Un extraño llamado alertó a dos mujeres sobre una modalidad delictiva que sumó otro disgusto al infortunio de sufrir el robo de su moto. Doce horas después recibieron una comunicación pidiéndoles dinero a cambio de la Guerrero Tundra 150 que la noche anterior alguien había levantado de la puerta de un súper y que una de ellas usaba para trabajar. El hombre que las contactó a un celular, sin que se expliquen hasta ahora de dónde obtuvo el número, les dijo que había comprado la moto robada para “hacer un favor”. Reclamó 30 mil pesos a cambio de la devolución, de los cuales 5 mil debían realizarse por transferencia antes de la entrega en un lugar público. Como las víctimas se negaron todo quedó en uno de los tantos intentos extorsivos que, según les informaron al llamar al 911, son moneda corriente tras un robo o un asalto.
Vanesa y Micaela están casadas, tienen una nena de 3 años y hace unos cinco o seis años compraron una moto Guerrero blanca y amarilla que les robaron dos veces en tres meses. La primera vez la recuperaron por obra del azar. Los ladrones la levantaron de la puerta de su casa de Pichincha. La hicieron arrancar pero al llegar a bulevar Oroño se les cortó la marcha frente a unos agentes de la Brigada Motorizada. A quienes las víctimas, que corrían tras los maleantes, alcanzaron a alertar del robo. La pareja usaba la moto no sólo para hacer trámites y compras sino sobre todo para el trabajo de Micaela, que es chef y la precisa para el acopio de mercadería y el reparto de viandas.
El segundo robo fue el jueves pasado alrededor de las 20 mientras hacían las compras en el supermercado Carrefour de Pueyrredón y Córdoba. “Para ir al estacionamiento hay una bajada pronunciada y por eso la dejamos en la vereda, en la puerta del súper, pensando que era un lugar seguro. Cuando volvimos la moto no estaba más. Nos atendieron bien pero nos dijeron que la gente de seguridad atiende hacia adentro del local y las cámaras enfocan hacia la puerta, no a la vereda”, contó Vanesa a La Capital.
“En el súper nos ofrecieron todos los recursos, pero en las imágenes no se veía nada”, detalló esta mujer de 38 años, empleada en una farmacia. Por eso con su pareja fueron a hacer la denuncia a la comisaría 7ª, con la expectativa de que una investigación fiscal obtenga filmaciones de la cuadra para averiguar quiénes y cómo se llevaron la moto que habían dejado con la traba en el manubrio. En la sala de espera de la seccional de Cafferata 342 se encontraron con otras tres personas a quienes les habían robado motos en la zona esa tarde y otras dos que habían sufrido arrebatos en la calle. Los policías les dijeron que la suya era una moto codiciada porque es grande y las buscan para robar o cometer balaceras.
Al otro día, a las 9 de la mañana, Micaela recibió una llamada a su celular desde un número privado. Era un hombre que según calculan tendría unos 35 a 40 años y dijo llamarse “Esteban”. “La persona que se comunicó nos dijo que tenía la moto. Que la había comprado para hacer un favor pero no quería quedar pegado porque le habían dicho que a la moto la estaban buscando”, relató Vanesa, a cuya esposa el interlocutor le preguntó si habían hecho la denuncia policial del robo.
Con voz calma, el hombre informó que había comprado la moto a 30 mil pesos. Dijo que lo hizo como “favor” y ofrecía devolverla a cambio de ese dinero. “O sea que no era un favor —opinó Vanesa—. Nos dijo que teníamos que depositar 5 mil pesos en un rapipago y que al resto se lo podíamos dar en mano con el ticket de la transferencia”. El hombre dijo que su pareja estaba embarazada y que iría ella a entregarles la moto en un lugar público. La describió como una mujer rubia que vestía jean y remera blanca. Insistía en que no cortaran la comunicación.
Las víctimas respondieron que no tenían ese dinero y que a lo sumo podían reunir 20 mil pesos. El interlocutor aceptó esa suma pero se mostró intransigente con que una parte se pagara por transferencia, algo a lo que ellas se negaban. “Entonces le dije que él era más chanta que el que la había robado. Que encima de comprar algo robado me estaba extorsionando para devolverme algo que es mío. El sólo decía que no cortemos la llamada y que fuéramos a un rapipago a depositar a un número de cuenta”, relató Vanesa.
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Al ver que la transacción peligraba, el hombre comenzó a decir que se apuraran porque la moto ya estaba “medio desguazada” pero igual funcionaba. En ese punto, las víctimas se cansaron. “Esto se termina acá”, le dijeron. Cortaron la comunicación y enseguida llamaron al 911. En la central policial les respondieron que debían ampliar la denuncia en la comisaría, pero no lo hicieron para evitar papeleo. Según Vanesa, el hombre sonaba tranquilo, se expresaba con claridad y cuando lo trataron de “chanta” pidió que “no le faltaran el respeto”.
“Todo fue rarísimo. El sabía el nombre de mi pareja y nosotras no tenemos idea de dónde consiguió el número de teléfono”, expresó. La moto es de las dos mujeres —Micaela es titular y Vanesa tiene una tarjeta azul— pero en el vehículo robado no había documentación personal ni papeles. A la presentación policial la hicieron a nombre de Micaela. El número de teléfono que dejaron asentado en la denuncia es el de ella.
“Nos llamó la atención. Uno desconfía de todo. No sabemos de dónde sacaron el celular de mi señora pero en el 911 nos dijeron que es algo que pasa constantemente”, añadió Vanesa, que se había ocupado de difundir fotos de la moto pero sin consignar teléfonos y desde su celular. Así, tras el shock del robo, un delito se anudó a otro y a la pérdida material las víctimas sumaron la sensación de haber sido violentadas en su privacidad.
“Estamos conmocionadas. En estos días se habla mucho de la situación en los barrios pero también está complicado el centro”, dijo Vanesa. “Nos cortaron las piernas. Mi señora usa la moto para hacer las compras de su trabajo y para repartir porque hace viandas. Tampoco puede cambiar de celular porque es donde la contactan los clientes”, agregó. La pareja analizaba esperar a la apertura de las concesionarias este lunes, comprar otra moto en cuotas y esperar a que dentro de unos meses el seguro cubra la pérdida de la Guerrero Tundra que, esta vez, no lograron recuperar.