El juicio por el brutal crimen del jugador de futsal Fabricio Zulatto, cometido en agosto de 2016, cerró ayer con la condena a prisión perpetua a los dos acusados de matarlo con tres disparos en la cabeza y taparlo con escombros en la letrina de un búnker de Génova al 2100. Andrés Soza Bernard, un licenciado en comercio exterior que había matado a su novia ocho años antes, fue el primero en escuchar el veredicto en medio de aplausos y gritos de allegados a la víctima. Luego fue el turno del cartonero Omar Darío "Pilo" Motier, acusado de ejecutar el crimen a cambio de 20 mil pesos, quien recibió la misma pena antes de que se desalojara la sala en medio de llantos e insultos a los imputados.
El fallo de los jueces Ismael Manfrín, Juan Carlos Curto y Gastón Becerra se dio a conocer ayer al mediodía en la sala más grande del Centro de Justicia Penal. Los padres, la hermana y los familiares directos de Zulatto fueron los primeros en pasar. Luego los amigos de Fabricio ocuparon el resto de las sillas y colmaron la grada superior a la espera del veredicto.
Rodeados por policías, los detenidos permanecieron en silencio. De jean y remera blanca, Soza Bernard, de 34 años, adoptó gesto concentrado con los codos apoyados en las piernas, el torso inclinado y la vista clavada en el piso. La imagen contrastó con la de Motier, de la misma edad, sentado rígido a su lado.
El licenciado
El tribunal leyó primero la condena a prisión perpetua a Soza Bernard como coautor de un homicidio calificado por precio o promesa remuneratoria y agravado por el uso de un arma de fuego. El público aplaudió. Los jueces revocaron la libertad condicional de que gozaba el joven universitario cuando ocurrió el homicidio y unificaron la condena con una previa a 17 años por comercialización de drogas y por el crimen de su novia Gabriela Núñez. La chica de 16 años fue ejecutada con un disparo en la cabeza cuando salía de una clase de inglés en Sucre y San Juan, el 5 de agosto de agosto de 2008.
Otro aplauso algo más breve estalló al fijarse la condena a perpetua a Motier. Los jueces dictaron las penas que habían solicitado la fiscal Georgina Pairola y las abogadas querellantes Juliana Tagliatti y María Noel Severo, del Centro de Asistencia Judicial. Si bien aplicaron el agravante de la promesa remuneratoria, dejaron afuera el concurso premeditado de dos o más personas. Los defensores públicos Gabriela Valli y Francisco Broglia habían pedido la absolución.
Cuando la lectura terminó, la sala fue desalojada en medio de una catarata de insultos a los detenidos: "Asesino, no servís para nada", "te vas a pudrir en la cárcel", "te van a vivir violando". Los agravios iban destinados sobre todo a Soza Bernard, quien los escuchó impasible mientras se ponía una campera.
"Fue fundamental la prueba que se pudo rendir en el juicio", dijo al salir la fiscal Pairola, quien destacó el aporte de los testigos. "Convencieron al tribunal con sus declaraciones y muchos testigos expertos —peritos informáticos, el médico forense— han colaborado para poder probar que ambos fueron coautores del crimen", añadió.
La fiscal planteó que Soza Bernard le vendía drogas a la víctima y que en un plan movido por "la ira" le ofreció 20 mil pesos a Motier para perpetrar el crimen. Para la fiscal, lo que habría motivado el ataque fue algún "comentario desafortunado" de la víctima: "En un momento en que Fabricio estuvo solo con Soza Bernard, en los cinco minutos que tardaron en trasladarse cinco cuadras, hizo un comentario que encendió la ira de Soza Bernard. Es una persona irascible, con algunas características que se habían evidenciado en el anterior crimen. Esto hizo que ponga en marcha el plan criminal".
Fabricio Zulatto tenía 21 años y jugaba al futsal en Newell's. Había terminado el secundario en la escuela Brigadier López y trabajaba con su padre en venta de indumentaria. La tarde del martes 9 de agosto de 2016 salió de su casa de zona sur en su Volkswagen Gol Trend tras avisarle a su madre que iba a comprar un cargador para el celular y a almorzar con dos amigos. A las 15 le envió un mensaje por WhatsApp a su novia, que estaba en el exterior. Desde entonces se le perdió el rastro.
El auto
Su familia denunció la desaparición al día siguiente. Los amigos de Fabricio salieron a buscar el auto y esa tarde lo encontraron en Suipacha al 700. Le faltaba la patente delantera y habían adulterado la de atrás. Recorrieron la cuadra en busca de cámaras y dieron con un video donde se veía bajar por el lado del acompañante al sujeto que se deshizo del auto, "Andrés", un dealer al que solían comprarle drogas en la zona del Patio de la Madera. En ocasiones, contaron, el propio Fabricio acercaba a Andrés en su auto hasta el búnker de Génova al 2100.
Casi al mismo tiempo, un informante reveló a la policía que al muchacho lo habían asesinado y enterrado en el patio de esa casa de "Pilo" Motier, quien fue detenido allí el jueves 11. En el lugar se encontraron escombros sobre una letrina. A un metro de profundidad estaba el cuerpo de Fabricio, vestido con una camiseta de Newell's como al salir de su casa y con tres balazos en la cabeza. Lo habían asesinado a las 17 del martes en que desapareció.
En el rancho también fue apresado un acusado de encubrimiento que luego recuperó la libertad y sigue prófugo, quien dijo que ese día volvía de su trabajo en una cooperativa de cartoneros cuando se encontró con Pilo y Andrés, que tenía los pantalones manchados con sangre, tapando un pozo. Reveló que éstos le pidieron que terminara de tapar la letrina. Contó que Andrés, la persona que les proveía la droga que vendían en la casilla, le había pagado 20 mil pesos a Pilo para que matara al muchacho. A Soza Bernard lo apresaron a los pocos días.
En el juicio que arrancó el 24 de julio pasado un policía contó cómo se desentrañó el caso gracias al aporte de un informante cuando aún no daban con el paradero de Fabricio, mientras que peritos y un médico policial dieron cuenta de que el joven sufrió una feroz golpiza antes de que lo ejecutaran con la cabeza tapada con una campera de Newell's.