Eran las 3.30 de la madrugada del domingo 16 de abril. La pareja en moto llevaba una hora recorriendo la zona de Teniente Agneta y las vías, en barrio Ludueña. Tenían la orden de matar a cualquiera que pasara por ese lugar y dejar un cartel en el cuerpo. Pero pasaba el tiempo, la calle estaba desierta y el sicario empezaba a alterarse. “Si se me acaba la paciencia voy a golpear una puerta, que abra alguien, le pego y fue”, le ofreció en un audio a quien le había encargado el trabajo. Pasaron pocos minutos hasta que el albañil Leonardo Rodríguez pasó caminando justo por allí cuando iba a comprar cervezas con un amigo. Se convirtió en el blanco que esperaban: quedó tendido boca abajo sobre los rieles, con diez vainas calibre 9 milímetros alrededor.
Esa es la reconstrucción del crimen que expuso el fiscal Gastón Ávila este jueves al imputar a una chica de 21 años, Magalí B., como partícipe primaria de un homicidio calificado por ser cometido a cambio de dinero y otro en grado de tentativa, ya que el amigo de la víctima resultó herido con dos balazos. Fue acusada de haber filmado el asesinato como prueba de un "trabajo" realizado y la jueza María Trinidad Chiabrera le dictó la prisión preventiva por dos años.
El cartel arrojado al cuerpo de la víctima, un albañil de 45 años, no se recuperó. La finalidad del crimen era dejar un cuerpo con un mensaje frente a un búnker del lugar. Los soldaditos de ese quiosco, se advierte en el video, respondieron el ataque a tiros. Se presume que ellos se llevaron el cartel para el que Rodríguez fue usado como “sobre”.
Según la acusación, el crimen fue ideado en prisión por Francisco “Fran” Riquelme, por entonces preso en Piñero como el jefe de una célula de Esteban Alvarado que dirime poder en las calles de Ludueña y Empalme Graneros con la organización rival de Matías César, Julián Aguirre y Mauro Gerez, cercana a Los Monos. Riquelme fue imputado el miércoles por instigar siete balaceras a escuelas y comisarías entre abril y mayo. Dos de sus hombres involucrados en esa saga, uno como transmisor de las órdenes y el otro como tiratiros, serán imputados la semana que viene por el crimen de Rodríguez.
El fiscal considera que Riquelme -ahora preso en el penal federal de Ezeiza- dio desde prisión la orden de matar a cualquiera para dejar un mensaje frente al búnker de la competencia. El detenido como su mano derecha y encargado de la logística en la calle, Alexis David “Paisa” Alvarez, será imputado como quien contrató a los atacantes, les proveyó el arma y aseguró la paga. Eric Gabriel Enrique, un empleado en una fábrica de plásticos que según la investigación era sicario en su tiempo libre, aparece en las evidencias como el ejecutor material del ataque.
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Con esa trama se cruzó, por puro azar, el albañil Leonardo Martínez la madrugada del domingo 16 de abril. Le decían Nano y trabajaba de lunes a viernes en Cañada de Gómez. A veces volvía en el día, a veces regresaba el fin de semana para juntarse a tomar algo con amigos. Vivía con sus padres y su hermano. “El no tenía problemas con nadie ni lo habían amenazado”, aseguró a este diario su madre, Estela, la tarde de aquel domingo en que le golpearon la puerta de su casa para avisarle que su hijo estaba muerto.
Rodríguez se había reunido a tomar cerveza con amigos en la esquina de Rouillón y Einstein. Eran cuatro. En un momento Leonardo ofreció ir a comprar más cerveza y con Hernán O., a quien conocía del barrio, fueron hasta un minimarket abierto las 24 horas frente al complejo de cines Village. Cuando volvían caminando por Teniente Agneta, a la altura del paso a nivel, una moto Honda Wave negra con una pareja se les acercó de frente, el conductor bajó y empezó a tirar. “Mi compañero cae y yo salgo a correr por las vías hacia el este. Me alcanzaron dos disparos en el hombro izquierdo y la rodilla derecha y me metí en un pasillo. No tengo problemas con nadie. Corrí un trayecto largo y no me siguieron”, contó el sobreviviente. Ni él ni la familia del muerto intuían el motivo del ataque.
El trasfondo empezó a aclarase, según el fiscal Ávila, cuando fue detenido Enrique diez días después. El 26 de abril la policía lo apresó en barrio Industrial en un Fiat Uno bordó con tres ocupantes que habían resistido un control. Los otros dos se fueron corriendo. Dentro del auto, que tenía dos patentes distintas, había una ametralladora con 17 cartuchos 9 milímetros. Al operario de 23 años le imputaron la portación de un arma de guerra y le secuestraron el celular. Del Samsung se recuperaron los audios que permitieron recrear el antes y el después del crimen por encargo del albañil.
