No importa lo que una persona haya logrado después, en el pueblo siempre será la que era antes de irse. ¿Quién era Julián Álvarez antes de River, el Manchester City y los goles en la selección? Mucho antes de Qatar 2022, Julián era “la arañita”, el emblema del Club Atlético Calchín, metía más de tres goles por partido y después compartía una coca con sus amigos en el bar. Parecía un pibe más, pero en el fondo todos siempre supieron que era de otro planeta. El nueve del equipo argentino se fue a vivir a la ciudad de Buenos Aires a los 15 años, pero nunca dejó Calchín ni Calchín lo dejó a él.
En el minuto 38.07 del primer tiempo de la semifinal ante Croacia Julián Álvarez estaba defendiendo un córner en el área de Dibu Martínez. En el minuto 38.24 gritaba gol frente a un Dominik Livakovic atónito. En esos 17 segundos Alexis Brezzo supo cómo iba a terminar la jugada. “Era algo que ya habíamos visto, todos los sábados hacía ese tipo de goles”, cuenta a La Capital el profesor de las inferiores del club de Calchín, que tuvo el honor de jugar con él. Tiene 28 años, le lleva seis al nueve argentino y es contemporáneo de los otros Álvarez, Rafael y Agustín, pero recuerda verlo parado atrás del arco, esperando para entrar a jugar con sus hermanos mayores, con la mirada fija en la pelota de cuero.
“Bienvenidos a la tierra de Julián Álvarez”, reza el cartel en la entrada del pueblo cordobés ubicado a la vera de la ruta provincial 13, a 110 kilómetros de la capital, anunciando con orgullo que no se trata de un lugar más. La cuna del goleador de la selección argentina tiene tres mil habitantes y lo vio hacer de las suyas en cada una de las canchas y potreros ubicados en las cinco cuadras de ancho y las veinte de largo que tiene la localidad. “Era chiquitito, rápido, parecía que tenía mil piernas”, explica Alexis sobre el famoso apodo. Parecía que tenía ocho patas y todos los que lo veían jugar sabían al instante de que estaba tocado con “la varita mágica”.
Existen personas a quienes los pueblos les resultan asfixiantes y se van sin mirar atrás. La inmensidad de las sierras y el inevitable encuentro con los otros - los mismos otros - no son para cualquiera. También están los que vuelven una y otra vez al lugar que los vio nacer para no olvidarse de dónde vienen ni hacia dónde van. Julián es de los segundos. Calchín es el nido de La Araña, el lugar en el que tejió las redes afectivas que hoy lo sostienen. No solo fue testigo de su talento, es un engranaje clave de su historia. Sus rincones esconden secretos que quizás jamás serán revelados, su primera borrachera con amigos, su primer beso, la primera vez que le rompieron el corazón, las noches en la plaza, los bailes en el club. Tal vez su primera frustración en el fútbol, algún partido en el que las cosas no salieron bien, la infinita cantidad de veces en las que pateó esas calles soñando con ser campeón mundial.
WhatsApp Image 2022-12-15 at 14.36.13.jpeg
WhatsApp Image 2022-12-15 at 15.30.46.jpeg
Santiago es primo segundo de Julián, pero más allá del parentesco son amigos porque se eligieron. Fueron juntos a la guardería, a la escuela primaria y a la secundaria hasta que el nueve se fue a River. Se quedaba a dormir en su casa y tomaban juntos la chocolatada mirando los partidos del Barcelona de un tal Lionel Messi. “Desde que es titular lloré en todos los partidos”, confiesa Santiago a La Capital. Ahora vive en la ciudad de Córdoba y estudia Ciencias Económicas. Atrás quedaron los días de compartir cancha con su amigo. Hoy lo ve por la tele y sufre como un hincha más. Él era arquero, Juli el nueve. “Llegué hasta querer dejar el arco porque no me llegaban. Me sentaba a esperar mientras él marcaba la diferencia”, narra entre risas. Recuerda un partido en particular. Club Atlético Calchín ganaba 2 a 0 con goles de La Araña y les empataron el marcador por errores defensivos. Julián convirtió el tercero y volvió a darles la ventaja. Minutos más tarde el rival volvió a empatar. 3 a 3 y al entretiempo. “Cuando llegamos al vestuario me dice dale, acabo de hacer tres goles”, recuerda. Tras volver a la cancha, el delantero convirtió el cuarto y entre risas buscó la mirada cómplice de su amigo. Él ya había hecho su parte, ahora el arquero tenía que hacer la suya.
