La dolarización, la idea de dolarizar la economía Argentina no es nueva, su antecedente más cercano tiene lugar en los días finales de la convertibilidad donde desde el sector bancario y de servicios privatizados comenzó a difundirse la idea. Fueron la Unión Industrial Argentina (UIA) y la Confederación General del Trabajo (CGT) las entidades que aunaron fuerzas para buscar, acallar esas propuestas e impulsar otra salida al corsé económico y social del 1 a 1.
Esa extraña conjunción de intereses, se origina en la correcta lectura que tuvieron los núcleos empresariales y obreros sobre las consecuencias directas que implican perder el control de la moneda propia y enajenar las decisiones monetarias a otro país, en otra parte del mundo.
Hoy, los ejercicios de nigromancía ideológica que emplea la ultraderecha, vuelven necesario puntualizar que las consecuencias de la dolarización no se modifican en el tiempo, no se vuelven mejores, ni más atractivas. Lo que urge para enfrentar la confusión es traer al presente sus inamovibles consecuencias y aggiornarlas al contexto.
En primer lugar, una dolarización requeriría ajustar la cantidad de pesos que se encuentran circulando en la economía a la medida de los dólares existentes en las reservas del Banco Central de la República Argentina (Bcra) y de todos los activos nominados en moneda local, como por ejemplo: depósitos bancarios de ciudadanos corrientes. Para ello sólo son posibles dos caminos: fortalecer las reservas del Bcra o producir una estrepitosa devaluación.
A su vez, cualquier nueva emisión de dinero deberá estar respaldada en reservas frescas y, en el marco de una hipòtetica adopción de la divisa norteamericano como moneda propia, ello implicaría que los aumentos de dinero circulante corran por dos carriles: comercio internacional - es decir, venta de bienes primarios - o endeudamiento externo.
La mayor parte de la canasta exportable nacional pertenece al sector agropecuario, un sector que no tiene la capacidad de aumentar endógenamente sus cantidades demandadas, sino que depende de la decisión de mercados externos. En momentos de crecimiento mundial sostenido se dispara la demanda de alimentos y sus precios se elevan, en aquella circunstancias pueden crecer, los salarios y la actividad interna. Pero en momentos en que un evento climático o que algún cambio en las necesidades externas opere, la provisión de dólares disminuye y la recesión se vuelve inmediata.
Pero aún, si la solidificaciñon de una estructura economica primaria exportadora que recuerda a los años del dominio político oligarquicodel " granero del mundo" no logra convencer, queda el endeudamiento externo, el cual, en estas condiciones nacionales no deja de ser fruto de la más pueril utopía. La presencia misma del Fondo Monetario Internacional, el prestador de última instancia, revela el escaso acceso al crédito que Argentina posee. De hecho , el FMI presta cuando nadie más lo hace. Por lo que el crédito internacional se descarta, al menos en lo inmediato. Al ser la toma de crédito imposible en el contexto actual la dolarización se sostendría por un camino ya transitado, la privatización de empresas públicas.
Hasta ahora, lo dolarización no sólo promete vincular a la economía a los permanentes ciclos que atraviesa la economía mundial arrojando a un subi y baja la condición social de las mayorías sino que para sostenerse enajena la propiedad nacional de invaluables medios de producción, la joya de la abuela, YPF no sobrevivió a los 90 ¿porque lo haría ahora?
El otro camino: Megadevaluación y licuación de Salarios
En su informe sobre dolarización, el Centro de Economía Política Argentina (Cepa) sostiene que en el contexto actual - y recurrente en la economía argentina - de escasez de dólares, ajustar la cantidad de pesos a la divisa norteamericana para una dolarización implicaría una mega devaluación.
Uno de los aspectos más perniciosos de la devaluación es el consecuente aumento de todos los precios induciendo a una recesión efectiva de la actividad económica, en otras palabras, a un aumento brutal de la pobreza. El medio, es la licuación salarial. Cepa estima distintos niveles de conversión del tipo de cambio tomando diferentes stock de pesos.
Tomando dos de aquellos escenarios de devaluación, el más favorable y el menos favorable, la cotización del dólar reemplazando solo la base monetaria con respaldo de reservas netas la divisas se cambiaría a $2.860. Si la devaluación se realiza en reemplazo de la base monetaria y títulos con respaldo de reservas netas el dólar se iría a $9.880
En esos cálculos, un sueldo un sueldo promedio de $187.900, netos de descuentos, medido en dolar oficial equivale a u$s 840 mensuales. Si la dolarización se efectuará a $2.860 por dólar, el salario caería un 92% - ubicándose en u$s 66 mensuales - y si esa conversión toma asume su forma más descarnada $9.880 por divisa la licuación salarial sería del 98% - u$s 19 mensuales -
No sólo acaecería sobre los trabajadores una enorme merma en la capacidad adquisitiva sino que, al atar en su totalilidad el desarrollo de la economía, a la disponibilidad de dólares se erige un techo muy bajo para las aspiraciónes del ascenso social. En el siguiente gráfico, elaborado por Cepa, muestra la evoluciñon salarial de las economías dolarizadas, en comparación con la Argentina. A simple vista puede verse ese techo y la imposibilidad salarial de perseguir el creciemiento económico.
Hacia 2011 el salario mínimo en Argentina no sólo logró recuperar lo perdido previamente, sino que muestra una mejora sustancial en todo el periodo. Una mejora real de 177% respecto de 1980 y una mejora real de 248% respecto de 2001. Mientras, para las dos ecónomias que optaron por la dolarización los sueldos mínimos no corrieron la misma suerte.
Retrotrayendo estos datos al 2001 podemos entender la posición de la CGT, resta explicar la de la UIA.
En ese sentido, la pérdida de la soberanía monetaria anula cualquier posición defensiva del país ante cambios inesperados en las estrategias de nuestros socios comerciales o competidores. Por ejemplo, si Brasil decidiera una devaluación de su propia moneda , como lo hizo en 1999 dando el golpe final a la convertibilidad, las empresas argentinas se verían encarecidas en comparación a las industrias brasileñas, esto traería una obvia sustitución de consumo de bienes locales por importados y barrería con el entramado empresarial local.
Pero ello no se agota sólo en términos de competitividad, Argentina consume el 70% de los bienes que produce, es decir que muchas de las industrias argentinas se vuelcan al mercado interior, ante la caída brutal de los ingresos que provoca la megadevaluación, la dolarización de los costos de servicios y la posible superior competencia externa agudiza el peligro de quiebras masivas, algo que la UIA vio a principios del 2000 e incluso su representante manifestó en organismos internacionales.
La dolarización puede ser un ejercicio teórico desafiante aunque no deja de ser infructuoso con una practicabilidad que es lisa y llanamente absurda. Ya en el renacimiento se supo que la autonomía política total de un estado es el requisito primordial para conseguir lo objetivos de desarrollo y crecimiento. En ese entonces Maquiavelo apuntó a romper con las cadenas cristianas en la conducción del estado. Hoy, es necesario apuntar a la lógica neoliberal que obstaculizar el ejercicio de la soberanía con luces que esconden una sombra colonial.