Para construir una cultura de seres humanos iguales en derechos y erradicar la violencia de género, es preciso potenciar a las mujeres, brindándoles los bienes materiales y simbólicos indispensables para su autovalimiento y sostenimiento, de modo de reposicionarlas frente al género masculino y equilibrar la asimetría que promueve el patriarcado.
Requiere que se implementen programas educativos que contribuyan a deconstruir la cultura que ubica las mujeres en un lugar de sometimiento y a los varones en un sitio de dominio, mediante patrones sexistas. Un mundo equitativo necesita sujetos iguales en derechos, independientemente de su género, y para hacerlo viable es necesario que cuenten con las mismas posibilidades para acceder al mercado laboral.
Si a lo largo de los siglos, la cultura patriarcal ha sostenido a través de sus instituciones una organización de poder que favorece el dominio masculino sobre las mujeres, se deben desplegar las acciones que contribuyan a romper ese desequilibrio, potenciando el desarrollo de los sujetos femeninos. Empoderar a las mujeres, no es ni más ni menos, que darles mayor poder, dotarlas de los recursos materiales y simbólicos que hagan posible que sean dueñas de sus decisiones y puedan sostener condiciones dignas de existencia.
LA INDEPENDENCIA ECONÓMICA DE LA MUJER
Para promover el autovalimiento femenino, se torna indispensable ayudarlas a construir su independencia económica, darles posibilidades de acceso a su propio dinero, poder pagar sus cuentas, elegir dónde, cómo y con quién vivir. Una vivienda digna, un salario justo, la división de las tareas domésticas con equidad, en el marco de la pareja y familia que hayan formado, les permite disponer de su cuerpo, de su tiempo, y de sus vidas, en igualdad al género masculino.
Favorecer la construcción de relaciones democráticas entre las personas, dotándolas a todas de las mismas oportunidades para desarrollarse y crecer, es la mejor forma de contribuir a erradicar la violencia contra las mujeres. Fomentar la distribución equitativa de los bienes materiales y simbólicos de la cultura, y las cargas domésticas, genera mayores beneficios para la sociedad en general y las empresas en especial, quienes se benefician económicamente si les dan más oportunidades a las mujeres en los cargos de liderazgo, algo que ha demostrado aumentar la eficacia organizacional. Se estima que las compañías donde tres o más mujeres ejercen funciones ejecutivas superiores, registran un desempeño más alto en todos los aspectos de la eficacia organizacional.
Superar la brecha de género representa uno de los pilares de una política pública de desarrollo con el potencial de producir beneficios económicos. El impacto macroeconómico se traduciría en un incremento del PBI superior a un 34 por ciento en América Latina. Avanzar hacia la igualdad de género, incorporando más mujeres en condiciones dignas al trabajo, se traduciría en la ganancia potencial más elevada a nivel global. Para acelerar el proceso hacia la paridad de género en la región, es imprescindible enfocarse en el empoderamiento económico de la mujer, por lo que se debe priorizar el acceso a la educación, a servicios financieros y digitales, así como asegurar una mayor protección legal y disminuir el tiempo en trabajos no remunerados.
Promover el autovalimiento de las mujeres consiste en desplegar las acciones necesarias para que se habiliten a sí mismas, para ejercer los propios derechos, a trabajar, estudiar, disponer de los bienes propios, compartir los comunes de la pareja, disfrutar del tiempo de ocio, distribuir las tareas domésticas y el cuidado de los hijos, por partes iguales.
EL ROL DE LOS GOBIERNOS
El Estado debe propender a la implementación de las políticas públicas que hagan posible que las mujeres víctimas de violencia de género reciban la asistencia integral que establecen las leyes ( nacional 26.485, 27499, entre otras), y puedan trabajar en su autovalimiento personal.
Es indispensable instrumentar los programas de capacitación y educación que permitan prevenir y deconstruir los patrones sexistas, a través de la desnaturalización de los roles estereotipados y la promoción del acceso de las mujeres al empleo formal, y a mejores condiciones de vida, en igualdad con sus pares masculinos. Superar la brecha de género contribuiría a reducir la pobreza, dinamizar los mercados nacionales, reducir las desigualdades que perpetúan la violencia contra las mujeres por su condición de tales.