"Hoy en día le decís a tu hijo que se cruce a la plaza a jugar y a los cinco minutos pasa un auto o una moto baleando". Una vecina de la zona de Garzón al 3800 explicó de esa manera la preocupación que se vive cada día por la violencia callejera. A pocos metros de su casa este lunes ocurrió una balacera en la que hirieron a tres personas, entre ellas a un niño de 5 años que recibió un tiro en la cara. Según indicaron desde el Hospital de Niños Víctor J. Vilela, el chiquito se recupera favorablemente del balazo que le fracturó el pómulo.
En la intersección de Garzón con Juan XXIII, conocida como ex Biedma, nace una plaza de media manzana que tiene un par de juegos y una cancha de fútbol a la cual le queda solo un palo de cada arco. El lunes por la tarde, según contó una vecina, la plaza desbordaba de chicos jugando. Ella paseaba a sus perros justo en la mitad cuando fue sorprendida, al igual que el resto de los vecinos, por el ruido de los disparos de un arma de fuego.
Fueron unos veinte balazos contra una vivienda de Garzón al 3800 ubicada frente a la plaza. En el ataque resultaron heridos dos adultos y un niño. Neythan R., de 5 años, recibió un balazo en la cara por el cual fue internado aunque con el correr de las horas quedó fuera de peligro. Su madre, Rocío M., de 33 y otro joven, Kevin R., de 21, también resultaron heridos y fueron trasladados al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca).
Según describieron desde el Ministerio Público de la Acusación (MPA) el ataque se produjo pasadas las 18. Al menos dos personas que iban en un auto bajaron del vehículo y dispararon directamente contra la vivienda. Allí estaban los tres habitantes, que fueron
La mezcla de sentido común, prejuicios y rumores entre los vecinos de la zona que dialogaron con La Capital indica que el conflicto podría tener un trasfondo vinculado a la venta de drogas. Aunque no trascendieron oficialmente posibles móviles del hecho, los vecinos son concretos y hablan de "una zona bastante complicada, como todas en las que están los narcos".
El peligro de jugar
"Se escucharon muchísimos tiros. Estas cosas suelen pasar por la zona", contó una vecina de la plaza. "Yo estaba paseando a los perritos y la balacera fue justo cuando yo estaba en la mitad de la plaza. Me tuve que venir corriendo a mi casa, todos se fueron corriendo", agregó la mujer.
Todo ocurrió en tan pocos segundos que de un instante a otro los agresores ya se habían dado a la fuga. El resultado del ataque quedó a la vista de todos: los disparos contra una vivienda y tres personas heridas. Entre ellas el pequeño Neythan, con un tiro en la cara.
Esa imagen, la de un niño baleado, se ha repetido en los últimos meses y se afirmó como una consecuencia habitual de las balaceras contra viviendas. Acaso las víctimas colaterales más indirectas de conflictos que tal vez rozan a algún familiar.
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El hecho encendió la alarma entre los vecinos de Garzón al 3800. "Hoy en día le decís a tu hijo que se cruce a la plaza a jugar y a los cinco minutos pasa un auto o una moto baleando", graficó una vecina. Ella vive bien enfrente de la plaza, lo cual en otros tiempos era una ventaja para tener a los chicos a la vista. "Ahora no los podés dejar ni en la plaza, ni en la canchita, ni que salgan a hacer mandados solos", agregó.
La violencia callejera tiene consecuencias múltiples. Las más notorias son las víctimas directas: personas asesinadas o heridas a balazos, viviendas perforadas por los disparos. Pero en la reproducción misma de esa problemática aparecen otros efectos, como son estos que modifican la vida cotidiana de los vecinos. "La gente laburante está encerrada, sigue como si estuviera el protocolo de la pandemia", ejemplificó una vecina.
Sobre la policía
Cuando a los vecinos de los barrios en los que ocurren hechos de este tipo se les consulta sobre cómo se está viviendo en el vecindario, aparece una respuesta que ha comenzado a repetirse sin distinción de zonas: "Está como en todos los barrios". Tal vez sea por cómo los habitantes de Rosario asimilan las noticias diarias sobre homicidios o balaceras, aunque en esa apreciación hay una certeza. Los informes oficiales, por ejemplo los del Observatorio de Seguridad Pública del Ministerio de Seguridad de la provincia, identifican con claridad a las periferias rosarinas como las principales zonas afectadas por la violencia.
Sin ir más lejos la semana pasada, en momentos de su estreno como subjefe de la policía de Rosario, el comisario Marcelo Mendoza fue tajante al identificar las zonas más complicadas. En una definición amplia hablo de "zona sur, norte y oeste", es decir todo el cordón que rodea al macrocentro rosarino.
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Sobre estas zonas, adelantó Mendoza, se iba a comenzar a realizar una serie de operativos en conjunto entre fuerzas provinciales y federales. En su análisis el comisario identificó a estos puntos pero los relacionó directamente al origen de la problemática de la violencia. "Nosotros tenemos la experiencia y sabemos dónde tenemos que atacar la delincuencia", dijo y luego agregó: "Vamos a salir a saturar todos los barrios".
El recorte en la mirada de Mendoza posicionó a los barrios como únicos puntos a intervenir desde el Estado, específicamente con políticas de seguridad pública vinculada a la saturación policial. Sin embargo, quizás por el apuro que supone una situación urgente como la que vive Rosario, quedaron afuera de su análisis otros sectores de la ciudad, o incluso la misma institución policial, que forman parte del problema de la violencia. En la zona de Garzón y Juan XXIII queda expuesto a simple vista que hay otro recorte en la forma de intervención estatal sobre la situación de los barrios: en el centro de la ciudad, por ejemplo, no hay una plaza tan abandonada como la de este rincón del sudoeste rosarino.
En los barrios, así como se reproduce la mirada que amplía la problemática de la violencia a "todos los barrios", también surgen las críticas a este modo de intervención policial. "La policía ni aparece, la semana pasada estuvieron dos días durante un ahora", dijo una mujer. Luego amplió su crítica: "Esos operativos no sirven de nada. Es siempre igual, vienen, se van y no cambia nada". En zonas en las que otros años los desembarcos y operativos de fuerzas provinciales y federales llevaban algo de tranquilidad a los vecinos, hoy surge algo más parecido a la desesperanza. Acaso un indicador más de qué políticas funcionan, o cuáles pueden necesitar los vecinos de las zonas más afectadas por la violencia.
"Recibir niños baleados es una constante"
El parte médico sobre la salud de Neythan, difundido la mañana del martes, indicó que el niño evoluciona bien aunque permanece internado en el Hospital Vilela. Tal como adelantó la vicedirectora de la institución, Carolina Binner, el chico volverá a ser evaluado en las próximas horas para resolver cuándo podrá recibir el alta.
El balazo que recibió Neythan le fracturó el pómulo. Al momento los médicos solo esperan una evolución general. "Es muy pronto para hacer pronósticos", analizó Binner. En un hospital como el Vilela este tipo de casos ya no se toman como hechos aislados o poco frecuentes. "Lamentablemente recibir niños baleados es una constante", indicó la vicedirectora del hospital.