Como dice la letra del tango “Naranjo en flor”, primero hay que saber sufrir. Y Argentina tuvo mucho de sufrimiento en un partido que no parecía revestir demasiadas complicaciones, pero el fútbol tiene esas cosas que lo hacen tan emocionante, porque en una jugada todo puede cambiar. Lisandro Martínez fue protagonista de una de las dos jugadas en las que todos los argentinos quedaron con el corazón en la garganta (la otra fue la del Dibu Martínez, en el último minuto) en este Mundial Qatar 2022. Es que ese cierre increíble que metió allá por el minuto 35 del segundo tiempo, evitando lo que hubiese sido el empate de Australia se gritó casi como un gol. Hasta el propio jugador de Manchester United lo celebró con furia frente a los hinchas. Fue la jugada que, de inmediato, trajo a la memoria de todos aquel cierre providencial de Javier Mascherano ante Robben, en el último instante de la semifinal de Brasil 2014.
La cosa venía más o menos tranquila con el segundo gol de Argentina, obra de Julián Alvarez, pero la alarma sonó con ese zapatazo de Goodwing que se desvió en la cara de Enzo Fernández y descolocó al Dibu Martínez. Allí comenzó el momento de mayor zozobra del equipo de Lionel Scaloni, que se extendió hasta esa jugada en la que Lisandro Martínez se vistió de héroe.
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En Brasil 2014, Mascherano le ahoga el grito a Robben. Ahora, en el Mundial Qatar 2022, Lisandro Martínez hizo algo similar.
Prensa CARC
En lo que fue una jugada maradoniana, Aziz Behich empezó a sacarse hombres de encima en su arremetida hacia el arco de Emiliano Martínez. El primero fue Exequiel Palacios, después el Cuti Romero y Enzo Fernández y ya en el corazón del área quien quedó pagando fue Otamendi. Era remate franco al arco y esperar la respuesta del Dibu, pero no hizo falta llegar a eso porque el esfuerzo de Lisandro Martínez (había entrado a los 4’ del segundo tiempo para reforzar la defensa) fue supremo y la pierna derecha extendida al máximo llegó a interceptar el remate del defensor australiano. Tardó una fracción de segundo en pararse y lo primero que hizo fue revolear el puño derecho, pensando en esa palabra que a todo argentino se le cruzaba por la cabeza: ¡vamos!
Cruces y cierres efectivos suele haber varios por partido, pero en un Mundial todo se potencia y en partidos de estas características mucho más. Porque hubiese sido no sólo el empate, sino un golpe a partir del cual nadie podía imaginar de qué manera podía reaccionar el equipo desde lo emocional. Por eso, cómo no esperar que se gritara como un gol.
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Fue imposible no caer en el recuerdo de aquella jugada puntual del Mundial de Brasil, hace ocho años, en la que Mascherano a los 90 minutos y 4 segundos logró que el partido contra Holanda se extendiera primero al alargue y luego a los penales (por esa vía pasó el equipo de Alejandro Sabella), después de una corrida monumental en la que alcanzó a meter la punta del pie derecho cuando Robben pateó con toda la intención de desairar a Chiquito Romero. Puede sonar a injusticia, pero fue “la” jugada en la que a Mascherano se le colgó el cartel de “guerrero”.
Ocho años después de aquel cierre providencial de Mascherano llegó este de Lisandro Martínez, en un contexto diferente, en una instancia distinta, pero con un denominador común: ambos se gritaron como un gol.