Procastinar es un término que, aunque de difícil pronunciación, cada vez ocupa más espacio en el consultorio. Y hay motivos.
Procastinar es un término que, aunque de difícil pronunciación, cada vez ocupa más espacio en el consultorio. Y hay motivos.
Etimológicamente, “procrastinar” deriva del verbo en latín procrastinre, que significa *postergar hasta mañana*. También deriva de la palabra del griego antiguo, akrasia, *hacer algo en contra de nuestro mejor juicio*.
Tal como lo dicen los Babasónicos en su canción Puesto ("Todo lo que pueda arreglar hoy lo dejaré para mañana"), procrastinar es posponer o no hacer actividades, responsabilidades u obligaciones para dedicarse a otras más triviales o que generan un placer momentáneo pero que son irrelevantes.
No obstante, procrastinar es más que postergar voluntariamente. En algunos casos es la principal barrera que impide hacer un cambio positivo en nuestra vida y que nos hace sentir mal.
Podríamos decir que existen dos tipos de procrastinadores: los procrastinadores eventuales, cuya actitud evasiva no se repite habitualmente y un segundo tipo, el más preocupante en términos clínicos, los procrastinadores crónicos, cuya conducta evasiva es tan constante y repetida en el tiempo que son los que comúnmente tienen más “conductas adictivas”: por ejemplo, usar excesivamente el teléfono celular (principalmente las redes sociales) o el llamado “síndrome del estudiante“, aquellos que posponen los trabajos o el estudio hasta el día antes del examen (en muchos casos terminan dejando sus estudios por bajo rendimiento académico). “Soy mi peor enemigo”, me dijo un alumno univeristario procrastinador.
Una explicación al problema es que el alivio temporal que se siente al procrastinar es lo que realmente hace muy tentadora la conducta. En el presente inmediato, suspender una tarea u obligación brinda relajación y el conductismo básico nos ha enseñado que cuando somos recompensados por algo, tendemos a hacerlo de nuevo. Esta es una de las razones por la que la procrastinación no es un comportamiento de una vez, sino un círculo, uno que fácilmente, si nos descuidamos, se convierte en un problema.
Es importante aclarar que la procrastinación no es un defecto de la personalidad, ni una incapacidad para administrar el tiempo, sino una manera de enfrentar las emociones desafiantes y los sentimientos negativos generados por ciertas tareas que pueden ser aburridas, o que generan ansiedad, inseguridad o frustración. En síntesis: procrastinamos para evitar sentimientos negativos.
Los teóricos de la procrastinación han elaborado algunas ideas, que te comparto:
Identificate con un referente: ¿cómo lograría una persona, que para vos es exitosa en lo que hace, completar una meta?
Anticipá las emociones: ¿cómo te sentirías si no hacés la tarea que querés hacer?
Pensá en objetivos sencillos: ¿cuál es el paso más simple que podes hacer para empezar? Y
Hacé una cosa a la vez: si pudieras hacer una sola cosa para cumplir con tu objetivo a tiempo, ¿cuál seria?
En mi caso, simplemente repito algo que mi viejo me enseñó a valorar de las enseñanzas del Talmud,: Si no soy Yo, entonces ¿Quién?
Si no es ahora, entonces ¿Cuándo?