“La cosa es que ustedes vayan y aseguren sí o sí, cumpa. No los quiero hacer venir al pedo ni que ustedes pierdan su tiempo. Les dan una buena plata siempre”, le ofreció a Eric, apenas pasada la 1 de la madrugada del 16 de abril, un contacto al que tenía agendado como “P”. Para el fiscal era Paisa Alvarez, el intermediario de Riquelme. El plan era que fueran Eric y otro muchacho llamado Kevin, pero no lo pudieron ubicar.
“Tiene que ser lo antes posible porque dentro de un ratito yo me voy a un baile. Ustedes ya saben dónde tienen que ir, es fácil”, indicó quien encargaba el trabajo, que ofreció un arma potente: “Yo les doy con la que larga toda, que tira bien opado, con la que fueron la última vez”. Como Kevin no aparecía —“no sé qué onda, se borró”, explicó Eric—, el operario se ofreció a ir a buscar el arma en un remís y que se lo descontaran de la paga. Incluso dijo que no tenía problemas en hacer el trabajo solo: “Yo me acerco, tiro y me vuelvo. No tengo problema”.
“Yo lo que quiero es fácil. Tenés que ir, gatillar y dejar la carta a cualquierita”, instruyó el contacto P, que además ofreció una moto. “Vas tranquilo y aparte ni cabida, cuando ves a uno pam pam pam pam pam pam pam y le dejás la carta y te venís al caño. Si vos venís solo de hecho hay más para vos, porque no es que le voy a hacer repartir la plata, te llevás toda la plata vos, más plata te llevás”.
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Del celular surge que Eric no fue solo sino acompañado por Magalí, quien filmó el ataque. En la galería de videos se recuperaron filmaciones tomadas por una mujer sentada como acompañante en la moto. Quedaron incluso los registros de otras personas que pasaron caminando por el paso a nivel pero los atacantes no se animaron a tirarles. A las 2.35, por ejemplo, filmaron a un grupo de seis muchachos. “Espero que no tengan un coso”, dijo la chica, en referencia a un arma. “Sí, no solamente que están re lejos sino que son una banda”, agrega. Diez minutos después filmaron a un hombre que iba solo, vestido con una campera de jean, al que tampoco atacaron.
En medio de ese trabajo de inteligencia, Eric mantuvo informado a su superior. “Sí, amigo, yo te aviso. Di como dos vueltas, Me quedé en una plaza. Ahora estoy acá en un 24, en un mini, a unas cuadras cerca. Estoy esperando pero no camina nadie, loco”, le dijo a las 3.31. Un minuto después añadió: “Dale, listo, sí, nosotros estamos acá en el 24, ¿viste? Estamos haciendo como que estamos tomando algo. Si no, si se me acaba la paciencia, perro, voy a golpear una puerta, que abra alguien, le pego y fue”.
Eric comentó que los vecinos estaban “todos adentro”, quizás como resultado de una balacera que habían realizado poco antes en esa zona. Y aunque lo tranquilizó diciendo que en esa cuadra seguro enganchaba “a uno”, propuso: “Perro, ¿tiene que ser sí o sí en esta cuadra? ¿No puede ser ponele entre esas dos cuadras? ”. A los siete segundos mandó este audio: “Contestame rápido porque vienen caminando unos. O sea, están doblando unos justo”.
La filmación del crimen realizada a los tres minutos por una mujer dura 35 segundos. Se ve a dos muchachos que se acercan a la moto, el conductor detiene la marcha y la chica le pregunta: “¿Me bajo Eri? ¿Alumbro?”. El conductor, de campera negra, jean y zapatillas blancas, monta una pistola, corre hacia personas que caminaban a la altura del paso a nivel y dispara. Luego saca algo del bolsillo de la campera, se lo arroja al hombre desplomado en piso y regresa hacia la moto. Se escuchan tres detonaciones en respuesta al ataque, al parecer realizadas desde el búnker.
“Cumpa, había un par de soldados y me sacaron a los tiros remal”, explicó en un audio Eric. “Le pegué, se cayó y fui y lo rematé en la espalda, pero el otro que salió corriendo no pude. Y ya cuando miré para el costado estaban todos los soldaditos —siguió contando—. Salieron una banda ahí del pasillo y en el video se ve que me acerco y le dejo la carta. Le quería dar en la cabeza pero venían los otros. No me dijiste que en la puerta del pasillo hay soldados”. Paisa lo felicitó, le dijo que necesitaba gente así, “con huevo, con sangre”, y le comentó que al jefe lo “re copó” el trabajo.
“Cuando sean laburos así vos dámelos siempre que yo voy y sin comer tierra lo hago —ofreció Eric—. Solo o con mi compañerito. No tengo problema”. Poco antes de las siete de la tarde Paisa lo convocó para entregarle el dinero. Cuánto pagó por el crimen es un dato que aún se desconoce.