Mauricio Macri obtuvo ayer un ajustado triunfo en el ballottage y se transformó en el próximo presidente de los argentinos. Con el 98,83% de las mesas escrutadas, el candidato de Cambiemos ganó con el 51,44 % de los votos, aventajando por 2,88 puntos a su rival del Frente para la Victoria (FpV), quien obtuvo el 48,56 de los votos. Así, el líder del PRO puso fin a doce años de gobiernos kirchneristas y sucederá el 10 de diciembre a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner.
Macri basó su triunfo con un buen desempeño en la zona central del país y parte de Cuyo, e incluso mejoró ostensiblemente en distritos como Santa Fe y Entre Ríos. Arrasó en Capital Federal y Córdoba, y ganó por poco la provincia de Buenos Aires, una de las claves de la derrota del FpV.
Una mención aparte merece el fenómeno cordobés, que le aportó a Macri casi un millón de votos, casi la misma diferencia por la que el líder del PRO sacó de carrera al postulante oficialista.
El corazón productivo de la Argentina, allí donde debería anclarse “el modelo” por los niveles de empleo y consumo, fue una marea amarilla que perfiló el rumbo del cambio y decretó el fin de ciclo del kirchnerismo en el poder.
La geografía del voto repitió el registro de la primera vuelta electoral: Scioli sacando ventajas en el norte y en el sur, y Macri haciéndose fuerte en el franja central del país.
Pero la clave fue la provincia de Buenos Aires. Esta vez, Macri perdió por casi tres puntos en el mayor distrito electoral, y ese solo dato empírico determinó la suerte de uno y otro candidato que compitieron en el ballottage.
La populosa Buenos Aires, con su particularidad, repitió el esquema social que se dio en el resto del país: Scioli ganando en los enclaves empobrecidos y Macri en los distritos donde predomina la clase media o media alta.
Cuando reconoció la derrota, Scioli ponderó que el presidente electo recibirá un país con un bajo registro de desempleo y endeudamiento externo. ¿Cuáles fueron las razones, entonces, que formatearon su derrota? Tal vez haya que encontrarla en el hartazgo del grueso de la sociedad a una manera de entender la política y el poder, más que en una explicación de índole económica. Contrariamente a otras elecciones presidenciales, esta vez los argentinos no votaron con el bolsillo.
Cuando Scioli quedó atrapado en la dinámica del ballottage, fue con todo por el 21 por ciento que sacó en octubre Sergio Massa. Ayer, a la luz de los resultados, se demostró que el grueso de los votantes del líder del Frente Renovador se inclinaron por Cambiemos, pese al componente peronista del espacio que armó el ex intendente de Tigre.
Macri, por su parte, se convirtió en el primer presidente argentino en 83 años que no proviene del peronismo, el radicalismo o militares surgidos de golpes de Estado y logró construir una fuerza a la que se consignaba como un fenómeno porteño, sin trascendencia nacional.
Sin embargo, a principios de año comenzó a urdir acuerdos con la Coalición Cívica de Elisa Carrió, y más tarde refrendó un amplio pacto con la UCR. Ese esquema le sirvió para entrar al ballottage y, desde ese entonces, todo el plano se fue inclinando a su favor, que coronó ayer para encaramarse a lo más alto del poder.
El presidente electo nace con un buen colchón popular para llevar adelante sus primeras medidas de gobierno. Sin embargo y teniendo en cuenta que sus votos fueron sumándose a partir de distintas instancias de eliminación electoral, no puede interpretarse como un cheque en blanco.
Uno de los primeros desafíos políticos que tendrá Macri será ordenar un esquema parlamentario que sustente sus medidas de gobierno. La alianza Cambiemos contará para esto con cierta ventaja en Diputados, donde podría formar un interbloque junto a radicales y la Coalición Cívica de 85 legisladores. La primera minoría seguirá siendo el FpV, con 98 integrantes, aunque aquí hay que esperar cómo se reconfigura un peronismo fuera del poder.
Será vital para Macri, en esta primera etapa, contar con cierto aval de los 27 diputados que tendrá el Frente Renovador. De ese acuerdo dependerá no sólo formar quórum, sino poder sacar las medidas que emanen de Balcarce 50.
En el Senado el panorama es más complicado, ya que en ese ámbito el FpV y aliados seguirá con amplia mayoría.
Pero este escenario puede cambiar desde el momento en que se produzca la transición de mando en el peronismo, en el que Massa, el cordobés Juan Manuel de la Sota y el salteño Juan Manuel Urtubey tienen toda la intención de gravitar.
Con su derrota, Scioli quedó con perfil desdibujado. Huérfano de poder, al ex candidato oficialista tampoco le quedó un armado propio con proyección nacional, ya que la mayoría de las listas de diputados que acompañaron su boleta en octubre (y que resultaron electos) fueron armadas con la lapicera de Cristina.
La presidenta, a pesar de haber sido derrotado "el modelo", queda cierto margen de poder y se irá el 10 de diciembre con un interesante piso de aprobación popular, un hecho inédito en los traspaso de mando de un partido a otro en la posdictadura.
El kirchnerismo, además, queda con una interesante organización política propia, que trasciende el universo peronista. Esta fuerza, probablemente, se transforme en una suerte de "fiscalización social" en caso de que Macri quiera "vulnerar los derechos conquistados" durante los doce años de gestión.
Todo presidente electo busca en sus primeras horas un golpe de efecto que simbolicen su impronta. El martes lo recibe Cristina en la Casa Rosada. Comienza a partir de hoy una transición novedosa, pero son varios los inconvenientes que encontrará el líder del PRO, sobre todo en materia económica. Casi no tendrá luna de miel. Comienza otra etapa en la Argentina.