hacer, grabar así. Entonces desde que llegué nuevamente a Cañada, me armé un estudio y sigo laburando on line.
La ceremonia de los Latin Grammy se llevará adelante mañana en el MGM Grand de Las Vegas, y se podrá ver a través de TNT.