Juanchi, otro chico de la banda de Calchín, tiene un año menos que Julián y llegó a jugar con él. Evoca la canchita que estaba cruzando la casa de los Álvarez, en el barrio Sol de Mayo, y detalla que fue escenario de las jugadas más mágicas. “Lo hacíamos simple, se la dábamos a él y encaraba y encaraba. Cuando jugábamos en las inferiores pasaba tres o cuatro tipos y era gol. Iguales al que hizo frente a Croacia”, afirma. Todos coinciden: los goles como el de la semifinal ante Croacia eran moneda corriente y no agarraron desprevenidos a ningún calchinense.
Pero no todo es fútbol en el recuerdo de los habitantes del pueblo. Julián fue abanderado en la primaria y también lo eligieron mejor compañero. Era el mejor adentro y afuera de la cancha. Cuentan que tenía una letra que era la envidia del curso, era aplicado y hasta usaba lapiceras de colores y microfibras para sus apuntes. “Era bueno para todo. Te hacía el mejor dibujo, te hacía todos los cálculos, no tenía dificultades para nada”, sostiene orgulloso Santiago, su primo. Pero lo más importante, subraya, es su humildad. “No sé si hay un adjetivo para él y su familia. No se olvida de nadie acá en Calchín, se fue hace ocho años y se acuerda de todos y no perdió contacto con nadie. Hasta el día de hoy, si alguien necesita algo lo van a ayudar porque los Álvarez son así”, remarca.
>> Leer más: Julián Álvarez, el goleador y una de las figuras de Argentina: "Ahora vamos por más"
WhatsApp Image 2022-12-15 at 14.36.28.jpeg
Tita, su abuela paterna, celebrando el pase a la final con el pueblo
Con apenas 11 años, después de consagrarse campeón de séptima división con su club, en un torneo en el que convirtió más de 50 goles, empezó a llamar la atención ya no solo de su pueblo sino también de los pueblos vecinos. “¿Juega la arañita hoy, juega Julián hoy?, preguntaban la gente, los árbitros, los rivales. Se hacía conocer enseguida y en la liga era muy respetado”, dice con orgullo Claudio Gorgerino, el intendente. El mito asegura que no fue expulsado en ningún partido. A La Araña no le gusta confrontar, le gusta hacer goles.
Georgerino es el intendente de un lugar donde todavía se puede dejar la bicicleta afuera, sacar la reposera a la vereda en las noches de verano, y donde una pelota es diversión garantizada. Los chicos van a la Municipalidad y piden que pongan un par de arcos en determinados puntos de la localidad y él accede. Cómo decir que no. “Todos los chicos tienen una Play Station, pero también un potrero a mano”, destaca. Para él, Julián es el “embajador de Calchín”. Lo puso en boca de todos, traspasó las barreras de Córdoba y también del país. “Haberlo ayudado a crecer, ser parte de su historia, verlo triunfar nos hace llorar de emoción”, valoró en contacto con este medio. El pueblo agrícola ganadero, dedicado a la industria láctea, le dio a la selección uno de los mejores nueve de los últimos tiempos. De la canchita del club a la final del Mundial en el estadio Lusail, el jugador acaricia ese sueño que apenas se animó a soñar.
“Mi sueño es jugar un Mundial y mi ídolo es Messi”, dice con una sonrisa tímida, que aún conserva, en un video que se viralizó estos días. Julián tiene 22 años, Lionel 35. Julián juega su primer Mundial, Lionel quizás el último. Julián creció viendo a Lionel ser el mejor del mundo, eligiendo al Barcelona en la Play y esperando poder jugar alguna vez con él. Hoy La Pulga y La Araña se abrazan en Qatar, se miran con complicidad y juegan como en el barrio La Bajada y en Calchín. Nosotros, en sus tierras, elegimos confiar.